En su momento, estas acciones fueron objeto de prejuicios y muchos fustigaron sin piedad a la magistrada por esa determinación que nadie aceptaba como la decisión más atinada para transformar el río que llegó a ser la cloaca más grande de Colombia y uno de los mayores insumos contaminantes de nuestro río insignia, el Magdalena. ¿Quién podría pensar que el otrora mal oloroso y turbio afluente fluvial se pudiera salvar? Pues bien, la decidida magistrada se salió con la suya y contra viento y marea consiguió que la Alcaldía de Bogotá de Enrique Peñalosa, el gobernador Jorge Rey de Cundinamarca y el director de la CAR Néstor Franco aportaran los billonarios recursos y lograran que el sueño se hiciera realidad. Mas de 8 millones de toneladas han sido retiradas del fondo del del río Bogotá y con las PTAR (plantas de tratamiento de aguas residuales) construidas y las que se construirán lograrán que el afluente que pasa por Bogotá limpie en más del 85 por ciento la corriente de nuestro contaminado río. Definitivamente esta megaobra nos otorga de nuevo confianza en la cosa pública y en la administración; un presupuesto de más de 6 billones de pesos y obras como las PTAR que vienen cambiando la fisonomía del desastre ambiental que el río generaba; fétidos olores y una corriente negra se empiezan a cambiar por olores intangibles y la navegalidad del río que hace años era apenas impensable, hoy es una realidad que permitirá en poco tiempo incluso pensar en un sistema de transporte por el cauce y además un bello parque longitudinal de más de 90 kilómetros, que lo convertirán en un espacio sin referente en América Latina. Bogotá construye una obra de tal tamaño, que la PTAR de Canoas estará dentro de las diez más grandes del mundo, esta planta junto con las más de 20 en proceso de terminación lograrán que el agua se recupere en cerca del 90 por ciento de su calidad permitiendo el uso de ellas para riego agrícola y sus orillas recuperadas aportando a la ciudad de Bogotá la posibilidad de conseguir áreas de vivienda en más de 90.000 unidades. Bogotá se lució con estos avances que nos devuelve, reiteramos, la confianza institucional en nuestros gobernantes, quienes se la jugaron por la sostenibilidad de un ambiente sano, por quienes por primera vez hicieron algo diferente en aras de mitigar el único hecho que gobernaba la materia, y que se supeditaba en la perenne frase: “El río Bogotá es el más sucio del mundo”, como si ese lamentable hecho fuere motivo de orgullo o si como tal constituyera un siniestro registro de vanidad. Es fundamental recalcar la importancia del fallo de la magistrada Villamizar, el cual logró lo impensable, una decisión que desde el punto de vista legal declaró la responsabilidad estatal por falla en el servicio, ante la catástrofe ambiental que durante décadas afrentó el ecosistema de una de las cuencas fluviales más importantes del país, tornándola negligentemente en uno de los desastres ecológicos de mayor impacto en el mundo, esta condena sanciona ejemplarmente la ineficiencia y la absoluta decidia del Estado en temas ambientales, los cuales, penosamente solo han adquirido importancia jurídica en el presente. Este fallo socorrerá de manera eficiente los derechos a un ambiente sano de las generaciones venideras, las cuales esperamos no tengan que presenciar lo que a mi generación o a la de mis hijos nos tocó, un cause inundado con basuras, repleto de desechos químicos industriales de todo tipo de industria pesada que durante décadas intoxicó las cristalinas aguas provenientes de los páramos de Villapinzón, hasta su desembocadura en Ricaurte. A Peñalosa, Rey y Franco y a todos los funcionarios de la CAR el homenaje y reconocimiento de los bogotanos que queremos al río de bello nombre Bogotá, que nace en el páramo de Guacheneque, en la laguna del Valle en Villapinzón que recorre 380 kilómetros hasta su desembocadura en el río Magdalena, será devuelto a su condición de agua buena que hoy solo tiene 11 kilómetros antes que la ignorancia y desinterés lo hubieran vuelto la cloaca que en su momento fue el río más sucio del mundo. Hoy, la CAR como garante protector del río Bogotá y la doctora Villamizar, quien no solo se limitó a fallar judicialmente, sino a realizar una cuidadosa y pormenorizada vigilancia del cumplimiento de la sentencia, nos permite soñar con otra Bogotá que encontró con el compromiso de su alcalde Enrique Peñalosa la opción casi perdida de tener una ciudad con un río aledaño como las grandes capitales del mundo, recuperando el tiempo perdido y superando la indiferencia generalizada de muchas otras administraciones distritales, que nunca vieron el desastre ambiental y que como el viajero de nuestras carreteras, se limitaron a subir la ventana, para evitar el fétido olor de la cuenca fluvial. Invito a los bogotanos en sus paseos dominicales a mirar su río recuperado y empezar a sentirlo con alegría y orgullo. Ojalá que el próximo alcalde de Bogotá tenga la inteligencia de crear el Instituto Distrital del río Bogotá y siga con la tarea que se viene realizando.