“La Insurgencia del siglo XXI”, documental sobre las Farc presentado en Buenos Aires, el año anterior, pone al descubierto las serias dificultades por las que atraviesa esa organización. Históricamente esa guerrilla, ha elaborado sus mejores piezas de propaganda en medio de graves crisis propiciadas por el fuerte acoso militar. Su objetivo a lo largo de los años ha sido el mismo: visibilizarse para llamar la atención tratando de justificar un “ideario político” que con el paso del tiempo se deteriora y se aleja cada vez más de la realidad. Por ello vale la pena hacer uso del espejo retrovisor, para comprender la dinámica mediática empleada por esa organización. El 9 de agosto de 1965, un año después de finalizada la operación “Marquetalia”, en el sur del Tolima, que culminó con el desalojo de las autodefensas comunistas asentadas por años en esa región, llegaron al país los documentalistas franceses, Jean-Pierre Sergent y Bruno Muel, quienes engañaron a las autoridades expresando que venían con la intención de filmar “a las tribus indígenas”. Con esta excusa, se adentraron en el noreste del Cauca en los territorios dominados por el guerrillero conocido como Ciro Trujillo Castaño, miembro del entonces Bloque sur que posteriormente diera origen a las Farc. Allí filmaron el documental “Riochiquito”, en el cual describían a una organización campesina levantada en armas contra el Estado. En su trabajo, los cineastas incluyeron imágenes de guerrilleros en faenas de agricultura y ganadería, pero también discursos de corte marxista-leninista lanzados por Jacobo Arenas, además de improvisados parlamentos revolucionarios aprendidos de memoria por Manuel Marulanda. Luego de esa primera propaganda transcurrieron cuatro décadas, años en que las Farc se fortalecieron en el campo político y militar, gracias a la continua improvisación de sucesivos gobiernos. Igual que en los 60, en el 2003, en una época en que el Plan Patriota arreciaba, aparece en Colombia un documentalista danés de nombre Frank Piasecki Poulsen. Según la versión de este novel director, decidió “seleccionar” a las Farc para hacer un documental, pues a su modo de ver era el "más antiguo y más grande movimiento de liberación de Latinoamérica". Con el tiempo se supo que el verdadero gestor de la idea fue Iván Marquez, quien se encargó de contactarlo, financiar el proyecto e ingresar de forma ilegal al país a Piasecki y su equipo de trabajo. El jefe guerrillero impuso algunas normas: no filmar observadores civiles y evitar tomas sobre paisajes, con estas instrucciones y una adecuada orientación política dieron inicio a la filmación de “Guerrilla Girl”. El guión, bastante flojo por cierto, está basado en la experiencia de Isabel, una joven de clase media aspirante a guerrillera quien a los 21 años, lo deja todo para incorporarse en el grupo armado. La correspondencia de esta mujer y su diario personal, son utilizados para ilustrar la transición de una vida normal a las filas de las Farc. Pese al intento de mostrar esta producción como un documental casual, en el que todo hace parte de la vida cotidiana en la organización, es evidente que en la película intervienen guerrilleros con formación actoral, preparados para el manejo del ambiente propio del cine, por lo cual, nada es accidental. Los monótonos diálogos, buscan reivindicar acciones como el narcotráfico, el secuestro, la utilización de minas antipersona, el uso indiscriminado de armas no convencionales y los ataques a la población civil. Al terminar su tarea, Poulsen llegó a Dinamarca con 50 horas de grabación, convenciendo a la prestigiosa firma ‘’Zentropa’’ - de propiedad del afamado Lars Von Trier - para producir la película, logrando a la vez el apoyo económico del Instituto de Filme Danés. La producción terminada en 2005, fue presentada en varios festivales documentales, entre ellos los de Copenhague y Ámsterdam. Como es usual, el Estado hizo muy poco para enfrentar la difusión del video, en buena parte, por el escaso interés y la falta de información de la Cancillería para comprender y enfrentar este tipo de acciones. Vendrían luego una sucesión de reveses para las Farc: las muertes de 'J.J.', 'Acacio', 'Raúl Reyes' e 'Iván Ríos'; el infarto provocado a 'Marulanda' por el acoso de bombardeos en cercanías a su campamento; la Operación Jaque y la captura del 'Negro Antonio', repetidos golpes que dieron cuenta de diferentes estructuras de esa organización. De igual manera, se desmoronó la comisión internacional, aparecieron diarios, computadores y memorias en diversos operativos, se desvertebraron redes logísticas, cayeron ideólogos como Miguel Beltrán alias 'Jaime Cienfuegos', 'Jojoy' sufrió la baja de más de un centenar de sus hombres y 'Cano' fue obligado a replegarse. Ante esta crisis las Farc idearon, como es costumbre, una pieza de propaganda dirigida a la opinión pública internacional, en procura de mejorar su maltrecha imagen y demostrar su supervivencia. La publicación del último documental ha sido suficientemente tratado por diversos medios. De sus realizadores nada se sabe. La directora del festival de cine que proyectó entre el 12 y el 18 de noviembre de 2009 el polémico film, Violeta Bruck, dijo declararse sorprendida por la presentación, aunque es difícil creerle teniendo en cuenta que la programación se anunció con suficiente anterioridad y en ella se advertía con claridad el origen e intenciones. En cuanto a la filmación, es muy probable que se haya desarrollado en Venezuela, pues todo indica que varios de los cabecillas que allí aparecen, están en territorio del país hermano. Lo que no pueden negar las Farc, es que en sus peores momentos han desarrollado piezas de propaganda para declararse vivas, pues comprenden la necesidad de emplear narraciones acomodadas de la guerra; libretos que terminan transformados en estrategias de la guerra misma, pues en la confrontación, lo mediático se convierte en un campo no armado de guerra política que, en este caso, claramente les favorece pues les permite, por arte de los mass media, convertirse en centro de atención. Frente a la importancia de la comunicación audiovisual en el escenario bélico, vale la pena recordar un aparte de la obra “La sociedad red” de Manuel Castells. Este Sociólogo español experto en temas relativos a la información dice: “Las batallas culturales son las batallas del poder en la era de la información. Se libran primordialmente en los medios de comunicación y por los medios de comunicación”. Una frase que resume perfectamente el uso de la propaganda como estrategia, aún en circunstancias adversas. En este juego de intereses hay que atender voces autorizadas, como la del antiguo guerrillero Yoweri Kaguta Museveni, General y Presidente de la República de Uganda, quien durante una charla en el Fuerte Leavenworth en Kansas, el 26 de septiembre de 2008, haciendo referencia a la estrategia de la guerra popular prolongada, expresó: “La sobrevivencia para los insurgentes, para los revolucionarios, constituye el éxito en sí. Si sobreviven, la sola sobrevivencia representa un éxito y forma parte del objetivo principal del revolucionario”. Una reflexión que pese a las sucesivas derrotas militares de las Farc, debe ser tenida en cuenta, máxime si el Estado se ha tardado en librar aquellas guerras que deben resolverse, en escenarios ajenos al campo de combate. *César A. Castaño es historiador militar