Iván Duque no tiene suerte. El 2020 era el año de la recuperación, el del punto de inflexión. Nadie lo cree ahora, después de las primeras seis semanas del año. No hay norte en su administración y cada noticia lo hunde más. Hace varios meses que no celebran en la Casa de Nariño. Se la pasan día tras día resolviendo crisis tras crisis. Cada oportunidad muere derrotada por una nueva situación. El nombramiento de Hassan Nassar en diciembre buscaba ponerle fin y darle orden.
Por fin la Presidencia estaría manejando a los medios y no al revés. El esfuerzo de Hassan Nassar no ha dado frutos. O por lo menos, no se nota. Se observa una Casa de Nariño acuartelada y con mensajes equivocados. Dos hechos en los últimos días demuestran que el éxito de Hassan no ha sido visible. El primero se conoció el fin de semana. Nació de un tuit del senador verde Iván Marulanda en el que se quejaba de que el avión presidencial tuvo que viajar a Bogotá y luego a Cartagena. El senador dijo que la primera dama fue la causante. Y en tono de burla, dijo que por el mal vestido. Fue el lunes que se conoció la respuesta de la Casa de Nariño: lo desmintió. Casi. Reconoció que sí hubo un viaje Cartagena-Bogotá-Cartagena. Que había que ir a una reunión “urgente” en la capital con el representante colombiano del Banco Interamericano. Y que después era muy importante que atendiera una cena en Cartagena. Sonó demasiado. Nunca se explicó por qué el señor del BID no pudo cambiar su agenda. No se habían acallado las críticas cuando surgió la información del uso del avión FAC 02 en un paseo al parque Panaca. Caracol Radio reveló que en el vuelo participaron, además de la primera dama y sus hijos, unos particulares. Era un uso irregular de un bien público. Ante esta situación, la Presidencia tenía dos caminos: admitir el error y hacer una acción de desagravio. Por ejemplo, anunciar el pago de la gasolina del vuelo. Eso hizo el presidente César Gaviria en 1994 por el transporte de un grupo de cantantes de vallenato. Santo remedio: no volvieron a molestar. La otra alternativa era acusar a los medios de “hipocresía”. Que algunos periodistas habían disfrutado del avión presidencial en el pasado, especialmente con el predecesor de Duque, Juan Manuel Santos. Es una estrategia de ataque, de no dejarse acorralar. Así mismo, es una manera de cambiar la historia. Un error tanto táctico como estratégico. Es el mejor ejemplo de no tener un norte en el horizonte. Para empezar, el error existió: los colombianos no aceptamos el uso privado de un bien público. No es cuestión de precio, sino de apariencia. No cabe el argumento de que había sillas disponibles. Ese no es el debate. También es postura de hipócritas, porque un mal no reemplaza a otro. No parece aceptable que el presidente Duque lo haga porque lo hizo antes Santos. Ambos están equivocados, pero Santos ya está en uso del buen retiro. La andanada de tuits del uribismo no lo protege. Es peor: lo desnuda. Este Gobierno está en un lugar sin fin, dando luchas innecesarias. Nadie está cuestionando la seguridad de la familia presidencial, como alegan los uribistas. Ahí no hay dudas. Pero es un argumento infructuoso que afecta la imagen de la Presidencia. Sin embargo, esa determinación parece ser el camino de Hassan: atacar periodistas. No le va a servir. Si bien muchos no compartimos la forma como Vicky Dávila manejó la entrevista, no quita el fondo: fue un error la inclusión de particulares en el vuelo de la FAC 02. Ese es el quid del asunto.
Aceptar los errores es un acto de grandeza y no de debilidad. Nadie espera hombres y mujeres perfectos. Es una lección que la Presidencia debe aprender. Infortunadamente, Iván Duque no comparte ese estilo. Es reconocida su terquedad, algo que le puede costar. Como hoy. Su decisión de apoyar a Hassan Nassar fue errada. Su silencio es interpretado como respaldo. Los comunicados tampoco han sido claros. Es el viejo truco de confundir para reinar. Dudo que sirva en esta ocasión. No queremos humo sino luz. Nada más.