La aparición de la covid-19 obligó a implementar permanentemente dispositivos de seguridad para evitar el contagio. Distanciamiento social, lavado frecuente de manos y uso continuo de tapabocas son algunas de las medidas más eficaces determinadas por entidades como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Estas medidas han transformado las dinámicas sociales, introduciendo nuevas formas de comportamiento. Es el caso del uso del tapabocas, al usarse en ambientes abiertos y espacios públicos, al punto que empezó a hacer parte de la cotidianidad de las personas, incluso como prenda de vestir adicional en entornos familiares, académicos, laborales y sociales.
Asimismo, su uso ha influido en cómo las personas interactúan. De hecho, profesionales de la salud, expertos en salud auditiva y comunicativa, como fonoaudiólogos y especialistas en audiología, han empezado a reportar que muchos de sus pacientes han notado alteraciones de audición que no sentían antes del uso del tapabocas. En las consultas con especialistas aparecen manifestaciones como “ahora me cuesta entender a las personas desde que usamos el tapabocas”, o “desde que usamos el tapabocas he notado que no escucho bien”.
Esto se puede explicar en la manera como el rostro es usado para la comunicación humana. Patrizio Petrone, en ‘Principios de la comunicación efectiva en una organización de salud’, plantea que todo comunica. Es decir, entender un mensaje utilizamos información que puede provenir en forma de sonidos, movimientos de la cabeza, la cara, los brazos, la postura corporal, entre otros.
Así, las personas perciben las expresiones faciales de su interlocutor y son capaces de obtener información sobre estados de ánimo, por ejemplo, y a predecir la intensión con la que un mensaje es transmitido.
Es claro que la cara juega un papel importante en la transmisión de los mensajes y en la comunicación. El rostro se divide en tres porciones: superior, media e inferior, y cada una desempeña un papel en la expresión de los sentimientos y estados de ánimo de un individuo. La porción superior está asociada con los movimientos de cejas, frente y ojos. La porción media, con movimientos de nariz, pómulos y mejillas Y la porción inferior, con movimientos de la boca y la mandíbula.
En este sentido, estudios realizados por investigadores del Istituto Italiano di Tecnologia, de Génova (Italia), señalan que la boca puede usarse para reconocer una expresión neutra y es mejor para reconocer la emoción de la felicidad. Otras investigaciones han demostrado que los niños pueden reconocer expresiones de miedo, sorpresa, disgusto e ira con base en los movimientos de la parte inferior de la cara.
Como el tapabocas cubre la porción media e inferior del rostro, esto dificulta el reconocimiento de las expresiones faciales de los interlocutores, afectando la interacción comunicativa y limitando la percepción de la información de los movimientos de estas partes de la cara.
Por otra parte, están los efectos en la audición. Un estudio publicado en el 2020 en The Journal of the Acoustical Society of America señala que el uso de tapabocas puede reducir el volumen con el que el sonido llega a los oídos de las demás personas. Es mayor en el caso de los tapabocas recomendados para personal de salud (N 95) que en los convencionales con tela quirúrgica. Adicionalmente, pueden verse afectados los diferentes tipos de sonidos que puede percibir una persona. Estos sonidos, por ejemplo, son importantes para reconocer las consonantes de las palabras.
A lo anterior se suma el distanciamiento social, esa distancia mínima que debemos procurar entre personas para evitar la propagación del coronavirus. Los sonidos tienen que recorrer una mayor distancia para llegar de una persona a otra y, a medida que el sonido viaja en el aire, va perdiendo energía y por tanto volumen. Los estudios muestran que el distanciamiento social puede hacer que el sonido se perciba con 12 decibeles menos que en una conversación normal sin tapabocas, lo que dificulta la recepción de mensajes y, sobre todo, entenderlos en ambientes ruidosos.
Entonces, se afectan la capacidad de escuchar sonidos y la manera como se producen. Con el uso del tapabocas se puede presentar una disminución de la intensidad con la que los sonidos y palabras llegan a las demás personas debido a la barrera física que representa. Por eso, las personas deben subir el volumen de la voz para que la intensidad sea suficiente y el interlocutor pueda percibir los sonidos adecuadamente. Cuando estos incrementos se dan de manera prolongada, como en el caso de juntas y reuniones presenciales, en lugares con muchas personas o mucho ruido, se puede producir cansancio de las cuerdas o fatiga vocales. Adicionalmente, se ha observado que cuando suben el volumen de la voz tienden a retirarse el tapabocas, incrementando el riesgo para los demás.
En medio de ese diagnóstico, los fonoaudiólogos y especialistas en audiología recomiendan utilizar el lenguaje corporal para complementar los mensajes. El movimiento de manos y brazos puede ayudar a enfatizar los mensajes y a dar claridad a los interlocutores. Incluso, para no subir el volumen de la voz es preferible pronunciar mejor y más lento, e incluso, repetir el mensaje.
Ayuda mucho prestar atención a los movimientos de la parte superior de la cara de las personas con quienes se dialoga. Además, es importante mirarlos siempre al rostro para fijar la atención y orientar el sonido de mejor manera. Son consejos para superar las dificultades comunicativas que representan las nuevas condiciones en medio de los cambios que ha provocado la pandemia en las dinámicas sociales.
(*) Fonoaudiólogo investigador. Docente Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR)