Hace un año, el primer gobierno de extrema izquierda comenzaba con mucha fuerza y esperanza para millones de colombianos que creyeron en las promesas de “cambio”. Hoy la situación es muy distinta. Nicolás Petro, el hijo del presidente, fue imputado por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, y confirmó que a la campaña de su papá sí entraron dineros sucios. A estas alturas de los escándalos éticos del gobierno del “cambio” y “potencia mundial de la vida”, el mandatario ya no puede seguir inventando más cortinas de humo. Su propio hijo, el mismo que dirigió y gerenció la campaña del Pacto Histórico en la costa, ha confirmado, buscando un principio de oportunidad, que la campaña presidencial fue financiada por dineros de dudosa procedencia.
Lo que está sucediendo en el país no tiene precedentes. Jamás un hijo de un presidente en ejercicio había sido capturado e imputado por ningún delito. Es una vergüenza mundial, y la Justicia colombiana tiene el deber de actuar y dar resultados, como lo ha hecho la Fiscalía General de la Nación, en cabeza de Francisco Barbosa.
Este es un golpe contundente al corazón del Pacto Histórico y del proyecto político de Gustavo Petro, quien llegó al poder garantizándoles a los colombianos que él no iba a tener ninguna relación con el narcotráfico. Pero su imagen política se ha desdibujado porque las pruebas son contundentes. ¿Con qué historia van a salir? ¿Que todo fue a sus espaldas?
El presidente Gustavo Petro está deslegitimado y debilitado. Las fuerzas en el Congreso que al comienzo de su mandato le otorgaron mayorías para aprobar sus proyectos hoy son un recuerdo. De ahora en adelante, vendrá un pulso para que la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes posiblemente investigue las conductas por las que puede ser responsable el actual primer mandatario. La implosión de este Gobierno es un hecho y es muy poco probable que las nefastas reformas de salud, pensional y laboral salgan adelante como lo esperaba la extrema izquierda. No tienen legitimidad para insistir en esos proyectos porque sus fuerzas tendrán que ocuparse en defender lo indefendible.
Mientras Gustavo Petro no ha sabido conformar un gabinete que funcione, el país se ha desbaratado ante la incapacidad del presidente de dejar de ser un eterno candidato de oposición. Los escándalos éticos y jurídicos de este Gobierno mantienen ocupado al mandatario, que al menos ya dejó de convocar a “su pueblo” a las calles para que lo defiendan, porque entendió que las marchas multitudinarias que realizó la oposición fueron mayores. Por fin se dio cuenta de que la fórmula que le sirvió en la alcaldía de Bogotá, incluida la victimización, ya no le funciona. La oposición le quitó el monopolio de las marchas con altura y, sobre todo, sin violencia.
Después de un año de un Gobierno que no encuentra su rumbo, Colombia tiene un presidente perdido entre sus escándalos familiares. La falta de liderazgo y de orden se refleja en el gabinete ministerial. En 12 meses cambiaron 11 ministros en una muestra de falta de gerencia pública. Al presidente Petro no le gusta que le digan que no ni que le lleven la contraria.
El activismo y desconocimiento de la cartera de Minas y Energía de Irene Vélez hizo que el dólar llegara a un precio histórico por encima de los 5.000 pesos en el mes de noviembre de 2022. Un desastre económico que tomará otros seis meses en terminar de pagarse. La obsesión por dejar de explorar y explotar hidrocarburos con el cuento de salvar el planeta tiene a Colombia al borde de empezar a comprar gas para cumplirle a la demanda interna. Un absurdo que se puede suplir con lo que tenemos en el subsuelo.
Y, si bien el precio del dólar bajó gracias al debilitamiento del Gobierno, que fue interpretado por los mercados como una muestra de la incapacidad del “cambio” de sacar sus reformas adelante, la improvisación ha generado un caos en el país que están pagando las familias más vulnerables. Hay hambre y esta se profundizó en el gobierno “potencia mundial de la vida”.
La paz total es un fiasco. La inseguridad se ha tomado las carreteras del país y los delincuentes, narcotraficantes y terroristas andan como Pedro por su casa por todo el territorio nacional. Saben que pueden hacer lo que quieran porque tienen un Gobierno alcahueta y débil ante la criminalidad, a tal punto que está dispuesto a pagarles por dejar de delinquir. Eso sí, los jóvenes trabajadores y honestos no tienen hasta ahora una sola política del Gobierno que les haga la vida más fácil.
Después de este primer año de tanta incertidumbre, el presidente Gustavo Petro está completamente desgastado por cuenta de los escándalos éticos de su círculo más cercano.
Nicolás Petro se armó de valor para contar la verdad y tomó la decisión de revelar los secretos más oscuros de la campaña electoral de su papá, que, desde ya, permiten ver que los escándalos de Laura Sarabia y Armando Benedetti, como ya se había dicho, están conectados. Queda claro que de “cambio” no hubo nada, pero sí fue un tortuoso año. ¡Y lo que falta!