Con el famoso “le doy en la cara, marica” de la llamada telefónica del entonces presidente Álvaro Uribe a su compinche la Mechuda se abrió en Colombia hace unos 15 años la veda sobre el uso de las malas palabras, que antes solo se oían públicamente en las películas con “actores naturales” de Víctor Gaviria. Todavía no he leído el nuevo libro del exfiscal uribista Néstor Humberto Martínez, de modo que no sé si él las emplea también por escrito; pero los “marica” y los “güevón” le llovían de los labios en las grabaciones de sus conversaciones con Jorge Enrique Pizano, el controlador de los negocios de Odebrecht y Sarmiento y denunciante de su corrupción, a continuación misteriosamente envenenado. Y ahora llegamos a un clímax de zafiedad y grosería con la conversación entre Diego Cadena, abogado semiclandestino del expresidente Uribe Vélez, y su hermano Álvaro, fisioterapeuta en Miami, que reproduce hace ocho días en esta revista el periodista Daniel Coronell, objeto del fraternal intercambio. Las palabras “malparido”, “hijueputa”, “gonorrea” –sin mencionar el ya habitual “güevón” (o “güeón”) y el por lo visto cariñoso “marica”, ni las frecuentes alusiones bendiciendo “al Señor”, de quien no se sabe si es el propio Uribe o el Dios de los cristianos– ocupan la casi totalidad de la grabación. Tal vez no sobre recordar que el expresidente Álvaro Uribe ha sido también pionero en el uso del sustantivo “hijueputas” para referirse a los magistrados de la Corte Suprema.
Pero lo grave no es el uso de las palabras, expresidenciales en el caso de Uribe o delincuenciales en el de su abogángster, como se titula a sí mismo Diego Cadena. Sino lo que proponen. Un editorial de El Espectador, tal vez ingenuamente, sugiere que quieren desprestigiar a Coronell insinuando que es un periodista corrupto. Pero a mí me parece que lo que se deduce de su lenguaje de los bajos fondos es que lo que se proponen es matarlo. “¿Sabes qué les va a tocar hacer a ustedes?” –le dice el fisioterapeuta a su hermano abogado. Y le recomienda: “Hacerle fiesta a ese hijueputa”. El jurista contesta, tranquilizándolo: “No, ya le escribí a Vinagre”. ¿Y quién es el tal Vinagre? Dijo Cadena, preguntado por los periodistas de Blu Radio, que Vinagre es uno de sus clientes presos (salvo el expresidente Uribe, los clientes profesionales del abogado Cadena suelen estarlo), a quien le dijo otro preso (el narcotraficante Justo Pastor Perafán) que Daniel Coronell había recibido de él cientos de millones de pesos provenientes del narcotráfico. Por lo que hasta ahora he leído, su identidad exacta, más allá de su apodo, todavía no se conoce. Y no hay que olvidar a los políticos que lo respaldan: los retrata aquella frase célebre de cuando era presidente en que les pedía, entre risas, que votaran en el Congreso los proyectos del Gobierno “mientras no estén en la cárcel”. Estos son los abogados y los testigos del expresidente Uribe. Este Cadena, abogado de día y gángster de noche según su propia jocosa definición, defensor profesional de narcotraficantes. Este tal Vinagre. La ya mencionada Mechuda. Aquel Job, asesinado luego, que visitaba el Palacio presidencial de Nariño entrando por el sótano. Y no hay que olvidar a los políticos que lo respaldan: los retrata aquella frase célebre de cuando era presidente en que les pedía, entre risas, que votaran en el Congreso los proyectos del Gobierno “mientras no estén en la cárcel”. No recuerdo yo si votaron los proyectos, pero sí que casi todos acabaron en la cárcel. Correrá mucha sangre
Uribe, porque no es tonto, no presenta oficialmente a alguien tan turbio como Cadena como su representante oficial, sino que recurre a abogados penalistas de prestigio honorable para que lo defiendan sobre las docenas, sobre los cientos de investigaciones penales y civiles que pesan sobre él. Pero es con Cadena con quien habla casi a diario, por distintos teléfonos, tanto propios como ajenos, para tramar su defensa entre las gentes del hampa. Vuelvo al principio: Álvaro Uribe Vélez ha sido en Colombia un ejemplo en lo verbal, en lo político y en lo moral. Y lo grave es que ese triple ejemplo, si las elecciones sirven de termómetro, lo ha seguido la mayoría de los colombianos. A Daniel Coronell le debemos el haberle puesto el pecho a esa empresa de corrupción verbal, política y moral.