La crítica sin acción es una terrible forma de indiferencia. Muchos vemos con inmensa preocupación los proyectos que tienen en jaque a Colombia: una reforma tributaria irresponsable, una reforma pensional insostenible, una paz total que no pone a las víctimas en el centro del proceso, una política minero-energética con los peores impactos sociales que podría ver el país, en fin, tantas cosas que a muchos nos atormentan. Ante un panorama turbio como el que el Gobierno Petro está forjando, hay diversas maneras de proceder: hablar, huir o hacer. Todas son válidas y legítimas dependiendo del contexto de cada quien. Yo, sin embargo, estoy convencido de que la manera más efectiva de enfrentar esto es a través de la democracia; aprovecharla mientras no nos la arrebaten. Esta columna es una invitación a actuar en esa vía.

Una condición necesaria para hablar de democracia es la división de poderes. Y una de las ideas que sustenta ese equilibro es la pluralidad de ideas. Por eso, desde que el actual Congreso empezó a definir su postura frente al Gobierno, mi preocupación ha crecido. Ver a partidos como el Liberal, el Conservador y La U formando parte de la bancada de gobierno, después de tan fuertes críticas a las absurdas ideas de Petro, decepciona. Dudo realmente de que los electores de dichos partidos se sientan representados por la decisión que ellos tomaron. Por otro lado, partidos como Cambio Radical y Mira han decidido mantener su independencia, y otros como el Verde Oxígeno, el Centro Democrático, la Liga de Gobernantes Anticorrupción (cuyo “líder” resultó siendo una gran decepción) y el Movimiento de Salvación Nacional se declararon en oposición.

Desde distintos sectores, muchos ciudadanos nos hemos, también, declarado en oposición. Yo mismo, desde nuestro Movimiento Creemos, he cuestionado los asuntos que me preocupan, igual que otros colegas o académicos o periodistas. Creo, sin embargo, que hay que hacer más. Lo primero es llegar a consensos: hoy el panorama político nos obliga a dejar a un lado los egos y a preguntarnos por lo fundamental. Quienes defendemos las libertades individuales y la economía de mercado, quienes queremos superar la pobreza, no desde el decrecimiento económico, sino desde las oportunidades, tenemos que trabajar juntos.

El 29 de octubre de 2023 se celebran las próximas elecciones regionales en Colombia. Los ciudadanos elegirán nuevos alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y representantes a juntas administradoras locales y comunales. Y es desde esos lugares de poder institucional desde donde veo que podremos hacer una oposición seria y responsable. Esta columna es para quienes no se sienten representados por el Gobierno. Es un llamado a que actuemos en democracia: involucrándonos en política desde la conversación hasta la acción; que pongamos la mente, el cuerpo, el pecho. Que desde lo público construyamos juntos.

Debemos aprender de los errores de otros. En Venezuela, por ejemplo, la oposición tardó demasiado en ponerse de acuerdo y ya sabemos lo que pasó. Dejaron de participar en elecciones, no se alinearon en sus ideas, y su país –esa Venezuela próspera y con oportunidades– desapareció. Quienes no estamos de acuerdo con el actual presidente ni con su gobierno tenemos la responsabilidad ética de llegar a consensos sólidos y actuar en consecuencia con nuestras creencias, que son las de muchos colombianos.

En días pasados me reuní con mi buen amigo Rodrigo Lara Sánchez, quien fue mi fórmula a la vicepresidencia y exalcalde de Neiva. Hablamos sobre cómo pasar de preocuparnos a ocuparnos y coincidimos en que estas serán unas elecciones decisivas para Colombia. Pienso que Rodrigo sería de nuevo un extraordinario alcalde de Neiva o gobernador del Huila. Por eso quiero reiterar que es momento de elegir líderes que, en lo fundamental, nos representen. No se trata de estar de acuerdo con cada cosa que piense o diga un candidato, se trata de converger en lo esencial.

Las elecciones regionales de 2023 no pueden convertirse en un campo de batalla, mentiras y demagogia populista cuando el país necesita ponerse de acuerdo en soluciones inmediatas y sostenibles en temas de empleo, educación, seguridad, medioambiente, salud y cierre de brechas estructurales. Colombia hoy no se puede dar el lujo de tener gente comprometida, ejecutiva y con amor hacia lo público por fuera de la política. Nos necesitamos trabajando juntos y uniendo ideas, talentos y propuestas para aportar desde las regiones, enfrentando los problemas más básicos y haciendo que la gente viva mejor.

Para ser más claros, es necesario recuperar ciudades y regiones, como, por ejemplo, Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Santa Marta y no perder Barranquilla, solo por mencionar algunas. A través de liderazgos constructivos, saquemos adelante agendas comunes que tengan como base el desarrollo de los territorios, el bienestar de los colombianos y el fortalecimiento de nuestra democracia.