Las organizaciones están conformadas y lideradas por seres imperfectos por tanto es muy posible que ocurran errores y que las cosas no funcionen siempre como se espera. Muchas veces pensamos que todos deben darse cuenta de nuestros resultados y que no tengo que hacer mucho ruido al respecto, sin embargo, les tengo una noticia a todos los que no quieren venderse, estén atentos o seguro alguien que si sabe cacarear sus huevos les quitara la luz central. Mejor dicho, sino estás atento a lo que muestras, quizás otros (que puede que hagan menos) se ocuparán de que todos piensen que él/ella hace más o lo hace mejor.

En mis procesos de coaching y en talleres de liderazgo encuentro que muchas personas suelen decir que hacen su trabajo y que debería ser suficiente para que las noten, pero que muchas veces no ocurre. Lo más simpático es que se sienten culpables de querer mostrarse, les parece mal querer que los vean, como si no lo merecieran. No sé si es síndrome del impostor, o básicamente se acomodan.

La experiencia me ha mostrado que muchas veces si es necesario resaltar lo que se hace. No se trata de sobre vender las cosas sino más bien de hacer algo de justicia en los procesos.

Conozco una amiga que tiene un cargo de vicepresidente en una empresa grande y reconocida. Ella es muy buena pero no le gusta hablar mucho de lo que hace. Hasta ahora había sido su propia decisión, pero se dio cuenta de que lo que no hacía, es decir amplificar su trabajo, estaba afectando a su equipo.

Todos se alinearon en pasar con un perfil más bajo de manera implícita, así que no hacían mucho ruido ante la Junta Directiva. Se daba por hecho que el trabajo estaba bien hecho y que este era el deber ser. El equipo no solía vender mucho sus logros. En algunas reuniones de Junta mi amiga, líder del equipo notó que se les exigía más a ellos que a otros grupos de sus colegas.

El tema a simple vista era bastante injusto. Ellos trabajaban bastante, lo hacían de manera responsable, el compromiso era increíble y sus resultados muy buenos. Pero para la junta siempre hacia falta algo más.

Mi amiga, después de una terapia y varios meses de un proceso de auto observación, se dio cuenta de que su equipo salía desmotivado de esas presentaciones donde se veía más el punto negro en la hoja blanca. Aunque trataba de dar ánimo a su gente, las presentaciones en junta muchas veces terminaban siendo todo lo contrario a un espacio de motivación y desarrollo. Ellos se esforzaban por hacer las cosas muy bien y llegaban con toda la fuerza, pero al final el mensaje nunca era completo. Como si el balón siempre pegara en el palo.

La líder de la historia de hoy decidió cambiar su estrategia. Empezó una campaña de endomarketing, es decir, hacer una buena comunicación de sus logros, contarle a más gente cada cosa buena que pasaba, involucrar a algunos colegas en sus historias de reconocimiento para amplificar más la voz de su equipo y observar de manera cercana a su colega de otra área, ya que notaba que cada pequeño logro lo mostraba en hiper perspectiva (mails rimbombantes, discursos de sentimiento , agradecimientos a muchas personas que no pertenecían a su equipo, redes sociales internas etc).

El cambio fue sustancial y su equipo empezó a tener una visibilidad diferente frente a los directivos. Esto le permitió no solo visibilizar el trabajo sino a cada uno de los miembros del grupo, que hacían un gran esfuerzo por lograr sus resultados.

Así las cosas, esta historia (versión bastante resumida) tiene un mensaje claro. El endomarketing, esa amplificación interna de las voces del equipo que deben sonar más alto, ese cacareo de los huevos, debe ser parte de la narrativa de cualquier equipo.

Puede ser que no te guste el tema y que pienses que tarde o temprano la vida se encargará de hacer justicia. Y puede ser que sí, pero también puede ser que no. Así que es mejor venderse un poco más hacia adentro y visibilizar tu gente para encontrar ambientes donde no solo te reconozcan sino logres mayor influencia con otros que podrán ayudarte en algún momento.