Es factible pensar que antes de escribir su última columna para Semana, León Valencia no se había enterado de que Enrique Peñalosa declaró a Caracol que en caso de ser candidato por Alianza Verde, buscará acercamientos con el expresidente Álvaro Uribe: “debemos reconocer –dijo- su labor en temas como la seguridad democrática y su gran empuje a la infraestructura del país”. No se había enterado, creo, porque Valencia remata así su columna: “Peñalosa entiende que las circunstancias lo han ubicado al lado de la izquierda y así lo ha dejado ver en las últimas semanas. (…) Sabe que sería una gran estupidez permitir que se le arrimara el uribismo con los síntomas de decadencia que experimenta”. A lo que dijeron Peñalosa y Valencia se le llama pensar con el deseo, pero cada uno en dirección opuesta: mientras el primero ‘desea’ a Uribe subido al tren de su eventual victoria, el segundo espera que no cometa semejante estupidez. Que sin duda lo es, considerando tan solo el más reciente precedente, cuando la espuria alianza del Partido Verde con el exmandatario provocó el efecto contrario al esperado y le dio la alcaldía de Bogotá a Gustavo Petro. Nadie se explica a qué está jugando Peñalosa cuando vuelve a los coqueteos con Uribe, siendo evidente que el uribismo va en barrena, como bien lo demuestran los tomatazos, abucheos y demás tragos amargos que en la última semana ha debido padecer, la última de cuyas más patéticas expresiones de rechazo popular se dio este sábado 25 de enero en Neiva, ante un número de nuevo menguado de seguidores y un coro de abucheadores cada vez más copioso y beligerante. Esto obedece a una situación que ya había identificado Abraham Lincoln en 1860: "es posible engañar a todo el mundo algún tiempo. Es posible engañar a algunos todo el tiempo. Pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo". ¿Por qué entonces Peñalosa vuelve a rastrillar sobre un asunto que alborota la bilis de quienes terminarán por elegirlo su candidato a la presidencia, no por aclamación general sino por descarte, porque no hay quién más? ¿No habría algo de reiterada torpeza política en querer lanzarle un salvavidas a alguien que parece hundirse en el fango del desprestigio, como le ocurrió a Alberto Fujimori en Perú cuando comenzaron a descubrirse sus indebidas andanzas? Sea como fuere, lo que parecía un tema baladí se transformó de la noche a la mañana en asunto de trascendencia histórica, pues ahora resulta que Enrique Peñalosa podría ser el próximo presidente de Colombia, si nos atenemos a la última encuesta de Centro Nacional de Consultoría que lo ubica en segundo lugar de preferencia, detrás de Juan Manuel Santos y por encima de Óscar Iván Zuluaga. A eso se le llama estar en el lugar indicado a la hora indicada, no hay más. Pero no deja de ser tragicómico que alguien que hasta hace unos días era visto como moscardón en leche entre las filas del Partido Verde y los Progresistas, será su candidato a la Presidencia… La consecuencia de lo anterior es que el nombre de Enrique Peñalosa ha adquirido una importancia inusitada, a tal punto que a León Valencia, el más agudo analista de la política nacional, se le notó un dejo de resignación al reconocer que su candidatura no tiene marcha atrás, y que a la Alianza Verde no le queda opción diferente a la de respaldarlo en su aspiración. El problema es que con Peñalosa opera una situación bien compleja, pues podría ocurrir que habiendo llegado al solio de Bolívar termine haciendo con la izquierda lo mismo que Santos hizo con Uribe: traicionarla. La incertidumbre se presenta sobre todo por su cercanía con el expresidente, lo cual haría previsible una segunda vuelta en la que el candidato de la Alianza Verde invite a sus “copartidarios” (incluido el Polo, ¿por qué no?) a unir fuerzas con el Partido Conservador –ahora antisantista- y el uribismo para derrotar a Santos. ¿Y qué consecuencias traería esto para el proceso de paz en La Habana? ¿Terminaría la izquierda -ante la manifiesta incapacidad que padeció para encontrar un candidato de unidad salido de sus entrañas- cogobernando de la mano de Peñalosa con los conservadores y con Álvaro Uribe? Y en caso tal, habiendo sido la agrupación que puso al candidato victorioso, ¿trabajaría como locomotora del tren o como vagón de carga? Mejor dicho, ¿le ocurrirá como la esposa fiel que después de apoyar al marido en las duras y en las maduras, este la desprecia y se va con la amante? No se pierda el próximo capítulo de esta espeluznante novela…APÉNDICE: Con la entrega del mayor Juan Carlos Meneses a la justicia podría estar próxima la fuga de Santiago Uribe. Deberían cuidar a Meneses para que no lo maten, pero sobre todo deben cuidar que el hermano del expresidente Álvaro Uribe no se vaya del país, siguiendo los pasos de María del Pilar Hurtado y Luis Carlos Restrepo. En Twitter: @Jorgomezpinillajorgegomezpinilla.blogspot.com