Hay dos hechos que en el campo de la derecha marcaron la pauta en los últimos días: la fastuosa boda de la hija del Procurador, y la presencia cada vez más pertinaz del exvicepresidente Francisco Santos Calderón en la escena política.Traigo a colación la boda en mientes como un acontecimiento político, pues ella fue, como lo registró la revista Semana (Ver artículo), un acto de reafirmación y ostentación del inmenso poder que ejerce Alejandro Ordóñez sobre los estamentos político, militar y religioso allí representados, de manera si se quiere algo sumisa y obsecuente.Si buscáramos una coincidencia entre Ordóñez y el Santos aquí citado, esta tendría que ver con su perfil cada vez más presidenciable. Y ya creo escuchar alguna una voz diciendo en voz alta: “¿Pachito Santos presidente? ¡Coja seriedad, hombre!” Razón no le falta a quien así llegare a pronunciarse, pero es que aquí no estamos postulando a nadie, sino mostrando lo que pasa.Y lo que pasa es que por un lado Ordóñez se perfila como el candidato que mayores posibilidades tendría de llegar a la Presidencia en representación del Partido Conservador, mientras por los lados del eufemísticamente denominado Puro Centro Democrático el expresidente Uribe anda dedicado a insuflarle los últimos hervores al ayer periodista y hoy político en quien ha puesto –al parecer- todas sus complacencias.Como lo aquí expresado en torno al Procurador depende de si cede a la tentación de buscar más altos designios, enfocaremos nuestro análisis a lo que puede pasar con Uribe y su candidato de cabestrillo. En una columna anterior decíamos que “nunca antes como ahora las fuerzas de extrema derecha agrupadas en torno a Álvaro Uribe han necesitado tanto de un lacayo, un segundón, un arrodillado, pues lo que menos quisieran sería que se les apareciera otro con la astucia de un Juan Manuel Santos, que con sus finas maneras bogotanas les jurara fidelidad y lealtad supremas para luego (…) dejarlos viendo un chispero”.Lo sorprendente, en el caso que nos ocupa, es descubrir que el comandante en jefe de esas fuerzas estaría pensando nada menos que en el primo del presidente para ungirlo como su portaestandarte, por razones que, si lo miramos con frialdad analítica, son de total conveniencia para quien así mueve los hilos.Y es que, si hay algo que pudiera suscitar más interés y mayor enconada polarización de un público expectante de emociones, sería asistir en vivo y en directo al enfrentamiento de dos primos que desde orillas en apariencia opuestas se disputan la misma presea, el uno para conservarla y el otro para arrebatársela.“Entre primo y primo más me arrimo”, reza el gracejo. Y se ajusta como anillo al dedo a la ocasión, pues todo indica que el mismo Uribe se encargará de arrimarle un primo al otro para centrar la atención sobre su pupilo, de modo que en medio de la polarización (con visos de telenovela familiar, para mayor deleite del populacho), los demás candidatos queden relegados a terceros y cuartos planos.Pensemos no más cuál sería la diferencia si el candidato del uribismo fuera, por ejemplo, Óscar Iván Zuluaga. Se trata sin duda de un político y economista con mejores pergaminos que ‘Pachito’ para asumir las riendas de la Presidencia, pero eso en sí constituye un obstáculo, pues lo que busca Uribe no es alguien más preparado que un yogur (y que en tal condición arme su propia receta), sino un remplazo de su incondicional Andrés Felipe Arias que, del mismo modo como operan las marionetas, se deje manejar a su amaño.Ahora bien, surge la pregunta obligada: ¿No se supone que si son de la misma bogotanísima familia, Uribe correría de nuevo el riesgo de ser traicionado? Ni sí ni no, sino todo lo contrario: la diferencia de fondo radica en que mientras Juan Manuel pensó siempre en ser presidente y se formó con ese propósito, a Pachito se le apareció la Virgen cuando le propusieron ser vicepresidente. De modo que si para colmo de dichas le figurara la presidencia, eso ya sería “con todos los juguetes” –para usar una expresión de su argot- y le bastaría con que le dieran el libreto para comenzar a formular declaraciones que hagan pensar que es idóneo para el cargo.Por eso debe ser que en los últimos días se le ha visto asumir poses de estadista, diciendo cosas como que “Colombia está madura para avanzar hacia el federalismo”, y utiliza términos como “autonomía fiscal” o “manejo centralista de la seguridad” (así entre en contradicción con el federalismo del renglón anterior), y se esfuerza para que parezca de su intelecto cuando habla de “empoderar las regiones”, con lo cual de paso le arrebata a Eduardo Verano de la Rosa una bandera liberal –bien taquillera, por cierto- que este ya portaba.Aunque Uribe no ha mostrado hasta ahora preferencia por ninguno de los precandidatos que aspiran a ser ungidos con su bendición electoral, lo llamativo es que cada vez se le ve más tiempo con Pachito, como en un acto político el pasado domingo 10 de febrero en el barrio El Codito de Bogotá, donde dijo de Juan Manuel Santos que “hizo tortilla” con sus “huevitos”.Hablando de huevos puestos a empollar, salta a la vista entonces que Uribe estaría pensando seriamente (así suene a chanza pachuna) en convertirse en el sparring que forje a Pacho Santos como el más poderoso contrincante de su primo en el gran combate por el máximo fajín, el de la Presidencia de la República.Señoras y señores, hagan sus apuestas…Twitter: @Jorgomezpinilla