En la democracia, muchas veces los gobernantes, al igual que los integrantes de otras instituciones del Estado como son el legislativo, el judicial y los organismos de control, se olvidan del pequeño detalle que una de las bondades de la democracia, a nivel universal, es la del diálogo social, la participación y consulta ciudadana, que tienen como fin el control y seguimiento tanto de los recursos públicos como de las diversas políticas públicas que desarrollan.
Esas bondades esenciales de la democracia, que en el caso de Colombia poco se han venido aplicando, al igual que en otros países, traen como consecuencia absurdos como el de justificar, muchas veces, la violencia tanto de izquierda como de derecha, lo mismo que la corrupción, el despilfarro, el narcotráfico y el desconocimiento del pueblo como constituyente primario.
Eso es lo que explica las posturas soberbias y arrogantes de algunos servidores públicos que nos recuerdan a Luis XIV, rey de Francia, cuando decía “El Estado soy yo”.
Siguiendo el mal ejemplo, algunas personas, desde otras instancias del Estado y de la vida civil, por sectarismo, conveniencias políticas o personales, “se hacen los de la vista gorda” o dejan de cumplir su labor constitucional de control y seguimiento crítico positivo al poder ejecutivo nacional, regional o local.
Es bueno anotar que ese comportamiento de no escuchar, de descalificar siempre a los contrarios, a lo único que conduce es a las negativas prácticas de dejar hacer y dejar pasar y de no admitir, en ningún momento, cualquier opinión o crítica constructiva.
Como equivocarse es de humanos y corregir, de sabios, reitero que, en la historia de los pueblos, el no aceptar los errores o las opiniones críticas, a lo único que ha conducido, es a tragedias políticas y sociales que de paso les han hecho daño a los gobernantes y a sus consejeros.
En el caso colombiano, para salir del remolino de la violencia, del desempleo, de la ignorancia, la miseria y del narcotráfico que tanto nos ha afectado a nivel nacional e internacional, considero que vamos a tener que recurrir más al constituyente primario, que es el pueblo, para preguntarle si vamos por el camino correcto en todas las iniciativas políticas, sociales y económicas que se vienen tomando o se tomaron por el Gobierno nacional y el Congreso de la República.
No olvidemos que, en democracia, un principio universal que no podemos debilitar es el del voto popular y las consultas al pueblo como constituyente primario. Esos patrimonios democráticos no son ni de la derecha, ni de la izquierda, del centro o de los independientes, sino de la población, y por eso me parece un error los sectarismos o descalificaciones de algunas personas afines al Gobierno nacional contra algunos integrantes de la oposición, lo mismo que las invitaciones de algunas personas de la oposición política a un golpe de estado contra el gobierno nacional. Reitero que el cuento no es “que viva la democracia si me conviene, o conspiro contra ella si no me conviene”.