La gente se ríe cuando se advierte el peligro que corre Colombia de terminar, por cuenta del Gobierno del “cambio”, igual que Venezuela. Para muchos, la situación que se vive en el país está lejana a lo que ocurre en la dictadura de Nicolás Maduro. Pero hay que aclarar que el empobrecimiento de la hermana nación no sucedió de un día para otro, sino que fue un proceso que ya lleva dos décadas y que inició con la escasez de alimentos y medicinas.
Venezuela fue el país más rico de América Latina hasta que cayó en las manos del dictador Hugo Chávez, que prometió ser el “cambio”, pero que terminó implementando el modelo comunista de la dictadura cubana de los hermanos Castro. Poco a poco, los mercados se fueron desocupando en la medida en que Chávez apagaba el aparato productivo del país. Cerró la Polar, que era la principal distribuidora de alimentos, estatizó la producción del petróleo y, bajo la promesa de volver pública la salud, acabó con el sistema que existía.
Pues bien, Colombia está sufriendo el primer síntoma de la llegada del sistema comunista: la escasez. El asunto más grave de todos es el desabastecimiento de medicinas, que es responsabilidad del Ministerio de Salud que (mal) dirige Carolina Corcho. Una funcionaria de extrema izquierda que ha mentido de manera descarada al afirmar que Colombia tiene uno de los peores sistemas de salud del planeta. Al llegar al cargo se dio cuenta de que no eran ciertas sus fábulas, entonces no tuvo problema en contarle al país su maléfico plan que consistía en crear una crisis para que la gente entendiera que era necesario su cambio. Ocho meses después de estar al frente del ministerio, ha logrado que las droguerías estén desabastecidas en 1.421 medicamentos para el cáncer, VIH, hipertensión, diabetes, dolor y anticonceptivos.
La irresponsable ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, en sus primeras intervenciones como alta funcionaria de este Gobierno, manifestó que el objetivo era que la economía decreciera para, supuestamente, salvar el planeta. Por cuenta de ese argumento, que solo sirve para consolar a la clase social más vulnerable al decirle que con poquito pueden vivir “bien”, la ministra generó un pánico en el sector de los hidrocarburos, en el que muchas empresas empezaron a ver con recelo el accionar de este Gobierno. Tanto Vélez como el presidente Gustavo Petro han insistido en que la exploración y explotación del petróleo en Colombia se debe terminar para que haya una transición energética. Y en esa obsesión el precio del dólar se disparó, encareciendo muchos productos de la canasta familiar. Es que el dólar, hoy en día, debería estar entre los 3.800 y los 4.000 pesos.
El inexperto Gobierno del “cambio”, con tantas ganas de refundar el país como si nada bueno hubiera ocurrido antes de ellos, ha ido incrementando el precio de la gasolina. En casi ocho meses el galón ha subido 1.989 pesos, lo cual no sucedió en el Gobierno del expresidente Iván Duque. Esta realidad ha hecho que las personas estén dejando de usar sus carros porque la gasolina les sale muy cara. Y el aumento de la gasolina presiona la inflación, que tampoco han sabido controlar. De hecho, la inflación no cede y llegó al 13,34 por ciento, que no se veía desde hace más de tres décadas (es decir, 30 años, por si la ministra Irene Vélez no sabe hacer la conversión).
En el Gobierno de extrema izquierda ya cerraron dos aerolíneas comerciales de bajo costo. Esto es una pérdida económica gigantesca. Ultra Air cerró operaciones y responsabilizó a la inflación, el alto costo de la gasolina y el incremento del IVA de los tiquetes y de los hoteles en el 19 por ciento. Para los despistados, Iván Duque, con el objetivo de estimular el sector después de la pandemia, disminuyó el IVA de los tiquetes al 5 por ciento; este Gobierno lo incrementó al 19 por ciento. El cierre de las aerolíneas dejó a miles de familias sin vacaciones de Semana Santa. ¿Quién responde? ¿El ministro de los tintos en el aeropuerto? (o sea el de Transporte, por si la ministra Vélez lo desconoce).
La violenta reforma tributaria del presidente Gustavo Petro les subió el precio a más de 200 alimentos con el cuento de cuidar la salud y el planeta, y creó una realidad económica que el país no vivía desde los años ochenta del siglo pasado. Hay escasez de alimentos y de productos como la Coca-Cola Zero en lata. Los tenderos explican que no la volvieron a traer por lo cara. Tampoco volvió a llegar la mostaza Dijon y la mantequilla también empezó a escasear.
El presidente Gustavo Petro tiene una gran nostalgia por el modelo estatista de la Unión Soviética, ese que controlaba la vida de las personas, la movilidad, la salud, la educación y hasta los hobbies. Así es como funciona en Cuba y en Venezuela. Pero eso sí, la ideología se aplica solo para el pueblo. La gente es la que sufre, mientras el dictador, los amigos y funcionarios del régimen se dan la buena vida. Como la vicepresidenta viajando en su helicóptero de su casa a la oficina, que está a 400 kilómetros de distancia, o ahora, con el paseo al África de sus amores.
La economía se le salió de las manos al Gobierno y el presidente está atrincherado en su cuenta de Twitter buscando culpables del desastre: el presidente de El Salvador, Nayib Bukele; el expresidente Iván Duque; los medios de comunicación; la oposición y hasta el cambio climático. No ha entendido que el progreso es hacia adelante y que Cuba y Venezuela son los modelos del pasado que nadie en el planeta quiere repetir.