La lectura de la carta que Simón Bolívar escribió a su maestro don Simón Rodríguez en 1824 despertó en mí la curiosidad sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje del Libertador. Su educación estuvo ligada a las circunstancias que presenció, tuvo el privilegio de contar con personas que lo orientaron y de conocer diferentes lugares a lo largo de su trayectoria, logrando resultados extraordinarios para su proyecto de vida.
1. Aprendizaje a través de las personas que lo acompañaron
Su aprendizaje fue particularmente influenciado por sus mentores, quienes dejaron una huella profunda en él. Después de que su padre falleciera cuando tenía solo tres años, su formación inicial estuvo a cargo de su madre, María de la Concepción Palacios y Blanco. Ella le mostró un ejemplo de inteligencia, esfuerzo y fortaleza al cuidar de la familia y, a su vez, administrar las haciendas que poseían. Además, siempre veló por darle a su hijo una educación de calidad, tal y como lo registró Bolívar en una carta enviada a Santander en 1825: “mi madre y mis tutores hicieron cuanto era posible porque yo aprendiese: me buscaron maestros de primer orden en mi país”.
Su infancia estuvo marcada por una relación muy estrecha con Hipólita Bolívar, una esclava de la familia que lo amamantó y cuidó de él hasta convertirse en su segunda madre. Recibió lecciones de aritmética, escritura, matemática y física de maestros como Francisco Carrasco, don Fernando Vides, el capuchino Francisco de Andújar e incluso de geografía y literatura del humanista Andrés Bello.
Sin embargo, más que adquirir conocimientos, lo que Bolívar necesitaba era la formación de su carácter indomable y voluntarioso bajo la tutela de Simón Rodríguez, quien, además de despertarle un interés por la lectura, le permitió comprender el significado de la autonomía y de la libertad, tal como el mismo Simón Bolívar lo reconoce en su carta: “Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Todo esto gracias a una pedagogía innovadora para la época, que estimulaba la curiosidad de Simón Bolívar, el contacto con la naturaleza y la comprensión de la realidad de los desafíos de su tiempo.
2. Aprendizaje en diversos escenarios
Su infancia en la hacienda San Mateo, en los valles de Aragua, fue una etapa fundamental para su formación. Allí, rodeado de su familia y de la naturaleza, aprendió a valorar la fertilidad de la tierra, a montar a caballo, a atravesar ríos y a conocer la realidad del territorio.
Más adelante aprendería de los negocios de su familia, viviría una historia de amor con su esposa María Teresa y convertiría su hacienda en un refugio para las tropas de la independencia. San Mateo fue, sin duda, un escenario único de aprendizaje para Simón Bolívar.
También recibió una formación muy importante en la academia militar. Ingresó al Batallón de Voluntarios Blancos de los Valles de Aragua cuando era muy joven e inició su carrera militar. Mostró un gran interés por la estrategia y el liderazgo.
En Europa, con la mentoría del marqués de Ustáriz, quien lo acompañó en su formación en historia, literatura, filosofía y otras ciencias, y en el aprendizaje del arte de la esgrima y el baile, Bolívar amplió su visión del mundo y comprendió una nueva cultura. Él lo admiraba y de alguna forma se convirtió en la figura paterna que no pudo disfrutar en su infancia. Allí también recibió la influencia de Alexander Von Humboldt, célebre geógrafo, explorador y humanista que le ayudó a consolidar su comprensión de la naturaleza en América.
Tal vez su aprendizaje definitivo fue precisamente cuando regresó a América y emprendió la lucha por la libertad. ¡Aprender haciendo! De las victorias y derrotas, tanto militares como políticas, aprendió importantes lecciones, así como de los desafíos y oportunidades que ofrecía cada territorio.
3. Aprendizaje en el manejo de las emociones
Nació en condiciones privilegiadas en su familia, sin embargo, sufrió varias pérdidas que forjaron su carácter. No pudo comprender la muerte de su padre ni luego la de su madre, cuando solo tenía 9 años. Años después, la dolorosa pérdida de su esposa María Teresa tras solo ocho meses de matrimonio, lo sumió en una profunda tristeza.
El mismo contacto con la muerte se dio en las batallas militares, donde demostró su valentía y su liderazgo, sin que ello significara ausencia de miedo. Sus derrotas políticas lo afectarían aún más y lo llevarían a expresar el dolor de la incomprensión.
Asimismo, tuvo que gestionar sus emociones en los momentos de la victoria, una tarea aún más compleja. Corría el riesgo de caer en el amor por la gloria temporal, la ambición y la vanidad que podrían nublar su visión de un proyecto libertario.
Aunque tuvo debilidades, cometió errores y enfrentó crisis personales y políticas, su ímpetu y fogosidad le permitieron avanzar en su ideal. Tal vez fueron los rasgos que lo mantuvieron firme ante una vida tan compleja. Sin duda, sus emociones marcaron las reflexiones finales antes de su muerte con respecto a sus logros y al futuro de la América hispana.
Finalmente, se puede afirmar que la formación de Simón Bolívar no fue un saber en particular, con conocimientos específicos, sino una formación para la vida con base en experiencias. Lo más importante, fue una formación libre que le permitió descubrir su proyecto de vida y, muy especialmente, ser siempre fiel a su propósito superior.