Un fantasma recorre al mundo: el de la regresión. Tras el infarto de Wall Street en 2008 y el derrumbe de la extrema globalización, en la “desglobalización” (M. Bienefeld) afloran toda suerte de expresiones retrógradas. PanKaj Mishra, ensayista indio y escritor en The New York Times y The Guardian, entre otros, habla de La edad de la ira (2017).

Una era en la que brotan la xenofobia, el fanatismo, el anarquismo, el nihilismo, las utopías dementes, el mesianismo, la islamofobia, el chauvinismo, la demagogia, los populismos, el seguidismo político, el racismo, el supremacismo, el individualismo frenético y la aporofobia (A. Cortina), todos vestigios disgregadores del pasado, que asaltan como pesadilla millones de mentes humanas.

La economía corre “un periodo de más profundas transformaciones y problemas”, con “una crisis mayor que la reciente Gran Recesión, la que en retrospectiva parece ser solamente prólogo de un periodo” (Wolfgang Streeck, 2016). Según el sociólogo Streeck, persisten cinco desórdenes: “estancamiento económico, redistribución oligárquica, corrupción financiera, anarquía global y saqueo del sector público”. El resultado es un túnel, el caos para las fuerzas de la razón, ciencia incluida, del que nadie puede huir, aunque quisiera, dadas sus raíces materiales sin depender de ningún designio subjetivo. Así ocurre cuando las sociedades, a diferencia de los organismos, se descomponen antes de perecer. ¿Cuánto durará?

Colombia no es excepción, y acorde con un contertulio, “pasamos de la patria boba a la patria loca”. Humberto de la Calle, cabeza de lista al Senado de Verde-Coalición de la Esperanza, lo ratifica al decir: “impedir que el país se descarrile” cualquiera sea el extremo, porque “ambos infunden desconfianza” (El Espectador, 13/2/2022).

El despelote vendría de ocurrencias como restringir por decreto automático las reservas petroleras o similares, como las que en tiempos pretéritos se nombraron “socialismo utópico”, el de Proudhon, un “charlatán en la ciencia y contemporizador en la política”, combinadas con las no menos dañinas “recomendaciones” de la Ocde, además de la asociación a la Otan, máquina de guerra.

O se sigue descarrilando por otro lado. El Gobierno de Duque, encarnado en el Equipo Colombia, desvertebró más las descompuestas estructuras políticas, sociales y económicas nacionales. Hay 372 municipios con riesgo electoral por violencia (MOE), pérdida de la tendencia al crecimiento económico y desigualdad, pobreza y hambruna alarmantes que incubaron el paro nacional de 2021. En los foros políticos, sus precandidatos predican el autoritarismo en pro de la manida Confianza Inversionista, peor de lo mismo.

Concuerdo con De la Calle en que la agrupación electoral de oposición a Duque, conformada en la Coalición Esperanza, es la opción acertada, aquí y ahora. Con un programa general, trazado para salir del noveno círculo del infierno al que se lanzó al país, aclimata normas democráticas y éticas. Pediré el 13 de marzo el tarjetón de la consulta de la Esperanza y votaré por Jorge Enrique Robledo, de Dignidad, íntegro en su vida pública, quien enseña de modo serio y coherente una nueva democracia para Colombia y a partir de revisar los inicuos TLC. En la lista al Senado Verde-Esperanza mi voto será por Jorge Gómez Gallego (15), sobresaliente dirigente de la izquierda democrática en Antioquia con trayectoria consecuente y honestidad total, según lo demostró por cuatro años como representante por dicho departamento. Esto sin obviar al propio Humberto de la Calle, a Juan Carlos Flórez, a Iván Marulanda, en atrevida cruzada por otra política antidrogas, a Michel Maya, emprendedor vallecaucano, a Lina Arango, ambientalista, a Rosa Rodríguez, lideresa campesina, o a Martha Cardozo, empresaria rural.

Dignidad destaca en las cámaras jóvenes que son fruto del movimiento estudiantil y social de la última década: al médico Víctor Correa en Antioquia, quien ya se desempeñó en el Congreso con notas altas; en Santander, al abogado Juan Sebastián López, exvocero de las universidades privadas en la Mane; al economista David Mora en el Meta; al politólogo Yéilor Espinel en Cundinamarca; al investigador social Leonardo Jiménez en Bolívar y en Bogotá a Jennifer Pedraza, adalid del exitoso movimiento universitario de 2018. Vale mencionar a Johnson Torres, de los obreros cañeros en el Valle; al empresario Diego López, en Risaralda, y a Alonso Osorio, del sector agropecuario en Cauca. Sobresalen asimismo los nombres de Ana María Lleras y Fernando Rojas Parra, en Bogotá.

Un abanico que expresa de la mejor manera la Esperanza y la Dignidad, dos claves para que Colombia inicie un giro, una nueva historia.