En la historia de los certamenes electorales, Luis Carlos Galán es uno de los pocos perdedores que siguió siendo noticia inmediatamente después de su derrota. La víspera de las elecciones parlamentarias del domingo 9 de marzo, concentraba la atención de la prensa y de los observadores, quienes especulaban sobre las posibilidades que tenía el joven candidato de convertirse en el próximo Presidente de Colombia. Apenas 48 horas después, esa misma prensa y esos mismos observadores comenzaban a preguntarse sobre las posibilidades de que su carrera política estuviera terminada, mientras él retiraba su candidatura, después de haber asegurado mil y una veces que por nada del mundo lo haría.El propio Galán habla planteado las cosas en términos tan categóricos, al jugarsela toda con un lema que no le dejaba salida en caso de derrota: "Ahora o nunca". Sobre todo de una derrota tan contundente como la que le propinó el liberalismo oficialista, cuya votación lo supero en una proporción de 6 a 1. Las dos preguntas que todos se hacían a mediados de la semana pasada, tanto los más cercanos a Galán como sus más tenaces enemigos, eran: qué le habla pasado al Senador santandereano y hasta qué punto podría recuperarse de este golpe.La primera pregunta tiene varias respuestas. Pero todas ellas se explican por el mismo lado: Galán había repetido a lo largo de los 6 años de trabajo con el Nuevo Liberalismo, los mismos errores que durante este siglo cometieron las tres fuerzas que lo antecedieron en el intento por romper el bipartidismo: el unirismo gaitanista, el MRL lopista y la Anapo rojista.El primero de esos errores que repitió el Nuevo Liberalismo fue el de basar toda su campaña en el caudillismo. Así como el general Gustavo Rojas Pinilla había concentrado sus esfuerzos en movilizar con su figura a vastos sectores del campesinado y de las clases populares, Galan se había dirigido a la clase media y a ciertos sectores privilegiados de las grandes ciudades, que habían sido en 1980 la genesis del movimiento.Pero el problema no son las clases sociales a las que se dirija el caudillo, sino el hecho de que el impacto en ellas se base exclusivamente en su figura, que a la vez que moviliza a miles de personas, opaca la labor de los dirigentes regionales y mandos medios, cuyo influjo es necesario para llevar a la gente a votar en cada una de las regiones, ante el imposible práctico de que sea el caudillo quien lo haga, particularmente en unas elecciones parlamentarias. También se ha señalado la ausencia de planteamientos realmente audaces por parte del movimiento que pretendia ser el de las ideas nuevas y la renovación. Este error, que consiste no tanto en falta de planteamientos como en falta de divulgación de los mismos por parte del propio Galán, se explica en el hecho de que si lo que movía al electorado galanista a las urnas era la imagen del caudillo, no era necesario que éste se arriesgara a perder votos dando a conocer ideas que pudieran resultar más controvertidas de lo debido. Por eso, Galán apenas se atrevió a hablar de suprapartidismo para recoger velas horas después, negándose luego a pactar alianzas con fuerzas como la Unión Patriótica, demostrando que nada tenía de suprapartidista.Dentro de esta falta de audacia del movimiento, Galán repitió otro error típico de las anteriores terceras fuerzas: presentarse como movimiento de coyuntura cuyo objetivo central era renovar el bipartidismo, pero no romperlo. O mejor dicho, negarse a cortar el cordón umbilical que lo ata a ese bipartidismo, aceptando por ejemplo colaborar con el gobierno de Betancur el más bipartidista de todos desde la finalización del Frente Nacional . Teniendo en cuenta todo lo anterior, se puede pasar a responder la otra pregunta, sobre el futuro de Galán. ¿Qué caminos le quedan? En primer lugar, tiene la opción de continuar adelantando el trabajo del Nuevo Liberalismo con algunos cambios estratégicos, pero el mismo celo en la confección de las listas de candidatos, que incluyen a veces demasiados honestos y muy pocos capaces. De este modo, seguir recorriendo el mismo camino con la esperanza remota de ganarle algun día las elecciones al oficialismo.Un segundo camino, que muchos le están aconsejando, consiste en aceptar de frente que debe regresar al Partido Liberal, teniendo en cuenta que nunca lo abandonó del todo, pactando en un futuro próximo con aquellos jefes regionales del oficialismo hacia los cuales exista mayor afinidad. Esta salida le asegura al parecer una rapida llegada a la Presidencia de la República, pues si ese retorno al redil se produce durante los próximos dos años, cuando comience a debatirse el problema de las candidaturas no hará falta quien diga: Si no es Galán,¿quién? Finalmente, existe un último camino, el de la conformación de una tercera fuerza independiente del bipartidismo, para el cual parece ser demasiado tarde, como lo señaló el jueves en su columna de El Tiempo el periodista Enrique Santos Calderón. Y es demasiado tarde porque es posible que Galán haya desaprovechado su mejor momento, cuando las especulaciones sobre su arraigo popular y su fuerza le favorecian más, y podian significarle un factor de impulso único. Pero lo cierto es que Galán nunca ha querido recorrer este camino y de hecho no ha abandonado, después de la reciente derrota, el concepto de la misión que debe cumplir el Nuevo Liberalismo antes de desaparecer, o sea antes de volver a integrarse con el oficialismo.En fin, todo parece indicar que si Galán no está aniquilado, al menos sí lo está la inconclusa propuesta que hasta ahora significo. Y si no está aniquilado es sólo porque la historia de Colombia esta llena de cadáveres políticos que resucitaron y alcanzaron la Presidencia, entre ellos Belisario Betancur y su más seguro sucesor, Virgilio Barco, por quien nadie daba un centavo hace apenas cuatro años.