Muchos rumores rondan sobra las dificultades que tiene Apple para mantener el ritmo de ventas de sus iPhone. La mayoría de usuarios de éste y otros teléfonos inteligentes lo cambian por una nueva versión cada año y medio o dos años. Cuando sale una nueva versión, millones de emocionados consumidores llegan a sus casas a desempacar y encender su nuevo aparato, que ya difícilmente podemos llamar teléfono. Hoy en día el Smartphone es el compañero de viaje de la gente. La vida personal, social y laboral se desarrolla con la intermediación de estos dispositivos. Eso sí, siempre con la urgencia de tener el nuevo modelo.En los últimos meses, he observado, sin embargo, que muchos usuarios ven con menos entusiasmo el añorado cambio. Esta observación es consistente con las aparentes dificultades en las ventas de iPhone. Por ahora solo podemos especular sobre las razones, que pueden ser de muchos tipos, pero algo parece indicar que las personas no perciben que el nuevo teléfono sea realmente distinto, es decir, no perciben que su actual teléfono sea obsoleto.El asunto no es para nada trivial. Desde hace tiempo, se acusa a las empresas de acelerar artificialmente la velocidad de sus ventas a través de generar en el consumidor la percepción de obsolescencia del producto anterior. En su versión más extrema, la inducción de obsolescencia va más allá de la seducción con un nuevo modelo. Se ha acusado a las compañías de planear y ejecutar acciones que efectivamente hacen obsoletos los modelos anteriores a través de artimañas técnicas que inutilizan los productos. La tecnología es uno de los ámbitos donde más se cree que se ejecuta este tipo de acciones, pero hay muchos otros: vehículos, electrodomésticos, ropa por citar algunos. La llamada obsolescencia programada ha sido identificada como el motor de la aceleración del consumo ilimitado de lo innecesario, y por ende, fuente de problemas ambientales. Por esto, si hay signos de debilidad de la obsolescencia programada, por sutiles que parezcan, un nuevo panorama se abre para el consumo responsable y sostenible. Es inevitable que la reflexión del consumidor sobre su forma de consumir, que tanto estamos tratando de propiciar, lleve a cuestionar la velocidad de reposición de muchos productos.Consumidores que se cuestionen estas cosas pueden parecer la pesadilla de muchas empresas que esperan ansiosas el retorno de los clientes a sus anaqueles. Aunque sabemos del fenómeno, no sabemos qué tanto del crecimiento económico corresponde a consumo generado por obsolescencia programada.Ojala las empresas detecten estos signos y aceleren sus procesos de innovación teniendo de nuevo a la durabilidad como factor de calidad. Esto suena a cosa del pasado, pero si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en lo relativo a la producción y el consumo, la durabilidad, reutilización y multiplicación del valor de los productos serán protagonistas de una forma renovada de consumir. Pero la economía no tendría que sufrir. Los negocios se pueden mover a facilitar precisamente la extensión del uso, con servicios adicionales, actualizaciones y adaptaciones. Habrá que usar mejores y más durables materiales donde el reciclaje se podrá hacer más cuidadosamente y con sistemas mejor estructurados. Esto puede facilitar modelos de producción más eficientes donde los desechos de consumo realmente sean los insumos principales. Todo gracias a un ritmo más lento, donde la reposición acelerada deja de generar montañas de residuos no utilizables. Según el índice Greendex, los mercados emergentes son los más abiertos y dispuestos a incorporar patrones de consumo responsable.Si efectivamente la obsolescencia programada pierde fuerza sobre todo en estos mercados, podemos soñar con una superación de pobreza que no multiplica el daño ambiental sino que ocurre sobre formas de consumo dominadas por una renovada lógica de durabilidad y reutilización. Esperamos que las empresas respondan al llamado con innovación y creatividad.