Mientras el adalid de la prensa venezolana, el diario “El Nacional”, se ve obligado a cerrar su edición impresa por el acoso del gobierno, ya que al estilo de todas las dictaduras, le negó el acceso a la compra de papel, Maduro opta por realizar “Juegos de Guerra” para enfrentar un supuesto ataque de los Estados Unidos y de Colombia. La presencia de aviones de combate rusos en Venezuela, para realizar operaciones “conjuntas”, además de las desafiantes acusaciones de Maduro a Colombia, cero y van cien, de estar fraguando una invasión contra su país e incluso su propio asesinato, indican que está echando mano a todos los recursos ante la situación que enfrentará internacionalmente, después de que asuma una vez más el poder a partir del próximo mes, como producto de unas elecciones espurias. La estrategia de Maduro ahora es la de tratar de convencer a los venezolanos que todavía viven en su país, que la sempiterna “amenaza militar” de Colombia, está más cerca que nunca. Lo que no ha calculado bien es que su situación no es la misma que la de los desprestigiados generales argentinos cuando, aprovechando los sentimientos nacionalistas, invadieron Las Malvinas y estuvieron a punto de precipitar la guerra con Chile. Ahora al mandatario venezolano, ni sus partidarios le creen. Tampoco la comunidad internacional, ni siquiera sus aliados. La migración masiva de los venezolanos que ha conmovido al mundo y la situación caótica por la que atraviesa el país, no obstante sus ingentes riquezas, son la mejor demostración de la condición a la que ha llevado a la patria de El Libertador. Los rusos le envían un par de aviones durante una semana para hacer “show”: no podía Putin hacer menos ya que Venezuela utiliza sus menguados recursos para comprarle armamento. Por su parte, los chinos mandan a un buque para atender a miles de venezolanos dejados de la mano de Dios, pero al mismo tiempo, le exigen el cumplimiento de las obligaciones pecuniarias que ha adquirido.   La estrategia de Maduro está inspirada por la camarilla político-militar que lo sostiene, que sabe muy bien que, ante un colapso del régimen, su destino estará colmado de negros presagios. Incluso recuerdan que el general Pinochet, después de su retiro del poder, estuvo al borde de pasar el resto de sus días en una cárcel británica y que dictadores y generales africanos han sido detenidos en diferentes países o han pasado por la Corte Penal Internacional.   Tampoco le han dicho a Maduro sus asesores, que una invasión colombiana o de otro estado o grupo de estados con la colaboración de Colombia, es un absurdo imposible, ya que, no obstante la animadversión generalizada que inspira su régimen en nuestro país y de los graves efectos que nos está causando, nadie apoyaría que el gobierno se involucrara en una aventura militar, ¿Ignora acaso Maduro que un conflicto armado con Colombia, de impredecibles consecuencias para ambos estados, sellaría su suerte y la de su camarilla? ¿Será acaso que el arma secreta que tiene para mantenerse en el poder es la de sacrificar a toda una nación?