En días recientes entré a la página que tiene en Facebook la periodista radial Marcela Alarcón y vi que les preguntaba a sus fans, si tuvieran qué elegir, con cuál red social se quedarían: ¿Twitter o Facebook?   Bastó una fracción de segundo para saber que lo mío es Facebook, como cuando a uno le preguntan por la mujer que más ha amado y el nombre casi estalla a flor de labios. Pero lo que llamó mi atención fue observar que en el sondeo citado a muchos les costaba trabajo decidirse entre una u otra, que es como si a un grupo de adictos les preguntaran qué prefieren entre la marihuana o la cocaína, y se decidieran por ambas.   Y es que, no nos llamemos a engaños: hoy Facebook y Twitter actúan como poderosos psicoactivos virtuales, que distraen y a la vez enriquecen la percepción del mundo exterior, sólo que sin producir resacas ni efectos colaterales diferentes a los relacionados con una especie de ensimismamiento o aislamiento del mundo exterior, en el que su consumidor cree estar rodeado de mucha gente mientras permanece infinitamente solo frente a la pantalla de su computador o su Blackberry, su tableta o llámese como se llame.   Hoy se calcula en 1.060 millones el número de usuarios de Facebook en el mundo, y en ‘apenas’ 200 millones los de Twitter, que envían un promedio de 400 millones de trinos a diario. Twitter de todos modos trae el ritmo de crecimiento de un tsunami, si consideramos que sólo en 2012 se registraron 60 millones de nuevos tuiteros, y Facebook viene con una tendencia decreciente. Esto haría pensar si no podría ocurrir como la ola que se hace gigante y termina estrellándose contra la playa, pero no es la hora de las profecías sobre fenómenos tan impredecibles. Además, puesto que se trata de una adicción, resulta difícil imaginar que algún día Facebook o Twitter puedan declinar, y la adicción consiste en que cada vez se hace más necesario dedicarles mayor tiempo, en manifestación de una dependencia aún no suficientemente explorada.   Continuando con la metáfora arriba expuesta, me atrevería a decir que Facebook se parece a la marihuana y Twitter a la cocaína, en la medida en que la primera invita a la contemplación o al diálogo sosegado, y la segunda a la acción, a la euforia, a la discusión en voz alta. No estamos sugiriendo con esto que los aficionados a Facebook sean una partida de marihuaneros y los tuiteros unos esnifadores consuetudinarios, sino que el comportamiento asociado a uno u otro se asemeja de un modo recóndito a los efectos que cada ‘sustancia’ produce en el respectivo consumidor.   Facebook, como la marihuana, actúa con relativa lentitud o modorra: usted repasa fotos sin prisa, lee con calma la sobrecarga de mensajes de superación personal que a diario llega (y esta es la parte ‘jarta’), conoce fotos familiares de fulano o zutana, se suscribe a Erocirque o a Militancia Erótica para ver mujeres (u hombres) en artística desnudez, escribe (o recibe) textos largos, manda solicitudes de amistad, entabla nuevas relaciones, coquetea, en fin.   En Twitter se trata ante todo de demostrar que usted es el más ingenioso de todos en la elaboración de apuntes o reflexiones que no superen los 140 caracteres, en una competencia vertiginosa donde al menor descuido uno se ve inundado de centenares de trinos que en cosa de segundos te traen otros centenares de nuevos trinos, y así sucesivamente, hasta el cansancio. Facebook es Marcel Proust, Twitter es Alain Prost.   Si algo positivo hay que verle a Twitter es que informa al instante y fomenta el debate (sobre todo el político), mientras que Facebook recrea, entretiene, solaza. Facebook es para hippies, Twitter para yuppies. Facebook es la poética, la estética, la lúdica; Twitter  es el intelecto puro, la filosofía en pastillas, la arquitectura del texto breve. Facebook es la habitación con vista al mar; Twitter con vista a la calle, a la ciudad encajonada en frases como edificios atiborrados de oficinas y apartamentos.   Facebook es la piscina, Twitter el autódromo. Facebook el paseo en bicicleta, Twitter el ping pong (si el debate se da con altura) o el ring de boxeo cuando se procura enviar a la lona al contrincante. Facebook es gráfico, Twitter es textual. Facebook es la valeriana, Twitter la adrenalina. Facebook te hace creer que tienes amigos, Twitter que eres estadista: por eso en el primero haces amistades virtuales, y en el segundo conquistas seguidores ídem.   En lo relativo a las personas que ‘consumen’ ambas redes sociales, he podido observar que muchos lo hacen para estar enterados de todo lo que pasa, pero siempre preferirán a una y descuidarán a la otra. Es el caso por ejemplo de los periodistas, entre quienes se hace sospechoso el que no tenga cuenta en Twitter, pero es fácil diferenciar al que la tiene por obligación profesional del que la disfruta con verdadero deleite, y el caso quizá más representativo sería el de Vladdo, cuya cuenta en Facebook cumple casi la única función de reproducir sus trinos de Twitter, y que al cierre de esta nota ya se acercaban a los 50.000, dirigidos a sus casi 300.000 seguidores.   Sería interesante entonces preguntarle a Vladdo por qué prefiere Twitter a Facebook, a la espera de ver si por fin logro enterarme de lo que me estoy perdiendo, y con la seguridad de que su respuesta enriquecerá el debate.   https://www.facebook.com/jorgegomezpinilla   @Jorgomezpinilla