Caben en un taxi, pero actúan como si fuesen millones. Imponen condiciones, marcan líneas rojas, desprecian a contrincantes, pronuncian frases grandilocuentes, se creen superiores. El espectáculo que nos brindan estos días los del Centro Esperanza es una mezcla de vodevil y cine fantástico.
Alguien debería recordarles sus escuálidos resultados y agregar que ni siquiera aportan la tula completa, siguen tan divididos como al inicio de su tortuosa carrera. Por si faltara algo, en la foto del Cuarteto pro-Rodolfo aparece el politiquero samperista y santista Juan Fernando Cristo. ¿No era que querían cambio? “Cero Uribe”, clama un Fajardo desplomado en las urnas, y presentan 20 puntos que apuntalan la exigencia.
“Los últimos Gobiernos no escuchaban, y Rodolfo escucha”, explicaba el exgobernador de Boyacá, Amaya, como si Cristo y Alejandro Gaviria no hubiesen formado parte de esos últimos “Gobiernos”.
No satisfecho con su incoherencia, escuché al boyacense una explicación que es el colmo de la sobradez: aunque no quieren nada con las directivas del Centro Democrático, aceptarán los votos de sus seguidores. Comprende, dijo, que son gente equivocada, pero si desean “pasar la página del uribismo”, acogerán a los conversos en su propósito de “hacer un gobierno que una a Colombia”. Al estilo de los españoles con los indios, pero hace 500 años: renieguen de sus dioses paganos y los consideraremos humanos.
Al mismo tiempo que se las daban de vencedores, libraban una suerte de exhibicionismo de credenciales antiuribistas. Lo sorprendente es que no lo hacían para agradar a Rodolfo, sino para defenderse de los ataques del petrismo. Les dolía que la estrategia de la extrema izquierda de señalar al ingeniero como el tapado de Álvaro Uribe pudiera salpicarlos. No imagino qué harán sin la figura del expresidente, que estuvo desaparecido en campaña. Quedarán huérfanos de discurso, no tendrán a quién llamarle asesino y perderá piso su difamatoria división entre pacíficos colombianos y malvados guerreristas.
Para completar la obra teatral, todavía faltan los eternos hermanos Galán, que llevan toda la vida, al igual que Petro, viviendo del erario. Lucen el mismo aire triunfalista de los centristas, aunque solo suman su emblemático apellido. Cabría preguntarles si ya pidieron para Juan Manuel la Cancillería, arrebatándosela a Ingrid, mejor preparada para el cargo, o si se la ofrecieron los del Pacto Histórico o qué otra cartera o cargo futuro anhelan. Apuesto a que en ese mercado persa le sacarán más jugo al santandereano, deseoso de incorporar a su bando a los retoños de su ilustre paisano.
Mientras todos los políticamente correctos pasean por las pasarelas mediáticas, el único que de verdad tiene los votos que necesita el ingeniero ha corrido a brindarle su apoyo sin alharacas ni esperar nada a cambio. Lo hizo con una razón tan sencilla como profunda y honesta: por el bien de Colombia. Punto.
Fico Gutiérrez le ha dado a Fajardo, político valioso, y al resto de los centristas, donde hay mucho mañoso, toda una lección de rectitud política. En la campaña cometió el error de incorporar personajes funestos que representan todo lo que Colombia detesta y tampoco supo transmitir su buen bagaje de gestión e independencia. Pero en la derrota ha sacado lo mejor de su carácter y ha demostrado que es un patriota, un líder responsable y una buena persona.
Cierto que a día de hoy el viejito tiene todo en la mano para ganar, pero que todavía no cante victoria. Eso de jugar a dios que un día sepulta a Uribe, para justificar que no pacta con muertos, pero al día siguiente resucita cadáveres políticos, puede traerle disgustos. Yo no daría por sentado que tiene asegurados los 2 millones del uribismo solo por el pánico a Petro. Sería más prudente no tensar la cuerda tanto.
Igual que no acude a debates para no embarrarla, no tiene necesidad de insultar a esos votantes. Nadie le pide contar con ningún uribista en el Gobierno, a fin de cuentas, Duque nombró a muy pocos en su equipo. Pero una cosa es resignarse a que los consideren parias, y otra, aguantar más ofensas. Cualquier día una gota rebosa el vaso y de pronto se quedan en la casa. En elecciones, no conviene descartar nada.
Rodolfo Hernández debería ser consciente de que para muchos solo supone la única opción tanto por empresario como por sus posibilidades de ganarle a Petro. Lo votarán con la nariz tapada antes de ver al país rodar hacia el abismo. Luego soñarán con que sepa formar un gobierno capaz con su propia vicepresidente, con Ingrid Betancourt y el coronel José Luis Esparza, nombres valiosos y habrá otros.
Pero el ingeniero no es un estadista, ni la extrema izquierda se parece al demócrata Fico Gutiérrez, que acepta la derrota con elegancia y se vuelve a su casa sin hacer ruido. O Rodolfo gana con amplio margen, o la lían. Necesita todos los votos, no tiene sentido jugar con fuego.
NOTA: En una entrevista en Caracol Radio, Alejandro Gaviria repitió una decena de veces que es “un líder político”, como si fuese un título. Otro santista para Petro.