¡Que debe haber un líder de la oposición! ¡Que deben unirse los partidos de oposición! ¡Soy el jefe de la oposición! ¡No hay oposición! ¿Dónde está la oposición?

¡Hay que definir una agenda de oposición para negociar con Petro! ¡Que ni Petro ni Uribe! ¡Hay que hacer oposición, pero pasito! ¡No se radicalicen! ¿Para qué marchar?

En los corrillos, en el WhatsApp, en las columnas de los opinadores y en las redes sociales se oye a diario este tipo de comentarios.

Creo que reflejan en gran medida un rasgo muy colombiano: pontificar sobre los problemas, envolverse de cinismo y evitar a toda costa acciones concretas para el cambio.

Buscar la redención y la solución en el otro es otra gran característica del ethos colombiano. El afán de una solución rápida, simplista y de mínimo esfuerzo a problemas endémicos que ignoramos porque su solución implica esfuerzo, confrontación, construcción, desprendimiento y a veces sacrificio.

¡Los políticos son los culpables! ¡Los empresarios son los culpables! ¡Los jueces o los maestros son los culpables!

Y por esa ruta hemos llegado a mesianismos que siguen, para muchos, definiendo toda la política y, por opuesto, a los antimesiánicos, las más de las veces igual de sectarios e intransigentes que los mesías que critican y quieren inmolar.

Las marchas pasadas y del 15 de febrero reflejan un proceso, en mi opinión, admirable de movilización. Un primer paso de compromiso personal para cientos de miles de personas que posiblemente nunca en sus vidas habían sentido la motivación o la necesidad de realizar una acción política concreta, en este caso ejerciendo el derecho constitucional a la protesta.

He marchado en todas las marchas, sin ser promotor de las mismas, identificado con el sentimiento de angustia por las malas reformas de Petro, indignado por la purga del liderazgo de nuestra fuerza pública. Furioso por la hipocresía, egoísmo e inmoralidad de partidos como el Conservador, el Liberal y la U.

Marché por el despropósito de la agenda energética del gobierno, la nacionalización de la salud y el secuestro del sistema ahorro individual en pensiones. Marché indignado por la ‘paz total’ y su objetivo de impunidad total, convencido de que solo con justicia llegamos a la paz. Marché también convencido de que la democracia sí está en riesgo, habiendo visto y oído las tentaciones totalitarias de Petro.

Los cómodos de sillón, que ven las marchas en las redes o en los noticieros, claman que no sirven para nada, que van a fatigar a la oposición. La mayoría de los políticos de oposición evita salir por el temor a que fracase la convocatoria y la marcha no luzca bien en sus redes. Otros acuden por un ratico para el video de rigor y publicar en redes. Otros políticos no ven réditos en el esfuerzo de movilización o, por el contrario, sienten que participar los expone a lucir poco moderados.

A mí, al contrario, me admira y llena de optimismo la movilización. Es el primer paso en la construcción de un espíritu de militancia que permitirá quitarles la política a los “profesionales” y frenar la militancia frenética e irracional del petrismo.

Es la ruta adecuada. Que nos vuelva a preocupar y doler la política. Por esta ruta debemos motivar a los ciudadanos a vivir y hacer la política en primera persona.

Y no nos equivoquemos. Quien convoca realmente las marchas es Petro. Con sus malas reformas, su mensaje de odio, las chambonadas de su gabinete y el deterioro acelerado de la economía y la seguridad.

Este sentir popular no debe ni puede ser apropiado por el liderazgo de la oposición. Los parlamentarios de oposición, los influenciadores de oposición, los políticos de oposición, estamos haciendo un buen trabajo exponiendo las malas ideas de reforma, sus inconsistencias y denunciando la ineficacia general de la acción de gobierno del Ejecutivo.

Las organizaciones que convocan las marchas, en su diversidad, deben seguir activas y motivadas por sus logros y aprender a ejercer su liderazgo de manera participativa y a través del diálogo.

La oposición toda, con su diversidad y preocupación, no debe tener agenda para negociar con Petro. Eso solo serviría para que oportunistas saquen provecho de las visitas a Palacio.

La oposición debe darles prioridad a dos objetivos en mi opinión: romper con presión mediática y en redes sociales la utilitaria coalición de gobierno pasándole factura, desde ya, a los parlamentarios que le entregan al gobierno su voto por canonjías; el segundo objetivo trascendental es lograr que la indignación creciente con el mal gobierno de Petro se exprese fuerte en los municipios y gobernaciones en octubre de 2023. Para esto último es fundamental hacerse militante, lanzarse como candidato o buscar candidatos buenos y apoyarlos decididamente desde ahora.