Un gobernante tiene que contar con una gran dosis de cinismo y desvergüenza para impulsar una norma cuyo beneficiario es él mismo. Por ejemplo, la reelección. Lo está haciendo Hugo Chávez en Venezuela, argumentando que el pueblo no le permite dejar huérfana la "revolución bolivariana". Lo está haciendo también, y de manera más solapada, Álvaro Uribe, firmando decretos de medianoche para mantener vivo artificialmente un referendo que ha violado las leyes electorales, congresionales y hasta gramaticales.Declaremos fuera de concurso a estos dos Presidentes, que han hecho del descaro su estrategia de gobierno, y miremos cómo ese ejemplo se ha multiplicado entre sus amigos y -quién lo creyera- también entre sus contendores. Porque no es menos caradura Gustavo Petro, el senador del Polo Democrático que ha sido valiente a la hora de denunciar pero que no conoce límites cuando se trata de lograr un triunfo, aunque acabe devolviéndosele. Petro ya no recuerda con quién se alió, hace un tiempo, para lograr la elección del comisionado de televisión Fernando Álvarez. Tampoco las maniobras que hizo para legitimar la primera reelección de Uribe, pensando en los millones que recibió su movimiento por aprobar una ley de garantías fabricada a la medida del régimen.Ahora Petro vuelve a asomar su cara dura para elegir Procurador a una persona que encarna la intolerancia y la exclusión. Exactamente las razones contrarias a las que explican que Petro tenga hoy una vida política.Tan caradura como su elector ha resultado el futuro procurador, Alejandro Ordóñez, viejo perseguidor de todo aquello que discrepe de su fe, ahora se reclama perseguido. Nadie le ha quemado sus libros al doctor Ordóñez, ni ha tachado de pecado sus creencias. Ya tendremos la oportunidad de revisar la conformación de la nómina y las decisiones del nuevo y virtuoso jefe del Ministerio Público. Caradura, y de los grandes, Fabio Valencia Cossio, que sigue de ministro de Justicia mientras se conoce más y más de las relaciones de su hermano -y protegido- con la mafia. "Porque usted, señor Ministro, no es cualquier Ministro, sino el Ministro de la Justicia, y no puede pesar ninguna tacha sobre usted o sobre su entorno…", le decía el parlamentario Fabio Valencia Cossio al entonces ministro José Manuel Arias Carrizosa en un debate por la importación irregular de un Rolls Royce. Un juego de niños, comparado con las hazañas de quien otrora esgrimía el dedo acusador.Y qué tal José Obdulio Gaviria, el paradigma de los caraduras. Con un hermano asociado con la empresa que pagó por el asesinato de Guillermo Cano. Con otros dos que estuvieron enredados en temas de narcotráfico en Estados Unidos. (Por cierto, uno de ellos trabaja con la Presidencia de la República, qué casualidad, y ha estado relacionado con entregas de tierras en Chocó a una asociación fundada por familiares de Carlos Castaño y 'Monoleche'). El flamante José Obdulio no tiene inconveniente en llamar "perro" al hijo de Rodrigo Lara Bonilla, víctima de su primo Pablo Escobar.Caradura, como pocos, Germán Vargas Lleras. Jugando al "quiero y no puedo" con el referendo reeleccionista. Buscando al mismo tiempo estar adentro y afuera para que todos le queden muy agradecidos.Hay también pequeños caraduras, como el ex ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla. Después de proponer la reducción del salario mínimo por considerarlo "ridículamente alto", Carrasquilla le sacó su primita de Navidad al Estado. El 10 de diciembre recibió el encargo de la Cntv de revisar los informes de las bancas de inversión que valoraron la prórroga de los canales privados. Se tomó menos dos días para entregar su OK y cobrar 16.028.880 de pesos. Unas horas "ridículamente baratas", lo mismo que recibe un obrero por tres años y medio de trabajo.Para ustedes, feliz Navidad. Y para los caraduras, la seguridad de que tendrán un próspero Año Nuevo.