Alexander Morales Ortiz fue asesinado el 18 de marzo de 2011 mientras almorzaba en el restaurante vegetariano Flor de Loto, en el centro de Pereira. El sicario que le disparó huyó, pero fue luego capturado en Dosquebradas. Su nombre es Carlos Andrés Velásquez Villada. Estuvo casi diez años preso en la cárcel de La Dorada por homicidio, hurto y porte ilegal de armas. Cuando cometió el homicidio en Pereira era prófugo, pues no regresó a la cárcel después de un permiso de 72 horas.
La Fiscalía firmó con el sicario un principio de oportunidad y le concedió total inmunidad. En ese momento comenzó la flagrante arbitrariedad cometida por la Fiscalía, pues el sicario acusó falsamente a un periodista de Medellín de ser el mandante del delito y de haberse reunido con él en Pereira. El periodista se llama Wilmar Vera y era docente en una universidad. El sicario afirmó que se reunió con Vera el 13 de marzo de 2011, pero en otro testimonio se contradijo y señaló que el encuentro fue el 16 de marzo de 2011. Vera demostró que en ambas fechas se hallaba en Medellín. El 13 de marzo en el cumpleaños de su hija y el 16 de marzo dictando clases y en el gimnasio de la universidad, donde firmó unas planillas de asistencia y estuvo con otros profesores. “Varios de los parientes del occiso desde un principio lanzaron señalamientos en contra de Wilmar Albeiro Vera como la persona que estaba detrás del asesinato de Alexander Morales Ortiz”, señaló el Tribunal Superior de Pereira. Vera había sido años atrás profesor de la Universidad Católica de Pereira, donde conoció a Morales Ortiz, que era estudiante. Morales Ortiz le propuso invertir en una volqueta para sacar carbón en La Jagua de Ibirico (Cesar) y Vera aportó 50 millones de pesos. El negocio quebró y Vera en muchas ocasiones le pidió a su antiguo estudiante que le devolviera el dinero. De ese hecho, la Fiscalía concluyó que Vera tenía un móvil para delinquir.
Desde 2012, Wilmar Vera pasó 27 meses en la cárcel San Bernardo de Armenia, injustamente detenido. A la Fiscalía no le importó la falsedad manifiesta del sicario, el cual describió a Wilmar Vera como “de contextura más bien gruesita”, cuando Vera es alto y flaco. La Fiscalía quería dar resultados contra toda evidencia. Cuando un juzgado de Pereira absolvió a Vera, la Fiscalía absurdamente apeló. Los argumentos que empleó constituyen vergonzosa complicidad con el sicario. Señaló la Fiscalía que el sicario no pudo inventarse todas las cosas que dijo porque siendo el autor material del delito le era fácil saber quiénes fueron las personas que lo contrataron. A nadie se le puede creer sin verificar los hechos, pues toda persona, criminal u honorable, puede mentir. Pasó por alto la Fiscalía que el sicario dio fechas distintas sobre la inexistente reunión con Wilmar Vera. Pasó por alto que el simple hecho de pedir la devolución del dinero no era suficiente para demostrar que Wilmar Vera fue el mandante del delito. Pasó por alto que el occiso tenía otros socios que también invirtieron en el negocio.
La verdad salió a flote gracias a una contundente sentencia del Tribunal Superior de Pereira, dictada en 2020 por el magistrado Manuel Yarzagaray Bandera. Las mentiras y mendacidades del sicario, afirmó el magistrado, tenían el propósito de “hacerse merecedor del principio de oportunidad que le fue otorgado por la Fiscalía como premio por delatar”. También anotó el magistrado: “No son dignas de ninguna credibilidad las sindicaciones que Carlos Andrés Velásquez efectuó en contra del procesado Wilmar Albeiro Vera Zapata como la persona que estando detrás de bambalinas fungió a modo de determinador o de autor intelectual del asesinato”. Adicionalmente, el magistrado señaló que el padre y la viuda del occiso declararon en el proceso que Alexander Morales se había comprometido a pagarle a Wilmar Vera la suma invertida “con unos contratos que unos políticos le iban a dar luego que concluyera su participación en la contienda electoral por una curul en el ayuntamiento de esta municipalidad”. De ello concluyó el Tribunal que a Wilmar Vera le convenía que Morales estuviera vivo y no muerto.
¿Quién responde por los dos años en que Wilmar Vera estuvo injustamente privado de la libertad? ¿Quién responde por la angustia y las enfermedades que ese atropello causaron en su familia? ¿Quién responde por la pérdida del empleo y por otras pérdidas económicas en que incurrió Wilmar Vera para contratar abogado y defenderse de acusaciones manifiestamente falaces? Nadie, pese a que en este caso la Fiscalía incurrió en una conducta criminal tan grave como la del sicario que asesinó a un comensal del restaurante Flor de Loto.