Al presidente Gustavo Petro le quedó grande ser el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia. El país arde y al mandatario poco o nada le importa.
Su cabeza, corazón y mente están en la guerra de Israel con el grupo terrorista de Hamás, y aunque no tiene jurisdicción en ese conflicto como sí lo tiene sobre lo que ocurre en el país que gobierna, se la pasa pontificando sobre la necesidad de que entre israelíes y palestinos se dejen de matar. Pero, como siempre, no aporta soluciones, sino discursos vacíos para las redes sociales en su intento desesperado por graduarse de líder mundial.
Es desolador, por decir lo menos. En el Cauca no paran los atentados, las bombas, el reclutamiento de menores, los ataques con drones y hasta el papá de la vicepresidenta Francia Márquez sufrió en carne propia la violencia desatada en un episodio en el que no se supo exactamente qué fue lo que le pasó.
Mientras el país se desbarata y arde en el fuego de la violencia del narcotráfico, Petro se fue hasta Europa para mandar a decir desde allá que el viaje se acababa antes de tiempo, porque en la Conferencia de Paz en Suiza no había ambiente para las ‘progrepretensiones’ del líder intergaláctico. En realidad, al parecer Petro o sus asesores entendieron que era una reunión de adultos que gobiernan el mundo, y que llegar con discursos altisonantes, rimbombantes y cantinflescos no tenía sentido. Fue sabio no exponer al país a otra vergüenza internacional.
Mientras Petro regresaba del ‘Euro tour 2024’, la vicepresidenta Francia Márquez le exigía al Gobierno potencia mundial de “vida”, del cual ella ocupa la segunda dignidad más importante, que hiciera algo por el Cauca. Solicitud que resulta de nuevo irrisoria e indignante, toda vez que la propia Márquez presidió en Popayán, Cauca, un consejo de seguridad con el ministro de Defensa, Iván Velásquez, el pasado 20 de mayo, en medio de la ola de violencia del departamento de donde ella es oriunda. ¿No se acuerda la funcionaria de ese evento tan trascendental para su departamento?
¿Cuál fue el seguimiento que les hizo la vicepresidenta a las conclusiones de ese consejo de seguridad, del que parece no se acuerda, después de que en un atentado murió un menor de edad de 12 años? ¿Los niños que le importan a este Gobierno son los de Gaza, pero los del Cauca importan “ocho cuartos”?
La falta de responsabilidad de este Gobierno llegó a su clímax cuando en plena moción de censura en contra del ministro de Defensa, Iván Velásquez, el funcionario tuvo la desfachatez de echarle la culpa de la situación del Cauca al Gobierno de Iván Duque, ¡que terminó hace dos años! Pero no sorprende el descaro con el que los progres escurren el bulto y les achacan la culpa a los demás. Lo que realmente exaspera es que el sobradísimo senador Gustavo Petro dijo en campaña de 2022 que el Gobierno de Iván Duque era el peor de la historia y que él tenía la fórmula para resolver todos los problemas de la violencia. ¿Por qué no los ha resuelto y, en cambio, sí todo ha empeorado? ¿Acaso no fue Petro el que prometió que la guerra con el ELN se acabaría en los tres primeros meses de su mandato? ¿Esa derrota también es culpa de Duque o de los medios de comunicación?
La política de “paz total” es un fracaso total y por eso el propio presidente, en mayo de 2023, anticipándose a su fiasco, le anunció al país que a él no le gustaba el nombre de la “paz total”, que ese era otro invento más de la prensa.
El “cambio” entregó a Colombia a la criminalidad. El ministro de Defensa afirmó que las disidencias y los grupos armados al margen de la ley han aprovechado los ceses al fuego para rearmarse y fortalecerse. ¿Qué esperaba el Gobierno? Es difícil creer que después de que Petro confesó en 2022 que, en efecto, en las cárceles de Colombia su hermano estaba ofreciendo a los criminales “perdón social” a cambio de votos, este Gobierno tuviera diseñada una estrategia de seguridad para proteger la vida de los colombianos.
No fue así. De hecho, se inventaron un nuevo relato que difunde desde el presidente para abajo, y es la absurda teoría de que la ola de violencia en el suroccidente del país se debe a que el Estado, supuestamente, va ganando la guerra en contra de las estructuras criminales. El chiste se cuenta solo. Es una tragedia que Colombia esté al garete y que las Fuerzas Armadas hayan sido derrotadas al dejarlas premeditadamente encerradas en los cuarteles mientras los criminales y narcotraficantes se pasean con total impunidad e inmunidad por el país como Petro, digo, Pedro, por su casa. Y mientras ocurre este desastre, desde la Casa de Nariño el al parecer desocupado presidente les impone a los colombianos que el sombrero de Carlos Pizarro, el criminal del M-19, ahora es patrimonio cultural nacional. Con una resolución le otorgan “perdón social” a ese delincuente y reescriben la historia, como lo advertí, a las patadas.