No hay duda de que la artífice del triunfo del presidente Gustavo Petro se llama Francia Márquez. Al menos, en una buena parte. Fue ella quien llevó a su campaña los 770.000 votos que había obtenido en la consulta del Pacto Histórico, que fueron la diferencia que inclinó la balanza a favor de Petro y que le dieron la victoria presidencial sobre el ingeniero Rodolfo Hernández.
Fuerte, frentera y con una trayectoria en la defensa de las minorías y las víctimas, se esperaba que Francia Márquez tuviera un liderazgo en este Gobierno, sobre todo en temas de mujer, de infancia y de inclusión. Era Márquez la líder natural de los temas que correspondían a sus causas. Su historia de vida, que dejaba ver a una mujer que había roto todos los estereotipos, hacía prever su protagonismo en el Gobierno. Nadie esperaba que Márquez fuera una vicepresidenta de carácter decorativo, por lo que se esperaba que su gestión fuera más allá del camino adelantado por su antecesora, Marta Lucía Ramírez. Partidarios o no de su gestión, fue un elemento clave en el Gobierno de Iván Duque, principalmente en el manejo de las relaciones internacionales y el liderazgo de causas relacionadas con el rechazo a la violencia contra las mujeres.
Pero, muy por el contrario, la gestión de Francia Márquez pasa cada vez más desapercibida.
No ha sido objeto de atención del país alguna actividad determinante de la vicepresidenta a favor de las mujeres, o de las minorías, o de las víctimas. Y a decir verdad, de ningún tema relevante. Por el contrario, de Francia Márquez solo ha trascendido hasta el cansancio su insistencia en usar un helicóptero para trasportarse a su casa en Dapa, Valle, y el tono desafiante de que lo seguirá haciendo sin importar las críticas por el excesivo gasto público que esto significa. Pero nada más. Más allá de esta polémica, nada se escucha de la vicepresidenta.
Esta invisibilidad de Francia Márquez, hay que decirlo, no es solo su culpa. Desde el inicio, el Gobierno de Gustavo Petro decidió otorgarle un papel secundario a su gestión. La vicepresidenta no ha recibido tampoco de parte del Gobierno el protagonismo que pudiera darle en distintos temas. Por ejemplo, en las visitas a compromisos internacionales, en las que pudiera haber jugado un papel de representación del Gobierno como vicepresidenta, ha preferido darle este rol a la primera dama, Verónica Alcocer. Esto fue lo que pasó con los funerales de la reina Isabel o del ex primer ministro del Japón, Shinzo Abe, a los que asistió la primera dama y no la vicepresidenta. Lo mismo ocurrió con las visitas al Vaticano o al encuentro con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, para conocer el sistema de orquestas de ese país.
Además, con la promesa de convertir a Francia Márquez en la ministra de la Igualdad, se creó un ministerio que hoy solo existe en el papel. Pasan las semanas y, más allá de la sanción de la ley que crea esta cartera, que liderará la vicepresidenta, no se conoce ninguna acción de gobierno encaminada a poner a andar este ministerio. No hay presupuesto, no hay nómina, no hay plan de funcionamiento ni objetivos a corto plazo. Francia Márquez es hoy la ministra de un ministerio que solo existe en una ley.
Así que, poco a poco, esta figura de una mujer fuerte, que prometía un liderazgo nuevo, una ilusión de una nueva forma de mirar los temas referentes a las mujeres, a las minorías, a las víctimas, se ha ido desvaneciendo para encarnar solo la de una mujer que parece incómoda en su rol, desdibujada por polémicas innecesarias, que la hacen lucir como una persona arrogante y perdida en su papel, que en nada se parece a esa líder que prometía romper todo lo que la precedía.
La figura de Francia Márquez luce hoy sin relevancia, desconectada con el Gobierno y relegada a un papel secundario, que no fue el que se esperaba cuando aceptó ser la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro.
Al momento de escribir estas palabras, se conocía la intención de Francia Márquez de emprender una gira por África. Se ha justificado este viaje en que, según el Gobierno, es necesario “estrechar lazos de unión” entre Colombia y países como Sudáfrica, Kenia y Etiopía, destinos que visitará la vicepresidenta en compañía del canciller, Álvaro Leyva. Un viaje que nadie entiende, pues no son claros cuáles son esos vínculos que unen a Colombia con países tan ajenos y tan lejanos como los que pretende visitar esta comisión. Ya trascendió que serán cerca de 60 personas las que acompañarán esta visita, pero no se sabe quiénes llenarán este avión. Me temo que una vez más la vicepresidenta estará en los titulares de los medios no por su gestión, sino por otro capricho inexplicable.
La gran duda es si Francia Márquez se desdibujó como la líder imparable que se esperaba, o más bien se creó una expectativa frente a una figura que jamás se iba a cumplir.