Ganó Claudia López la Alcaldía de Bogotá y, sin duda, es una buena noticia para la ciudad; el más de millón de votos con el que fue elegida es importante, pero más allá de esa legitimidad que logró, su elección representa un cambio en la política colombiana: primera mujer en gobernar la capital del país y además es gay. Esta última consideración no es un asunto menor, es un cambio significativo en las costumbres y percepciones culturales de la sociedad; pasamos de la mojigatería a romper paradigmas tóxicos que nos impuso la camándula en este país. Hoy llega al poder una fiel representante de la Colombia diversa; esa es una buena noticia para la democracia. Pero también es una buena noticia la lucha contra la corrupción que simboliza Claudia para que le ponga el freno a prácticas como la de lograr apoyos a través de negociar puestos con los concejales, de abrirle la cómoda puerta de la contratación a los contratistas y, por supuesto, repartirle pauta a los más importantes medios de comunicación; ese chantaje es una realidad y para romper con ese paradigma no le temblará la mano. Como tampoco le debe temblar para revisar a fondo la licitación del metro elevado que nos impuso Peñalosa, exigiendo que se le presente en detalle la información (¿privilegiada?) sobre el contrato (¿ya firmado?). Su investidura de mandataria electa la faculta para conocer los pormenores de una adjudicación con muchos interrogantes. Preguntar por qué se anticipó la adjudicación de la obra y por qué se hizo como se hizo: en horas de la noche, bajo la penumbra y sin órganos de control presente, es pertinente para despojar de cualquier manto de duda esa adjudicación. La alcaldesa sabe que de ese informe, muy seguro, dependerá su propuesta de ampliar la primera línea del metro hasta Suba y Engativá. Si la alcaldesa logra, de entrada, aclarar ese asunto, la construcción del metro transitará sobre la alfombra de la transparencia y lejos de la incertidumbre de la corrupción. Ahora, un tema que no es menor: debe disipar las dudas sobre la propiedad de las líneas férreas que atraviesan la ciudad, porque son muchas las voces que aseguran que esos rieles le pertenecen a la nación y por tanto se hace imposible que la administración distrital pueda disponer de ellos. Es un tema crucial para su proyecto y desde el Gobierno central, poco amigo de su administración, podrían ponerle un palo a la rueda del tren. Ese tren que debe servir de eje para derrotar la desigualdad, la razón de un transporte masivo y decente. ¡No más buses! “Que no quepan dudas: el cambio y la igualdad son imparables”, dijo la nueva alcaldesa en su discurso y le creo, porque el tema de la desigualdad es la pepa de las movilizaciones en Chile, Ecuador y Colombia. En fin, la nueva alcaldesa no la tiene fácil, pero en ella hay fundada esperanza de que a la ciudad la gobernará una mujer decente y con carácter. La mejor intérprete de una nueva manera de hacer política, lejos del populismo, pero comprometida con la idea de cerrar la brecha social que hoy afecta la ciudad y, eso, será un gran avance. @jairotevi