Fidel y Raúl Castro entraron triunfantes a La Habana el jueves 8 de enero de 1959, después de que Fulgencio Batista y su camarilla político-militar, se escabulleron el 1° de enero del fastuoso baile que se llevaba a cabo en el palacio presidencial para celebrar el año nuevo, en momentos en el que los rebeldes entraban a Santiago de Cuba, en el otro extremo de la isla. En varios aviones militares DC-4 Batista y su séquito salieron hacia Ciudad Trujillo, como se llamaba en ese entonces la capital dominicana. Ni siquiera el embajador dominicano en La Habana, el playboy Porfirio Rubirosa, yerno del “Generalísimo doctor Rafael Leonidas Trujillo, Benefactor y Padre de la Patria Nueva”, había tenido conocimiento de la fuga de Batista y siguió en la fiesta danzando con su smoking tropical, no precisamente con su esposa, al compás de la música de una de las mejores orquestas de Cuba. Ni los cubanos ni la comunidad internacional imaginaron que el castrismo estaría vigente 60 años después.  Todos creían que, como era usual en los países latinoamericanos, el régimen sería efímero y que sólo duraría unos pocos meses hasta cuando los Estados Unidos decidieran precipitar un cambio. El ocho de enero, las niñas de la sociedad habanera, socias del exclusivo Club Habana, con sus vestidos con crinolinas y en un ambiente de fiesta trataban de ubicarse a lo largo del Malecón, para ver, aunque fuera de lejos, a los líderes revolucionarios que en medio de la multitud recibían ramos de flores, mientras que conjuntos musicales interrumpían el avance de la triunfante caravana con canciones de la vieja trova y con coros de muchachos de los colegios más distinguidos que entonaban el himno de “La Internacional”, en medio de lágrimas y alborozo. Todo era festejo. Algunas de las familias que salieron hacia Miami, dejaron sus pertenencias en Cuba, convencidas de su pronto regreso. Incluso la actual residencia de la embajada de Colombia en La Habana, que había ganado el premio nacional de arquitectura.   Al fin y al cabo, durante varios años, las niñas viajaban en compañía de sus mamás a Miami en un fin de semana para ir a la peluquería o para comprar un vestido para asistir en La Habana a una fiesta de cumpleaños animada por la Sonora Matancera o la orquesta de Benny Moré. En la base militar de San Isidro, esperaba a Batista en el “Generalísimo”, que también había sido anfitrión en 1957 del general Rojas Pinilla y en 1958 de los generales Pérez Jiménez de Venezuela y Perón de Argentina. Incluso, Rojas Pinilla durante su estadía, rogó al “Benefactor” que lo ayudara a sobrevivir en el exilio y que le comprara su casa en Bogotá ubicada en la calle 45 con carrera 30. En Colombia la entrada de Fidel y de Raúl Castro a La Habana se recibió con euforia y el mismo 8 de enero, nuestro país reconoció al gobierno revolucionario. No se imaginaron el presidente Alberto Lleras y el canciller Turbay Ayala, las vicisitudes que se afrontarían con Cuba, ahora “patrocinador oficial” de Maduro, que tan amigo es de Colombia. (*) Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la universidad del Rosario.