Mucho se habla de la importancia y lo fundamental que es para que se den procesos de reactivación económica un tejido empresarial fuerte y próspero. Por supuesto, el talento emprendedor es un eje importante ya que figura como un agente de transformación, no solo para la economía, sino también para la sociedad.

Por mucho tiempo, a finales del siglo pasado, las pequeñas y medianas empresas (Pymes) no eran consideradas como impulsoras del crecimiento económico, o se creía que no jugaban un papel determinante en las cifras del empleo y correspondientes bajas sobre la tasa de desempleo, ya que su rol era considerado como marginal. Por lo general, era un rol que se reservaba para aquellas organizaciones que mostraban un gran músculo financiero, con un exuberante capital, y mostrándose a la delantera en temas de productividad y competitividad.

A la llegada de las tecnologías de la información y la comunicación, se fue rompiendo esta suposición, y las iniciativas empresariales innovadoras empezaron a darse el lugar que se merecían, transformando varios productos y servicios como plenos generadores de valor y apuntándole a un mercado emergente que empezó a formar lo que sería una fuente de constante crecimiento económico. Es claro que, con el tiempo se asimiló la trascendencia de estas empresas y empezaron a consolidar una base fundamental al reducirse sus barreras a la entrada del mercado.

Pero aunque mucho se hable del potencial que tiene todo este espíritu emprendedor, por lo general no se percibe un impacto real y duradero en sus respectivas comunidades. No suele ser sencillo revivir las economías en las que se fundaron, y varios emprendimientos migran hacia donde encuentran mejores oportunidades para progresar.

Al respecto, Harvard Business Review (HBR) realizó un estudio cuyo propósito era valorar el impacto algunos emprendimientos específicos en Detroit, una de las ciudades que alberga una de las cifras más altas de pobreza y desempleo. De hecho, según cifras del censo de Estados Unidos, de las 20 ciudades más grandes, Detroit tiene la tasa de pobreza más alta.

Las iniciativas empresariales, muy a menudo, no logran abordar las problemáticas locales urgentes y, asimismo, el crecimiento la tecnología en las regiones pobres, tiende es a aumentar las brechas de ingresos. Una revisión reciente de más de 200 artículos sobre el espíritu empresarial y su relación con el alivio de la pobreza encontró que las iniciativas empresariales destinadas a abordar la pobreza a través de inversiones de riesgo han sido generalmente ineficaces.

Otro estudio que analizó el impacto del emprendimiento en 44 países concluyó, en paralelo, que el espíritu empresarial que estaba orientado al crecimiento no generó tanto impacto en las economías emergentes como en las economías desarrolladas, y que las regiones generalmente solo se benefician del espíritu empresarial de alto crecimiento después de alcanzar un cierto nivel de umbral de desarrollo.

Algunos de los resultados de las investigaciones fue que el impacto local de los emprendimientos era explosivo, pero relativamente efímero. Aunque crearon importantes oportunidades que empleo, algo que por supuesto tiene un impacto positivo y significativo sobre el bienestar, estas empresas tuvieron una tendencia de dejar Detroit para tener mayor acceso al capital, a talentos más calificados y adquirir un mayor conocimiento de la industria, una combinación que se les hizo necesaria para asegurar su supervivencia.

El tema era que este tipo de empresas centraron su enfoque de escalamiento y crecimiento bajo una noción de expansión rápida “a toda costa” por lo que, eventualmente su éxito se iba a desvincular de sus regiones de origen.

Del otro lado, estaban algunos casos en los que las nuevas empresas lograron desarrollar con éxito sus empresas en su lugar de origen a través del bricolaje empresarial. Ello se basa en un modelo en el que los empresarios reutilizan y recombinan los recursos que ya están disponibles, en lugar de buscar fuentes externas. Ello terminaba en relaciones fructíferas con socios locales y con el talento que tenían disponible. A esto el estudio le denominó un ecosistema de crecimiento bajo un escalamiento profundo.

En muchas ocasiones, se hace referencia al modelo de Silicon Valley para ilustrar el monumental éxito que ha tenido este tipo de aglomeración industrial que ha estimulado el desarrollo económico de esta región a través de la innovación tecnológica y científica. Pero lo realmente importante de Silicon Valley no es el dinero, sino la cultura que subyace en el suelo de este ecosistema empresarial.

Así, en medio de la crisis, podría sugerirse que ha llegado la hora de repensar, también, el impacto que podría tener en el desarrollo regional o local las iniciativas impulsadas por el emprendimiento. Aliviar la pobreza local implica, necesariamente, fomentar que las empresas crezcan. No obstante el enfoque no debe basarse sólo en el cuánto crecen, sino en el cómo crecen para que entre una cultura emprendedora más local se pueda revitalizar las regiones y hasta los sectores más afectados por la crisis.