La Fiscalía General de la Nación capturó el pasado mes de agosto a Stella Durán, una mujer de 74 años, “gurú de la estética”, cabeza de la sociedad Antorcha de Luz, que vendía productos con efectos especiales -físicos y mentales-, uno de los cuales “resultó ser simplemente ambientador para el hogar embotellado”. Cayeron con ella 13 funcionarios del Invima que le gestionaban los registros sanitarios. Ese logro, importante y oportuno, debería ser el punto de partida de una acción más ambiciosa y contundente contra las grandes redes de charlatanes, curanderos, chamanes, magos, médicos irresponsables y falsos médicos, presentes en todo el país, que ofrecen y venden remedios para todo tipo de dolencias, desde cáncer y otras enfermedades graves, hasta dietas infalibles y soluciones para la mala suerte o los males de amor. Gente que “cura” con magnetismo, energías sanadoras, intervenciones milagrosas con ángeles, espíritus poderosos o el mismísimo Siervo de Dios José Gregorio Hernández, astrólogos, expertos en tarot, numerología, horóscopos, medicina cuántica, medicina indígena, bebedizos, amuletos, yagé… No tendrían que investigar mucho. Bastaría emprender una búsqueda sesuda sobre los diales de la radio en AM y FM y en algunos canales locales y regionales de televisión de todas las regiones del país, receptáculo cotidiano e impune de los mayores abusos contra la fe pública, atiborrados de programas en los que “doctores” “maestros” “profetas”, “magos”, “sanadores” y otras personas consagradas a prácticas pseudocientíficas o metafísicas, que no pasarían de la anécdota si no constituyeran una formidable amenaza para la salud pública, promueven, en primera persona, su sabiduría y la efectividad de sus tratamientos. Reprobable e incalificable al respecto la irresponsabilidad de algunas organizaciones radiales “serias” que, movidas por el lucro, ponen sus frecuencias al servicio de estas extensas redes de timadores. Tanto como la negligencia y complicidad del Ministerio de las TIC para sancionar esos abusos, en esencia una réplica de la llave Stella Durán Invima, que también tiene que ser objeto de investigación y judicialización. El problema de fondo con las pseudociencias es que, además de que engañan, con frecuencia llegan a lesionar en forma grave y muchas veces a matar a personas que ante el agobio o la desesperación por la enfermedad generan falsas expectativas y caen en sus redes. En España avanza por estos días una aguda confrontación entre todas las academias científicas y un grupo grande de cultores de la homeopatía y otras pseudoterapias, que surgió hace tres semanas, cuando la Organización Médica Colegial hizo públicas las conclusiones de dos casos bajo su estudio, la muerte de Rosa Morillo y la de Mario Rodríguez, ella por cáncer, él por leucemia, tras renunciar a los tratamientos que recomienda la ciencia para someterse a terapias no convencionales. Rosa, recibió diagnóstico de cáncer de seno en 2014, cuando tenía 41 años y pese a ser una economista culta, políglota, cedió a su pasión de toda la vida por la homeopatía y aceptó que su médica -graduada y titulada- enfrentara la enfermedad con píldoras de azúcar, agua, dieta, suplementos vitamínicos y baños de sal marina. Un año después, sin quimioterapia y demás tratamiento apropiados el tumor había cuadruplicado su tamaño, el cáncer se había extendido a la piel, los huesos y la médula y murió en mayo de 2017. Mario Rodríguez, estudiante de Física, a sus 21 años fue diagnosticado con leucemia y abandonó el tratamiento con quimioterapia para ponerse en manos de un curandero especialista en "medicina naturista y ortomolecular", que le propuso un tratamiento basado en vitaminas y semillas de albaricoque. Cuando volvió a quimioterapia ya era tarde y murió el 3 de julio de 2013. Con base en estos informes 400 médicos y científicos enviaron la semana anterior una carta a la ministra de Sanidad, de España María Luisa Carcedo, en la que le recuerdan que "las pseudociencias matan" y le piden acciones drásticas contra médicos que ofrecen y practican pseudoterapias, no profesionales o falsos médicos que ofrecen servicios y productos que van contra de los derechos de los enfermos y prohibir la venta de productos pseudocientíficos, como drogas homeopáticas que se ofrecen y venden en las farmacias “pese a no tener ninguna eficacia ni poder curativo”. La Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), que agrupa a 82 asociaciones y la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) había hecho lo propio el pasado mes de junio. En Colombia deberíamos hacer lo propio, pero vamos en la dirección contraria. Pese a que asociaciones médicas de países como Gran Bretaña o Australia han oficializado conclusiones de múltiples estudios que señalan que la medicina homeopática no tiene eficacia diferente del “efecto placebo” -impacto psicológico positivo en el enfermo que la toma convencido de que es un medicamento realmente eficaz- aquí hay programas de homeopatía en universidades como la Nacional, la Javeriana o la del Norte. Y en 2015, bajo la dirección del muy culto ministro Alejandro Gaviria, se reglamentó la homeopatía en el país y la distribución y venta de medicamentos homeopáticos, algo que no parece congruente con la obligación de invertir los recursos públicos de la salud en servicios y tecnologías científicamente sólidos. Es el triunfo de un grupo numeroso de personas incrustadas legal e ilegalmente en la comunidad médica y de una industria farmacéutica que tan solo en Estados Unidos vende 1.200 millones de dólares al año en drogas homeopáticas que no sirven para nada. No es de extrañarse ante este panorama que nuestro país siga siendo un paraíso, no solo de la homeopatía sino del reiki, de naturistas, de curanderos y de personas como Stella Durán que logró hacer fortuna vendiendo ambientador embotellado que llamó “Leche de la mujer amada”, nombre plagiado de un famoso y mal vino alemán.