Supuse que el amago de guerra contra Venezuela serviría a Iván Duque para demostrar que no es el títere de Uribe, como dicen sus críticos, sino que existe para cosas mucho más grandes: ser el títere de Trump, por ejemplo. Pero, para mi sorpresa, el presidente aplicó una fórmula que ya hace parte de su ADN, e hizo una jugada de Pelé y otra del Centro Democrático: rechazó cualquier salida bélica contra Maduro, por un lado, pero al mismo tiempo nombró a Pachito Santos en la embajada en Washington. Y Pachito Santos, hombre medido por naturaleza, equilibrado, estadista, se sintió en su salsa en las tierras de Trump, y desde la primera semana mostró los dientes, afilados y fieros, si bien aún de leche: declaró que Colombia no descartaba una salida militar frente a Maduro. Y le dijo a una periodista brasileña que si Bolsonaro invadía Venezuela, Colombia lo secundaría con todos sus cañones, incluyendo a David Cañón: aquel periodista deportivo de los años ochenta que, junto con Mockus y Clarita López, fue pionero en dejarse la barba sin bigote. Pachito niega que haya dicho cosa semejante. Pero en diversas entrevistas radiales, la periodista ha dado todas las pistas para que sepamos que fue él: –¿Cuál fue la alta fuente diplomática que le dijo que Colombia iría a la guerra? –le preguntaban en radio. –Solo diré que la fuente no es alta. Y que se corta el pelo como un hongo. Muy a su manera, Pachito declaró en un portal de noticias falsas que lo que había dicho la brasileña era una noticia falsa, y pasó la página. Pero no nos engañemos. El tema sigue latente. Y Pachito necesita de estos juegos de guerra para entretenerse, porque en la embajada de Washington no hay Nintendo. Le recomendamos: Métanme al calabozo por una torta de amapola Solía indignarme con aquellos funcionarios que promueven guerras que sus hijos no pelearán: guerras para que despellejen a las personas más humildes, a quienes este gobierno generoso devolverá 50.000 pesos del IVA a la canasta básica: solo falta que digan a cuál cuenta les deben consignar, si de acá o de afuera, para que hagan el retiro en el cajero más cercano al puente bajo el cual duerman. Pero, aparte de la indignación, no imaginaba las órdenes de Pachito en la frontera: –¡Invadan Ecuador cuanto antes, mis valientes! –Es Venezuela, comandante Pachito. –¡Entonces Venezuela! ¡Y electrocuten al muchacho que vean, así no sea estudiante! Siempre he creído que promover una guerra para que la peleen otros es inmoral, pero a la vez pienso que es peor si la asumen quienes la promocionan. Abelardo de la Espriella no llevaría casco, sino un sombrero marca Abelardo’s; no cargaría fusil, sino anillo; y no tendría chaleco antibalas, sino de pretina. E ingresaría al Zulia cantando ópera, para dispersar al enemigo. Pero, por esta vez, haré una excepción patriótica, y pediré que sean los gobernantes en persona quienes acudan al frente de batalla. Por eso pido al gobierno del presidente Duque que imite la estrategia griega del caballo de Troya para vencer a Maduro. –¡Invadan Ecuador cuanto antes, mis valientes!–Es Venezuela, comandante Pachito.–¡Entonces Venezuela! ¡Y electrocuten al muchacho que vean, así no sea estudiante! La idea sería construir una gigantesca burra de madera que seduzca al comandante en jefe, y esconder en su vientre a funcionarios colombianos del actual gobierno para que se tomen Caracas sin ser advertidos. Carlos Holmes ofrendaría al gobierno bolivariano la burra sideral, como muestra de hermandad entre los pueblos, y Maduro la recibiría complacido: para un asno de su tamaño, nada mejor que una pareja de su talla, y también de madera, como él. Vea también: Cuando Duque visitó al papa Y una vez en Caracas, los funcionarios desembarcarían: Guillermo Botero fungiría como chavista, asunto para lo cual ya tiene talla abdominal, y desde su cargo de ministro de Defensa bolivariano, perseguiría la protesta social e inundaría de glifosato el suelo venezolano; la ministra Borrero diseñaría borradores de ley para regular a los papás de los adictos; Paloma Valencia se haría pasar por oncóloga, trataría de curar el cáncer ya no con quimioterapias, sino con químicos de Monsanto, y propondría inmunidades y auxilios. Y cuando ya se sientan disminuidos, el ministro Carrasquilla descenderá de la panza del burro y no dejará piedra sobre piedra: aplicará el sistema de bonos de agua para quebrar a los municipios venezolanos; ejecutará una reforma tributaria a la que llamará con el nombre de “Ley de Financiamiento”, para evitar resistencias; y gravará todos los alimentos, todos, salvo las gaseosas. Pondrá IVA a los huevos, salvo a los tres de Uribe; IVA al pan, salvo las tajadas que se repartan para hundir mociones; IVA a la mermelada, menos a la que se le otorgue a César Gaviria. En instantes convertiríamos a Venezuela en otra Venezuela; aún más, en otra Colombia; y Maduro tendría que sacar la bandera blanca y entregar todo su botín. Con esa fortuna, y el recaudo por gravar la canasta familiar, podríamos comprarle un Nintendo a Pachito. Y así lograríamos una paz definitiva. Le puede interesar: Reescribamos nuestra historia