La razón es tan simple que asusta el hecho de que siga desapercibida. Los niños, sobre todo los menores de dos años no pueden hablar y defenderse por sí mismos. Dependen 100% de los mayores. Deben confiar en que la sociedad les respete el derecho a recibir una nutrición adecuada, que garantiza que puedan desarrollar su cerebro y tener así una posibilidad de aprender y de progresar. No en vano esta es la segunda de muchas exigencias de las Naciones Unidas al 2030 en el desarrollo sostenible. Claro que hay muchos otros temas importantes para hablar; es cierto que el medio ambiente, el entendimiento político, el manejo económico, la paz y el trabajo concertado de un pueblo son fundamentales para que una nación progrese. Pero lo es igual y aún más que los hijos de sus pobladores puedan desarrollarse mentalmente y tener un futuro. Son esas metas a largo plazo las que con frecuencia olvidamos por alcanzar aquellas de oportunidad que pueden darnos la ventaja a los que ya crecimos, sacrificando la creación de una nación más justa hacia adelante. ¿Y cómo vamos? Me da tristeza responder y lo hago con frustración y dolor: No lo sabemos muy bien. Lo afirmo porque la última encuesta ENSIN, que mide el estado nutricional de nuestros niños –y de la población en general- acaba de conocerse en su totalidad con corte al 2015. Es decir, en la mitad de 2019, 4 años después, sabemos cómo estábamos en el 2015. ¿Nos sirven estos datos? Y no se trata de visiones menos optimistas o de ver el vaso medio vacío; es cuestión de no seguir conformándonos con sólo tener el vaso. La entrega tardía de esta información crucial ahoga los esfuerzos para anticipar soluciones de fondo dado que ni siquiera miden el progreso de un periodo de gobierno nacional, departamental o de ciudad durante su propio mandato. Luego ¿cómo corregir los errores? ¿Cómo mejorar así la calidad de los programas? Nos estamos enterando apenas del deterioro de indicadores que afectan directamente el crecimiento y desarrollo de los niños en sus mil días, como el aumento en la prevalencia de deficiencia de vitamina A, de la prevalencia de anemia en los niños entre 6 y 12 meses y la disminución en el promedio de lactancia materna exclusiva en menores de 6 meses. Esto de 2010 a 2015. ¿Cuándo vamos a saber entonces cómo está hoy la nutrición de nuestra primera infancia? Y eso sin mencionar que son males absolutamente prevenibles. Lo que no se mide no se tiene y si la medición llega tarde…¿Para qué le sirve a un piloto que le digan 2 horas después que su avión iba cayendo? Siento que tenemos una obstinada tendencia en los resultados y planes a corto plazo y poca sostenibilidad en aquellos a largo plazo que corresponden a varios gobiernos y deben ser mantenidos por todos, no importa su orientación política. Entonces, a la vez que agradecemos el interés de este gobierno y del anterior en acompañarnos en esta cruzada por el crecimiento sano desde la primera infancia, debemos repetir y repetir hasta que se vuelva una de las políticas públicas más importantes, porque al hacerlo estamos dando una voz a todos los niños que por su edad hoy no pueden tenerla y a quienes esta sociedad no puede abandonar ni negarles tan esencial derecho. (*) Presidente Junta Directiva Fundación Éxito