Hoy, hace 54 años, un joven recién llegado a Bogotá de su tierra natal en Ibagué, tuvo una idea que sería revolucionaria en la televisión colombiana. La creación del Show de las Estrellas, que nació como el sueño de un joven visionario, hoy representa la verdadera esencia del patriotismo materializada en la entrega y sacrificio de mi padre Jorge Barón por un pueblo afectado por el conflicto armado y por la inquebrantable tradición que caracteriza a Colombia. Si alguien realmente se merece el premio Nobel de Paz por su labor titánica y altruista, de más de cinco décadas, sería Jorge Barón.
Mi padre logró realizar un ejercicio alternativo de construcción de paz, diferente a los contemplados en la academia y en la política. El Show de las Estrellas es un verdadero caleidoscopio viviente del alma de los diferentes municipios de nuestro país, el cual, mediante la magia de la música y el contacto real con la gente, representa un elemento excepcional para crear verdadera armonía en los pueblos más afectados por la violencia. Estos momentos de humanidad en un conflicto frío y hostil, probó como una herramienta de reflexión entre los actores armados, para preguntarse ¿si la violencia y la guerra valían la pena?
Su labor social continúa incansablemente. Hoy, a sus casi 75 años de edad, mi padre sigue realizando estas giras por Colombia en las que yo en carne propia he sido testigo de la enorme travesía que es poder realizar un show en los lugares más recónditos del país. Muchos de los amigos de mi padre hoy se encuentran en la llamada “Era Azul” o comúnmente conocida como el retiro, incluso le he aconsejado a mi padre a dejar esta labor tan intensa, no obstante, su determinación a seguir trabajando por el país es tajante. A pesar de su edad, de los insoportables calores y humedad de muchos de los municipios de Colombia y en especial, de haber perdido el apoyo de muchas de las empresas privadas que adornaban la tarima del Show de las Estrellas, Jorge Barón sigue con la misma energía y franqueza para brindarle al pueblo colombiano una presentación de 14 horas seguidas, en la cual su única motivación y fuente de vigor son los gritos de alegría de los colombianos.
Esta generosidad que mi padre despliega durante los conciertos, es la misma que tiene en casa. Él es un personaje muy amoroso y bondadoso con la familia, en especial con sus hijos. Desde el mayor hasta el menor, el cuidado y atención que nos ha dado a cada uno de nosotros ha sido realmente excepcional, balanceando el amor con la exigencia para crear seres humanos íntegros y trabajadores. Esta última palabra es la que mejor describe a mi padre, una persona que representa la esencia del trabajo y la pasión por su labor. Otra característica que tal vez no conozcan de Jorge Barón es que él es una persona bastante austera cuando se trata de comprar elementos que no tengan que ver con su trabajo. Toda su vida ha comido y vestido de manera sencilla, luciendo trajes sobrios pero formales. Asimismo, mi padre es una persona bastante religiosa, rezando el rosario sin falta todas las noches, logrando una conexión con dios y la virgen. También este fervor lo ha expresado durante sus viajes por el territorio nacional, visitando todos los templos, desde la iglesia más humilde, hasta la catedral más lujosa. Por estas características de sacrificio, devoción, humildad y disciplina, Jorge Barón logró ganarse el respeto y cariño del pueblo colombiano.
La labor colosal que mi padre lleva desarrollando durante 54 años, recorriendo el país, desde la Guajira hasta Leticia, teniendo que sobrellevar los obstáculos de la naturaleza y el conflicto armado, me llena de orgullo y de felicidad. Por ese motivo quiero invitar a los lectores de esta columna y en especial a los empresarios, a atesorar y apoyar la histórica labor que Jorge Barón ha hecho por nuestra amada Colombia. Para mí, él, no es solamente un padre, sino mi modelo a seguir, que, para los libros de historia colombiana y la mente de los más marginados por el estado, siempre será el héroe de una nación y una leyenda para la historia.