A estas alturas no debería sorprendernos lo que hace y dice el expresidente Ernesto Samper. En cuatro años de desgracia y vergüenza para Colombia debimos haber aprendido enterita esa lección. Sin embargo, como somos un país terco, incapaz de imponer sanciones sociales en contra de los ciudadanos que más indignidad le han traído a esta comarca, repetimos monda y lirondamente nuestros errores. Tendríamos que estar curados del ‘doctor gordito’, como le decía magistralmente Jaime Garzón. Si la justicia no fue capaz de actuar en su caso, hemos debido siquiera exigirle a Samper que se hiciera a un lado y pedirle que no volviera a meter sus narices en los asuntos del Estado una vez concluido su cuestionado periodo presidencial. Pero no. Se necesitaba que alguien lo reviviera, lo reinventara y lo sacara del ostracismo en el que debía estar y aunque casi lo logra con Álvaro Uribe que lo alcanzó a proponer como embajador en Francia, en realidad y paradójicamente fue Juan Manuel Santos quien le devolvió el oxígeno al mandatario del proceso 8,000 y lo puso a jugar en posición privilegiada en el mundo diplomático. Samper, venía de pasearse por Bogotá, cogobernando de la mano de su amigo Samuel e instrumentalizando su presencia en los asuntos del distrito a través de quien sigue siendo su colaborador más cercano: un tal Yuri Chillán, cuyo nombre figura en ciertos expedientes que duermen el sueño de los justos en la Fiscalía. Pero el expresidente quería más y lo logró: consiguió una importante representación en el gabinete –comenzando por la Canciller María Ángela Holguín que antes que liberal es sobre todo samperista– y más tarde, habiendo encontrado por fin un lugar en la diplomacia colombiana, se hizo elegir secretario general de la Unasur. Aunque él diga que no hubiera necesitado el voto del gobierno colombiano e igual se hubiera hecho elegir, lo cierto es que la señora Holguín le hizo campaña a su buen amigo y sacó adelante su candidatura.   Ahora, con motivo de esta crisis entre nuestro país y Venezuela, no tendríamos que aterrarnos con las posiciones del expresidente en cuestión. Y es que tratándose de conflictos internacionales él siempre ha tomado la alternativa de apoyar al contrario. Lo hizo cuando Hugo Chávez le mostró los dientes a Álvaro Uribe, luego repitió su hazaña en el litigio con Nicaragua donde por poco lo condecoran por coincidir con las tesis del loco de Daniel Ortega y ahora desde su ancho sillón de secretario general de la Unasur, con buen sueldo y lleno de prestigio entre los círculos socialistas del siglo XXI, se pone del lado del dictador venezolano porque eso fue lo que hizo aunque haya intentado corregirse con sus declaraciones posteriores. Samper, que ya había señalado que “Venezuela con Maduro estaba en buenas manos”, quiere mantener al heredero de Chávez como se mantuvo él: nadando contra la opinión pública, manchando el nombre de su país a nivel mundial, creando cortinas de humo y llenándose de funcionarios corruptos a su alrededor. Así pues, Ernesto Samper sigue siendo el mismo de siempre y por lo visto los colombianos también seguimos siendo los mismos ingenuos que permitimos que nuestros malos dirigentes vayan tan lejos y se reciclen impunemente. Llegó el momento de decir: ¡No más Samper! ¡No más Maduro! Twitter: @JoseMAcevedo