El tránsito de inmigrantes extranjeros que utilizan Medellín como ciudad de tránsito hacia el Urabá chocoano y que tienen como destino final Estados Unidos se ha convertido en un lucrativo negocio para el crimen organizado. El deseo de ciudadanos de diversos países de América Latina, particularmente de Cuba, pero también de otras latitudes, ha convertido a la capital antioqueña en el centro de operaciones ilegales. Buena parte de los extranjeros vienen saliendo ahora por el aeropuerto Olaya Herrera, terminal que presta sus servicios a las regiones del departamento y con vuelos a diversos destinos del país, entre ellos Acandí, Chocó, paraíso turístico del Chocó que ha visto cómo en los últimos meses se ha incrementado el paso de cubanos en busca de la frontera con Panamá. Muchos de los isleños, y presumiblemente de otras nacionalidades, están llegando a Acandí con cédula colombiana. Hace un par de semanas capturaron a 18 cubanos, quienes entraron a la zona por el aeropuerto de Acandí procedentes de Medellín. Si bien es una de las capturas más nutridas, lo cierto, según me contó alguien muy bien informado de este pueblo chocoano, es que muchos lograr “coronar”, es decir, llegar a Panamá sin que sean detectados por las autoridades colombianas. En ocasiones, me dijo, han llegado hasta 25 cubanos, todos con cédula colombiana en mano, en vuelos que decolaron de la capital antioqueña. La cada vez más frecuente captura de inmigrantes, tanto en Medellín como en Acandí, y la posibilidad de que sean más los que logran pasar a Panamá me llevan a concluir que este tipo de “negocios” no es posible hacerlo sin una red que garantice el éxito de la operación. Muy probablemente estemos ante la consolidación de un proceso de tráfico de personas detrás de cual podría estar una empresa criminal que conoce bien el territorio, tiene amplio poder corruptor y la capacidad suficiente para adelantar acuerdos con aquellos grupos armados que dominan la región chocoana. De acuerdo con las autoridades migratorias, los extranjeros ingresan al país por diversas fronteras, las más usadas son Nariño, Amazonas y Norte de Santander. Y la mayoría de ellos pasan por Medellín hacia el Urabá antioqueño y chocoano. La cara visible del fenómeno son los inmigrantes, quienes llegan a la capital antioqueña con un historial de sacrificios: han renunciado a sus trabajos en sus países de origen, vendido sus propiedades, invertido lo ahorros de toda su vida y abandonado a sus familias. El sueño americano los atrae poderosamente. Una vez han ingresado al país quedan en manos de los “coyotes” criollos, quienes son los encargados de guiarlos en cada territorio. Siempre hay uno disponible con una red de contactos que se consiguen a través de números celulares. “Si tiene problemas, llame a este número”, le advierten; “cuando llegue no se le olvide marcar y preguntar por Jorge”, lo instruyen. En cada avance hay una posta que impulsa el camino hacia Estados Unidos. Las evidencias indican que hay un refinamiento de las estrategias para garantizar el éxito del tránsito desde Medellín hacia el Urabá chocoano y se concentran en suministrarles a los inmigrantes ilegales un documento de identidad colombiano falso. Ya se han detectado varios casos. “Los cubanos deben reclamar su documento en una oficina cerca del aeropuerto Olaya Herrera”, me cuenta una persona que está al tanto de la situación. Mientras les hacen el documento, los inmigrantes, en mayor medida cubanos, a quienes se les han encontrado las cédulas, deben esperar en la ciudad y mantener un bajo perfil. Normalmente se alojan cerca del aeropuerto Olaya Herrera y de la Terminal del Sur, a donde llegan los buses de servicio público procedentes de la ciudad de Pasto, de donde llegan muchos de los isleños. Cuando llegan a la ciudad, se hospedan en sitios de confianza, donde pasan desapercibidos para adelantar, sin ningún tropiezo, el proceso de cedulación irregular. Cuando se tiene el documento de identidad colombiano falso, proceden a comprar los tiquetes aéreos a Acandí, Chocó. Una vez en este lugar, se trasladan a Capurganá y allí quedan en manos de los lancheros, quienes los trasladan a Puerto Obaldía, Panamá, donde quedan en manos de otros “coyotes”, quienes a través de sus redes los llevan por todo Centroamérica, hasta la frontera con México. La red en Medellín tiene una imprenta que no debe estar muy lejos de donde entregan los documentos a los inmigrantes ilegales; adquieren papeles similares a las nuevas cédulas de ciudadanía colombiana y son tan perfectos que cuando identifican a un extranjero no lo hacen, en la mayoría de los casos, por la mala calidad del documento sino por el acento, las malas explicaciones que dan sobre su origen y destino, y las inconsistencias de sus historias. Los gastos en la capital antioqueña pueden llegar a los 200 dólares, si se tiene en cuenta que debe pagar, en promedio, 200 mil pesos por un tiquete aéreo a Acandí; 20 mil pesos por persona de allí a Capurganá; y de Capurganá a Puerto Obaldía, 25 mil pesos. Fuera de ello, el “coyote” les cobra 3 mil dólares por conducirlos a la frontera con Panamá sin problemas. Pero el “coyote” también debe incurrir en gastos. En Acandí deben pagarle un “impuesto” a las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’, también conocidas como ‘Urabeños’ o ‘Clan Úsuga’, quienes son “amos y señores” en esa región. A ellos se les debe pagar 250 y 400 mil pesos, dependiendo del grupo de ilegales que llegue al lugar. Otro de los aspectos que sobresalen en este conjunto de transacciones es que el dinero que cobran los “coyotes”. Ellos, previamente, han negociado en Estados Unidos con algunos familiares de los migrantes ilegales, quienes deben cancelar el monto pactado. En todo este negocio, Medellín se ha convertido en una ruta estratégica, no solo por su cercanía al Urabá, sino por la existencia de una infraestructura criminal flexible, que se adapta a las necesidades del “mercado”, y que lleva varias décadas instalada en la ciudad sin mayores contingencias. Hay una red que carcome con su corrupción y logra que los cubanos sean cedulados, lo que ocurra después ya no es problema de los “coyotes”. En Twitter: jdrestrepoe (*) Periodista y docente universitario