Pasó desapercibido el plantón de los pacientes crónicos frente al ministerio de Salud la semana anterior. En estos días de tanta turbación, los problemas fundamentales tienden a volverse paisaje, pero el escenario actual muestra negros nubarrones que es muy necesario tener en cuenta, porque las primeras lluvias ya se sienten.
En mis largos años en el sector he aprendido a interpretar las señales de peligro. Cuando los pacientes y sus organizaciones empiezan a expresarse es porque ya están sintiendo las consecuencias de los problemas. La eventualidad de que Audifarma deje de proveer medicamentos a 11 millones de pacientes de la Nueva EPS marca la apertura de una película de espanto. Y el gobierno lo sabe, desde que está pidiendo a gritos que por lo menos continúe seis meses más, mientras encuentran alguna solución.
Este es un duro despertar. Hace poco más de un año, Drogas La Rebaja era la solución mágica para proveer de medicamentos a los 51 millones de colombianos, desde ese sistema estatizado y “perfecto” que nos prometía la entonces ministra Carolina Corcho. Sin embargo, esos ríos de miel convertidos en “medicamentos para todos” se transformaron en una amargura. Hoy para todo el gobierno debe ser claro lo que en su momento varios de nosotros aseguramos: La capacidad de logística de Drogas La Rebaja es simplemente una gota insuficiente en un río de necesidades.
Por fin se entendió la función de logística de medicamentos que, en la visión primitiva y mínima de la reforma caída y ahora resucitada a punta de pequeños golpes de pecho, se había entendido como solamente dispensación —que efectivamente hacen las droguerías— pero que detrás tiene una operación gigante y muy compleja para asegurar que los medicamentos lleguen a los colombianos.
Lo que sí no cuadra —de ninguna forma— es la gigante diferencia entre las deudas reconocidas de Nueva EPS y Audifarma —su proveedor de medicamentos—. Audifarma manifiesta que les adeudan más de 600.000 millones y, para la actual gerencia de la Nueva EPS, tan solo son 150.000. Una de dos: o Nueva EPS no tiene las cuentas claras o alguien está cañando. ¿Dónde está el contador?
Tampoco tiene presentación que la Nueva EPS argumente que solo reconocerá las cuentas de este año dejando de lado las deudas pasadas. La Nueva EPS es una empresa y su gerencia debe tener claro qué deudas tiene, así no correspondan a su gestión. Ya son dos años de gobierno y las cuentas anteriores también son su responsabilidad y les corresponde resolverlas. Los hospitales toman meses en transformar servicios en facturas y hay que reconocer las deudas.
Esa situación es como si el gerente de un supermercado les anunciara a sus proveedores que solamente reconocerá y pagará las deudas del año corriente. ¿Dónde queda el código del comercio y dónde queda el régimen de contratación privada? Los tiempos de los gerentes de las empresas públicas y privadas no tienen los límites legales de responsabilidad de los funcionarios públicos en el gobierno de turno.
Mientras todo pasa y todo queda, quienes sufren son los pacientes. Y están sucediendo eventos por montones. Tan solo una muestra de alguien cercano: Una mujer trabajadora de familia y cuidadora de 54 años, diabética severa, pero compensada y afiliada contributiva a la Nueva EPS, quien hasta hace tres meses recibía todos sus medicamentos en orden. De repente, la Nueva EPS dejó de entregarle dos de tres medicamentos y dejó de recibir la insulina especifica que había mantenido por años.
¿Cuál fue el resultado de la falta de entrega de medicamentos? Un episodio de coma diabético y una contusión severa producto del síncope. ¿Quién responde por ello? Nadie. ¿Quién termina sufriendo las consecuencias? Los pacientes. Alguien de la EPS tiene que explicarles a los pacientes qué está pasando con el flujo de medicamentos porque, en muchos casos, no hay desabastecimiento en el mercado.
Estamos jugando con candela. Más de 8 millones de colombianos tienen alguna condición crónica que les obliga a mantener tratamientos permanentes. Su salud depende de la adecuada entrega. La Nueva EPS, durante los últimos diez años, recorrió un camino lento —pero sostenido— desde el desgreño y negligencia del viejo Seguro Social, hasta transformarse en un asegurador que le cumplía a los pacientes en la entrega de los servicios necesarios para mantener su salud.
Pero los pacientes y todas sus asociaciones están preocupados. También deberíamos estar muy vigilantes todos los colombianos. Todos —en algún momento— seremos pacientes y la mayoría padeceremos de alguna condición crónica. No podemos permitir que la degradación de un sistema —con un déficit finalmente reconocido y tasado por el propio ministerio de salud en 9 billones de pesos— dé al traste con una de las pocas políticas del Estado que nos había permitido tener un acceso equitativo, con problemas, pero adecuado a las necesidades de la gente.