El año 2019 será recordado por un súbito cacerolazo que le cambió la cara a la protesta social en Colombia; protesta que modificó el método, desnudó la violencia oficial, evidenció el malestar, notificó que los reclamos de la gente van más allá de las ideologías y que sus exigencias se acoplan con las reformas estructurales y urgentes que necesita la sociedad colombiana.  Muchos colombianos, cientos de miles, le plantaron cara al establecimiento nacional para reclamarle sus excesivos privilegios en detrimento de las clases medias y bajas de la población. Es tan obscena la desigualdad en Colombia que la calle, atiborrada de jóvenes, despertó para decir: “No queremos que nos hagan lo que hicieron con nuestros padres”.    No fueron marchas invocando cambios ideológicos en la estructura del Estado, fueron movilizaciones de hombres y mujeres que marcharon para exigir más transparencia, cero corrupción, acceso a la educación gratuita y de calidad, reforma a la salud, erradicación de las nefastas EPS, símbolo de la desidia y el saqueo y, por supuesto, expresar un rechazo unánime a la reforma tributaria regresiva y excluyente que nos impusieron. Este establecimiento en cuestión, apoyado por una clase política tradicional, vendió a los colombianos la idea de un liberalismo económico nutrido de prosperidad y progreso, y se encontró con una masa diversa que desbordó al sindicalismo corporativista y movimientos sociales, para denunciar la gran estafa.  Ese es el contenido de la protesta social que seguramente se reactivará el próximo año cuando los colombianos decanten los privilegios de la nueva reforma tributaria, también llamada de “Promoción de Crecimiento Económico”.  A propósito, es bueno evocar algunos de esos privilegios. Por ejemplo esta ley, según analistas y congresistas opositores, establece exenciones a los empresarios por cerca de 10 billones de pesos que, según el gobierno, servirán para generar empleo y dinamizar la inversión. Sin embargo, se advierte que estas gabelas, aplicadas en el pasado, provocaron un efecto perverso: aumentó el desempleo, engordó las rentas empresariales y ahuyentó la inversión. Este dato corrobora los privilegios: el 39% de los impuestos son evadidos y saqueados por 229 beneficios tributarios.   Pretenden fingir una disminución de la pobreza con “la devolución del IVA a los más pobres” y se utiliza la demagógica cifra de 2.800.000 mil familias que se beneficiarán con la medida, pero párele bolas a la migaja: la tributaria establece la devolución de 400 mil pesos anuales por familia y abonarlos en cien mil pesos trimestrales. Medida populista que no resuelve las necesidades básicas de la gente que en la mayoría de los casos vive sin agua potable, acueductos, acceso a la educación y a la salud. Y por último, la novedosa perla: eliminar el IVA durante tres días que en nada beneficia a una sociedad ahogada en impuestos y sí promueve la corrupción y la evasión.  El pulso continúa y por ahora la cacerola supera al presidente Duque que termina un año sin nada para mostrar. Quiso hacer trizas el acuerdo de paz, se metió en las objeciones a la JEP y se pegó un tiro en el pie; y para rematar nos clava una reforma tributaria antipopular y abarrotada de privilegios para los más ricos. Presidente, las marchas volverán y con ellas el simbólico ruido de las cacerolas en 2020 y aténgase a las consecuencias si no las escucha.    @jairotevi