La “Alocución del presidente Gustavo Petro-Encuentro con la comunidad colombiana en París” me hizo pensar en Proudhon, el anarquista del siglo XIX en quien los franceses veían a un filósofo alemán y los alemanes, a un economista francés. Le gustaba hablar de todo y escribir sobre todo: “pornocracia”, “dialéctica serial” y hasta textos misóginos.
Pierre Joseph –así se llamaba– escribió el libro La filosofía de la miseria, refutado por Carlos Marx con un lapidario La miseria de la filosofía.
No se requiere ser un genio para confrontar a Petro cuando incurre en las mismas falacias en economía política como Proudhon. Pone como ejemplo de la explotación contemporánea, que llama “esclavitud”, “de cadena y de cepo”, la que hace “el señor de la oficina” sobre “la señora de los tintos”. Generaliza, para ganar fuerza, abusos e indiferencia del patrón frente a la sufrida vida cotidiana de esa esclava contemporánea. El materialismo histórico, que Petro se precia de interpretar, enseña las diferencias entre el modo de producción de esclavitud y el capitalismo. Tanto por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas como porque en las relaciones sociales el esclavo era propiedad del esclavista y en el reino del capital, ahora, es libre, no tiene dueño, así sea porque tal libertad exime “al amo” de prescindir de las obligaciones para la manutención del ilota, basta con el salario.
Va más allá en su desquiciada disertación. Al convertir a “la señora de los tintos” en el paradigma de la explotación, confunde este concepto, como lo hacía Proudhon, con las condiciones miserables de vida. La explotación capitalista consiste en la apropiación de valor creado por trabajo no remunerado, la plusvalía, y no la explica el bienestar del que el obrero disfrute o carezca.
No son las señoras que se desempeñan en oficios varios las más explotadas en Colombia. Para sorpresa de Petro, a quienes menos se les paga, acorde con el valor que crean, es a los obreros petroleros y en particular a los del área de refinación, cuyos salarios, más altos que los de las empleadas de servicios, solo reflejan en una baja proporción los 1.925 dólares de productividad laboral, la mayor en todas las actividades económicas (Saqueo, pág. 520, 2019). ¿Lo ignora el orador?
No paró ahí. Al referir las desigualdades entre “el señor de la oficina” y “la señora de los tintos”, suelta uno de los axiomas del infantilismo de la izquierda nacional, del extremismo que aún aplican grupos armados: “Con hambre no hay paz”, el viejo lema del M-19 que Petro coló en su perorata de forma subrepticia. Búmeran para las mesas de negociación de la “paz total”, pues quienes se sientan al otro lado podrían utilizarlo como requisito para el desarme. Autogol.
En el clímax de la oratoria, presentó sus reformas, la laboral y la pensional, como los medios para que “la señora de los tintos”, o “el obrero que pega ladrillos”, o “el que pone vidrios”, o “el viejo o la vieja”, que no marcharon el 20 de junio, encuentren la emancipación que no quiere concederles, como “los esclavistas de 1851”, “con las armas”, “una clase media alta arribista”.
¿Petro ha leído las reformas? Si bien reconoció el “despiporre” de sus cuentas de campaña que proponía una pensión solidaria, para quienes carecían de ella, de 500.000 pesos y quedó en 223.000, pero luego de 60 años a mujeres y 65 a hombres, pareciera desconocer u ocultar bastantes “diablillos” similares, incluidos contra los trabajadores.
¿Petro sabe que “la señora de los tintos”, afiliada al régimen privado de pensiones, al pasar a Colpensiones verá crecer el número de semanas cotizadas para jubilarse, propuesta contraria a lo dispuesto por la Corte Constitucional? ¿Conoce Petro que, a “las señoras de los tintos”, jefas de hogar, la reforma laboral les recorta los mecanismos expeditos para defender su estabilidad reforzada? ¿Que, para los obreros, que pegan vidrio o ladrillos, se demorará cuatro años la recuperación del 100 por ciento del recargo festivo y dominical? ¿Que se mantiene la tercerización?
¡Petro magnifica sus “reformitas” que no son más que pócimas ajustadas al cumplimiento del capítulo 17 del TLC con Estados Unidos! Una farsa.
El remate es más contradictorio aún. Propone un gran pacto social en torno a tales reformas para que “el rico” pueda ser más rico, como, según él, son “los de Francia”, “modernos”. No sorprende: fuera de asemejarse a Proudhon en la carreta, también en la inclinación a conciliar, a “contemporizar”, propio de quienes alardean de palabra y se retractan de hecho. Ni el Proudhon del siglo XXI en Colombia ni el del siglo XIX en Francia, nada tienen que ver con la teoría científica revolucionaria. Solo fanfarronería política.