La operación montada en la frontera colombo-venezolana para destronar a Nicolás Maduro parecía organizada por Mr Bean. Una comedia en grado superlativo. Lástima los episodios de sangre. Estamos en manos de operadores políticos cortoplacistas, producidos en serie en los laboratorios de marketing, que hacen estupideces para ganarse unos miserables puntos en las encuestas. Los cazadores salieron a matar a un pato y el tiro les salió por la culata.    La entrega de la “Ayuda Humanitaria” fue vendida -no cabe otra palabra- como un hito trascendental. Iván Duque lo comparó con la caída del Muro de Berlin. En vista de que los operadores políticos no tenían nada que decir trajeron a Daniel Habif, un charlatán mexicano, para que incitara al pueblo a tomarse el cielo por asalto. Los medios, en particular los colombianos, montaron un tinglado con aspecto carnavalero. El charlatán no consiguió la rebelión de las masas, pero cobró. Los medios retiraron la tarima sin la más mínima autocrítica por el fracaso que ayudaron a orquestar. Duque, Piñeiro y el desventurado Guaidó llegaron hasta la frontera. Algún despistado les dijo que podían volverse héroes. Robespierre arengando al pueblo francés. Lenin llamando a la revolución en la Estación de Finlandia de Petrogrado. Jorge Eliecer Gaitán estremeciendo a Colombia con su Oración por la Paz. Martin Luther King ante doscientas mil personas reunidas en el monumento de Lincoln. Nelson Mandela convocando, desde la puerta de la prisión de Victor Verster, a la reconciliación entre negros y blancos. Olof Palme explicando en la Universidad de Harvard los alcances del Estado de Bienestar. Barack Obama ovacionado por más de un millón de personas congregadas frente al Capitolio de Washington. La intentona heroica de Duque, Piñeiro y Guaidó acabó en una bufonada de cuatro pesos.    De un tiempo para acá a muchos analistas occidentales no le salen las cuentas. Los llamados expertos parecen encontrar en Google su principal fuente de información. Hicieron creer a los operadores políticos que sólo tenían que ir hasta la frontera y desde allí llamar a los venezolanos a una insurrección contra el gobierno de Maduro. La punta de lanza del 23-F estaba conformada por sujetos lumpenizados a los que les prometieron un botín a cambio de sembrar el caos. Las cosas salieron mal y el lumpen se volvió contra los miembros de la oposición. En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx describió con refinada literatura que el lumpenproletariado se vuelve contra sus manipuladores si no le dan pan, tabaco y alcohol. El canciller de Bolsonaro fue el primero que se bajó del tren cuando vio que la cosa no arrancaba. Los gobiernos de la región que coqueteaban con una intervención militar se lavaron las manos de un día para otro. La noche del 23-F cerró con honores militares a  Guaidó en la capital colombiana. El autoproclamado presidente venezolano descendió del avión con el rostro desencajado. A su lado el canciller Holmes Trujillo, un hombre con apariencia democrática que ha dilapidado su precario capital político en una ruinosa operación golpista. Los dos hombres lucían ropa deportiva tal como si vinieran de un estadio de futbol o de una partida de dominó. En Cúcuta un diputado de la oposición venezolana se fue de putas con un primo mientras que la carne de cañón incendiaba y saqueaba. Terminaron en tragedia. Otro opositor que la prensa colombiana había descrito como un resistente modélico fue capturado por la policía colombiana cuando abusaba de una mujer. Si sujetos de esta calaña son los llamados a salvar a Venezuela la cosa pinta mal para los venezolanos. Tanto el gobierno de Maduro como la oposición se ven perjudicados con el actual estado de cosas. Ambos están perdiendo. El endurecimiento del embargo económico no permite la gobernabilidad en Venezuela. La oposición vive una entelequia que los lleva a ninguna parte. El tema salió de la primera plana de los periódicos. Mal síntoma. Es un buen momento para conseguir una salida intermedia en la que ambos sectores ganen, y gane principalmente el pueblo venezolano. Con mediación, no con intervención externa. Yezid Arteta Dávila * Escritor y analista político En Twitter: @Yezid_Ar_D Blog: En el puente: a las seis es la cita