Es imposible que Colombia progrese con un presidente cada día más agresivo, amante de vociferar propuestas surrealistas, rodeado de corruptos y de pésimos gestores. Sumado a una ideología caduca que promueve todo tipo de obstáculos para que no progresen los proyectos empresariales.
A su compleja personalidad, marcada por adicciones inconfesables, manía persecutoria y una megalomanía rebosante, habría que agregar que la burbuja palaciega en la que habita se aleja cada día más del país.
Como ya desconoce la realidad de la nación que gobierna, la sustituye por una imaginaria que desliza en sus reflexiones delirantes. De ahí que muchas de sus propuestas carezcan de rigor técnico y estén condenadas al fracaso desde su gestación, tipo tren elevado Buenaventura-Barranquilla o el aeropuerto internacional en la pequeña Nazareth para trocar carbón por turismo.
Además de ideas irrealizables, el petrismo ensalza acciones que agotan fondos y paciencia de los inversores: tsunamis de consultas previas y cortar vías, para protestar por lo que sea, en esta nación de infraestructura medieval.
Solo el Cerrejón ha tenido que realizar 420 consultas, algunas impuestas por la Corte Constitucional, por temas como la construcción de una planta de desalinización o la ampliación del canal de Puerto Bolívar, incluso tras desistir la empresa de dichas obras.
La Guajira sería un perfecto ejemplo del funesto coctel de petrismo en estado puro y vicios atávicos, tanto locales como nacionales. Porque no todo es achacable al mal gobierno que padecemos. Heredaron un sinfín de problemas legendarios, empezando por la corrupción, agudizados, eso sí, por una ultraizquierda trasnochada, revanchista y populista, ávida de plata y poder.
Una ideología que aboga por los bloqueos de carretera y vías férreas –305 este año solo en el área de Cerrejón–, y por multiplicar al infinito las consultas previas. El propio Ministerio del Interior no tiene en cuenta en la alta Guajira, por ejemplo, la idiosincrasia de los wayús. Aparecen nuevas comunidades, resultado de subdivisiones internas por distintas causas, y cada cual exige su parte de la torta. Y el Ministerio, en lugar de imponer criterios racionales, las certifican todas amparadas en la supuesta defensa de los pueblos ancestrales.
Si hace un tiempo el Cerrejón debía acordar todo con 287 comunidades, ahora crecieron hasta las 456, con el desgaste que supone para cualquier inversor.
De ahí que Celsia tirara la toalla a principios de este año. Frenó su proyecto de energía eólica en la alta Guajira por “las dificultades con las comunidades para el cierre de las consultas previas”, según informó en su día. Un revés para un Petro que clamaba que los molinos de viento, quizá pensando en el Quijote (le encantaría trascender como esos héroes centenarios), derrotarían al carbón y al oro negro, extremo que los expertos refutaron. El presidente, concluyeron, no hizo bien los cálculos de generación de energía.
Tampoco acertó en su caótica y tortuosa andadura guajira escogiendo a un lacayo, disfrazado de pastor cristiano, de apellido Saade, para situarlo al frente de la emergencia social que luego tumbó la Corte Constitucional. Ni quedó bien el despliegue propagandístico, de tinte bananero, cuando exhibieron como trofeos los famosos carrotanques que ahora se pudren en un parqueadero.
Y es que hasta sus estrechos colaboradores estaban tan convencidos de la impunidad que cubre al Gobierno y de la escasa supervisión que tendrían en La Guajira que encontraron idóneo desviar las platas de los vehículos para comprar legisladores. Por tanto, en el combate a la corrupción guajira, Petro perdió el año. Matricularon al Gobierno en el combo de los ladrones.
Y eso que un robo de 48.000 millones no resulta determinante en una región donde los elefantes blancos son manada creciente y los atracos al erario se volvieron paisaje (desde 2021 he denunciado uno de 300.000 millones, sin que a nadie le importe).
Tengan en cuenta que Barrancas, el municipio donde reside el papá de Lucho Díaz, recibió del Cerrejón, en dos años, 140.000 millones de regalías, y Albania, otro de los seis pueblos agraciados, 64.000 millones. Pero que nadie espere verlos invertidos en el progreso de los municipios; ni es plata que sacie la voracidad corrupta de algunos gobernantes. Nunca comen bastante.
Además de contribuir a los robos, Petro pretende aniquilar el carbón a cielo abierto –aspiración que muchos compartimos de cara al futuro–, sin buscar alternativas laborales ni fiscales que sean comparables y viables. El Cerrejón aporta el 58 por ciento del PIB regional y el turismo está a años luz de ser un sustituto factible.
Aunque la alta Guajira sea una belleza, la realidad es que, salvo contadas y magníficas excepciones, solo ofrece instalaciones y servicios calidad mochileros. Lejos, muy lejos, están de reemplazar el carbón por algo productivo.