No es común que en Colombia el Congreso tenga un papel protagónico como está teniendo el actual. Tratándose de la entidad más desprestigiada del país, no es raro que algunos congresistas salten a los medios por cuenta, principalmente, de escándalos. Pero lo que estamos viendo hoy es distinto. En el actual Congreso ha caído la responsabilidad de llevar el debate de las reformas profundas de nuestro sistema jurídico que quiere el actual Gobierno, en materias como la salud, las pensiones, el régimen laboral, el sistema educativo y la Justicia.
La reforma a la salud fue la primera a la que este Congreso debió hacerle frente, iniciativa que ya superó su debate en Cámara e inicia en Senado. Y ya se anuncia la laboral y la pensional. Son reformas complejas, cargadas de tecnicismos desconocidos para el ciudadano común, pero con profundo impacto en la vida de los colombianos, que obligan análisis de expertos desde distintas ópticas.
Pero contrasta la seriedad de los contenidos de estas reformas con la poca preparación que tienen muchos de los congresistas para asumir su debate. Lo que hemos visto en la Cámara de Representantes es un espectáculo en verdad deprimente.La poca seriedad del debate se debe, sin duda, a la superficialidad misma de quienes son congresistas.
Empecemos, por ejemplo, con la representante a la Cámara por Antioquia, Susana Boreal, elegida por la lista cerrada del Pacto Histórico. No solo no tiene la más remota idea de dónde está parada, sino que ya es célebre por ni siquiera ir a trabajar. Durante este año, con corte a octubre, Susana Boreal, que en realidad se llama Susana Gómez Castaño, faltó a 14 de las 50 sesiones plenarias, presentó incapacidades que suman 37 días y pidió permiso para ausentarse durante 12 días, con el fin de asistir a eventos de toda índole, como por ejemplo el Congreso Hispanoamericano Autista, que se celebró en Guadalajara, México, en octubre. ¿Qué tenía que hacer allá? Para octubre, Boreal sumaba 49 días en los que no había puesto un pie en el Capitolio. Además, la Procuraduría General de la Nación le acaba de imputar cargos por haber nombrado dentro de su unidad legislativa de trabajo, UTL, a su pareja sentimental, Christian David Guzmán. Pero no es solo por este nombramiento que el Ministerio Público investiga a Boreal (o Gómez, si prefiere obviar el nombre artístico). En el expediente de la Procuraduría obran más de diez testimonios de personas que trabajan con la representante que dan cuenta de sus constantes abusos, que van desde pedirles que le compren su almuerzo de su propio bolsillo, hasta obligarlos a hacer su trasteo, trabajar los fines de semana, o llevarla a casa a altas horas de la noche. Todos estos testimonios dejan ver a una representante que no solo no atiende las sesiones del Congreso, sino que ni ella ni los miembros de su UTL tienen la más remota idea de nada de lo que hacen.
¿Y pretendemos que estas personas sean quienes tengan los argumentos para debatir temas como reservas técnicas, unidad de pago por capitación, eliminación de las EPS o restructuración de la Adres?
O, ¿qué decir de otros como Isabel Zuleta, coincidencialmente también representante del Pacto por Antioquia, cuya voz solo se escucha para atacar a los medios y justificar que ya no le parece que los congresistas ganen mucho, como vociferaba cuando no era congresista, pues el sueldo no le alcanza para sus necesidades?
Pero para que no digan que la mediocridad es patrimonio del Pacto Histórico, está también Miguel Polo Polo, representante del Centro Democrático por las negritudes, que se supera a sí mismo en cada intervención en nivel de grosería y de bobada. Sus redes sociales están llenas de afirmaciones absurdas, como llamar “cloaca llena de terroristas” a la Universidad de Antioquia, decir que hay que darles plomo a los guerrilleros del M-19 o advertirle al presidente Petro que “se aquieta o lo aquietamos”.
La lista es larguísima: Álex Flórez, célebre por insultar policías borracho en Cartagena, que desde este incidente solo publica sus progresos en el gimnasio y su meritorio éxito de llevar un año sin tomar. Pero nada se sabe de iniciativas legislativas que impacten o de debates que merezcan mención.
¿Esperamos que estas personas hagan debates técnicos sobre las reformas? ¿Que analicen el impacto en la productividad empresarial de la reforma laboral? ¿O la proyección de sostenibilidad del régimen pensional en las próximas décadas? ¿O el incremento en las cifras de criminalidad con la reforma al sistema penitenciario?
No, eso no pasará, porque no tienen el conocimiento técnico para hacerlo. Y tampoco recurren a expertos que bien podrían estar en sus UTL, que prefirieron llenar de corbatas para pagar favores.
Basta escuchar, por ejemplo, al representante del Pacto Histórico Alfredo Mondragón, ponente de la reforma a la salud, defender su articulado, para darse cuenta de que no tiene la más remota idea de lo que se aprobó y discutió. Es lo obvio, la formación de Mondragón es de tecnólogo en Autotrónica del Sena, una formación que le permite resolver los problemas eléctricos de los carros y no las implicaciones de reformar todo el sistema de salud colombiano.
Pero la culpa no es de ellos, la culpa es de todos los que votaron por ellos. Estos personajes llegaron allí con el voto ciudadano, nadie más los puso en el Congreso sino los que votaron por ellos. La gran mayoría llegó por esos que, como seguidores de una religión, votaron por una lista cerrada sin detenerse un minuto a mirar quiénes la conformaban.
Por eso, para las reformas que vienen lo más probable es que veamos, como en el debate de la Reforma a la Salud en la Cámara, no análisis profundos de los alcances de cada reforma, sino un desfile de hambrientos negociando migajas de poder a cambio de aprobaciones.
No es su culpa. Es de ustedes que los eligieron.