Hace unos días, el secretario de Salud del Huila lanzó un desesperado grito de ayuda que casi nadie escuchó: “Tenemos que informar que el departamento presenta 13.362 casos, de los cuales 5.553 presentan signos de alarma; 330 son casos graves, es decir, personas que están en cuidados intensivos, y desafortunadamente llevamos seis pacientes fallecidos (confirmados) y tres casos más en estudio (por confirmar)”. Al mismo tiempo, desde el Valle del Cauca, también se refirieron a más de 17.000 casos registrados –solamente en Cali– y con mayor afectación en los niños.

Ambas situaciones se refirieron al dengue, la epidemia que viene matando a cientos de colombianos y a la que nadie, mucho menos las autoridades sanitarias nacionales, quieren prestarle atención. El avance de la enfermedad afecta a nuevos territorios que anteriormente no eran afectados y esto representa tener una población expuesta de 35 millones de colombianos que habitan hasta los 2.200 metros de altura y donde la influencia del vector ya ha tenido presencia en alturas superiores. Se acumuló una severidad a tal punto que la enfermedad recurrente en las personas incrementa la probabilidad de padecer dengue grave.

Durante este mes, la Organización Panamericana de la Salud –autoridad sanitaria regional– hizo pública una nueva advertencia donde describió el incontenible incremento de casos en Suramérica e instó a países como México y el Caribe a fortalecer todas las medidas de prevención y control de la enfermedad.

La realidad es que el mosquito transmisor, el Aedes aegypti tiene una expansión vertiginosa por Suramérica, aupado por el calentamiento global. La situación es tan compleja que, naciones como Argentina, que casi no registraban casos, están enfrentando una epidemia inclemente que se extendió a lo largo de los pasados dos años.

En Colombia, el panorama del dengue es crítico, según lo reportó el último boletín epidemiológico semanal (BES) publicado por el Instituto Nacional de Salud. Contabilizamos 147.136 casos de dengue en lo corrido de este año. De esta cifra, 41.808 fueron identificados con signos de alarma y de los cuales el 74,8 % tuvieron que ser hospitalizados. El Valle del Cauca, Santander y el Huila son algunos de los departamentos más afectados.

No obstante, la situación epidémica ya cobijó prácticamente todos los territorios de país. En las últimas siete semanas se observó un crecimiento de casos superior al 30 %, en los departamentos que en las semanas anteriores tenían una menor afectación.

En 34 departamentos y distritos la situación del dengue se encuentra por encima del comportamiento esperado: si se compara con los promedios de afectación de los 5 años anteriores –lo que se conoce como canal endémico– observamos que 263 colombianos fallecieron en lo corrido de 2024 y aún están por confirmar las muertes de 115 casos más.

Tenemos una epidemia de dengue que se inició en enero de 2023 y se incrementó de manera sostenida, prácticamente, desde el segundo semestre del mismo año. En 2023 se notificaron 131.784 casos –muy por encima de los años anteriores–, pero lo preocupante es que en las primeras 18 semanas epidemiológicas de 2024 se superó el número total de casos de 2023.

Es contradictorio que mientras los secretarios de salud de todos los departamentos del país luchan de manera desesperada contra la enfermedad, para el nivel nacional pareciese que la enfermedad y la situación de salud pública no existiesen. Claramente irónico en un Gobierno que supuestamente “arropó” las banderas de la prevención y buscó posicionarse como el adalid de los programas comunitarios, pero no se ve ninguna estrategia para controlar los depósitos de agua y las costumbres de las poblaciones urbanas más pobres, donde el dengue suele ensañarse.

Entonces, surgen varias inquietudes: ¿están funcionando los equipos comunitarios?, ¿están adecuadamente entrenados? O, simplemente, ¿no están operando? ¿Dónde está la fuerza de trabajo de epidemiología de campo con la que contaba el Instituto Nacional de Salud? Toda esa retórica discursiva que hicieron desde el Gobierno nacional –en septiembre de 2022– en Aracataca (Magdalena), para el lanzamiento del “Programa preventivo y predictivo” era tan solo eso, como algunos temimos, una puesta en escena para una reforma que no fue.

También es irónico cómo el dengue representa, por excelencia, a las enfermedades que son consecuencia del cambio climático, pero pareciera que ese discurso no llega sino a los foros internacionales. Foros donde, a propósito, cada vez adquiere mayor resonancia el concepto de One Health (Una Salud), que reconoce cómo la salud humana es completamente interdependiente de la salud del ambiente y los riesgos de los animales, con quienes compartimos un único planeta.

Es muy necesario que las asociaciones médicas, la Academia Nacional de Medicina –como órgano consultor– y demás entidades de salud se pronuncien de manera urgente sobre la situación del dengue en el país. No puede quedar solamente en manos de secretarios de salud departamentales y municipales –con exiguos presupuestos de salud pública y limitados recursos técnicos– para luchar contra una situación que está afectando la salud de miles de colombianos.