Con amplia favorabilidad y bajo la propuesta del “cambio”, asumió el presidente Gustavo Petro. El reto es si puede concretarlo de acuerdo con las promesas que sembró. Aunque en el discurso de posesión, y en los diez compromisos enunciados por él, puso en remojo ya unas cuantas, sintetiza el mandato en un ejercicio cabal de la Constitución del 91, de la cual, como exmiembro del M-19, se considera artífice.
Las restricciones económicas nacionales son alarmantes y se suman a los nubarrones recesivos globales por factores conocidos. “En lo negativo se cuentan la inflación” que ha dado lugar “a un fuerte aumento de las tasas de interés”, “el alto déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos (…) al 6,4 por ciento del producto interno bruto, de los niveles más altos de América Latina”. La desaceleración, “que se hará evidente durante el segundo semestre del año”, “un crecimiento de apenas el 2 por ciento” y “el déficit (fiscal) del año en curso [que] es todavía del 5,6 por ciento del PIB, al cual se agrega un faltante del 3 por ciento del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles” (J. A. Ocampo, SEMANA, 8/8/22).
Detrás de tan gris panorama, las fuerzas propias y afines del Pacto Histórico son minoría en el Congreso y dependen de un Acuerdo Nacional con los partidos del establecimiento para aprobar las reformas transformadoras, conchabanza que puede ser inestable. Para la Justicia Social, por ejemplo, se presentó la tributaria. Ya se mermó a la mitad el propósito inicial de recaudar 50 billones de pesos tanto para equilibrar las finanzas públicas y estabilizar el endeudamiento, al tenor de las metas del FMI y la regla fiscal, como para acopiar recursos hacia programas sociales. La mitad faltante se remitiría, como paradoja, a los excedentes de Ecopetrol.
Quedó claro su corto alcance, por ceñirse a los parámetros de la Ocde, los de recargar desde las personas naturales de clase media alta a fin de ir aliviando a conglomerados, trasnacionales y grandes corporaciones, en diapasón con un rosario de impuestos indirectos y regresivos mostrados como “saludables” y “ambientales”, los que en mayor proporción pagará la población de menores ingresos.
Para la “paz total”, ha de desatascar el manejo torcido del Gobierno de Iván Duque al acuerdo con las Farc, como también manipular a la Justicia y empujarla a “acoger” a grupos narcotraficantes y delincuenciales con el trasfondo de más de 200.000 hectáreas sembradas en coca. Para absolverlos se usará la tasa moral de cambio, esa reiterada costumbre en nuestra historia de cooptar a quienes afectan con sus acciones a la sociedad (Revéiz), y correr el andamiaje jurídico a nuevos estándares. Y la negociación política con el ELN, un proceso con particularidades y complejidades específicas, no acabaría “los conflictos”, así sea exitosa, según disertan sus jefes. Tampoco es tan evidente que vaya a ser “eficiente y rápido”, como lo invocó Roy Barreras (SEMANA, 28/7/22).
Para la Justicia Ambiental, conciliar los proyectos minero-energéticos con el bienestar de las comunidades, el medioambiente y la protección del agua y la biodiversidad acarrea contradicciones antagónicas, como en los pilotos de fracking en el Magdalena Medio o en otras explotaciones que transmutan la vida y vocación propias de las regiones. Y no menos problemático es si se intenta forzar la transición energética, lo que pronto restará recursos como los venidos del petróleo, destinados a apalancar los compromisos de deuda de la Hacienda nacional.
Lo anterior bajo la tutela de Estados Unidos. Pocos presidentes han interactuado tanto con Washington como Gustavo Petro mediante delegaciones, comunicados y reuniones y en tan poco tiempo, apenas mes y medio. Biden coincide con él en tres pilares: trabajo frente al cambio climático, la paz, que abarca diálogo sobre drogas y cooperación en seguridad, y la migración junto con “apoyos sociales para pueblos indígenas y afro” con agencias como USAID (Francia Márquez, Twitter 8/8/22). El futuro embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, dijo que las relaciones deben verse “en contexto global”, como ariete en la reagrupación hemisférica de Latinoamérica en “valores comunes”, tal vez en contraposición a otros centros de poder (Blu Radio 25/7/22). Bitácora compartida, pero al mando el capitán.
Ya que están de moda las espadas, sirve recordar que, según la leyenda de Timeo, Dionisio de Siracusa le cedió su trono a Damocles bajo una que pendía de un pelo de crin. En el marco descrito, incumplir las ilusiones depositadas por millones de personas podría en términos políticos hacerla caer. El presidente Petro lo sabe y supongo, según dijo, que lo tiene “asustado”. Es el mucho trecho existente entre el dicho y el hecho.