La entrevista de Salud Hernández al cabecilla del frente 33 de las Farc, llevada a cabo en lo que puede catalogarse como ‘la República independiente del Catatumbo’, muestra aberrantes realidades: de una parte, la indiscutible pérdida de control territorial del Estado en un área importante de su geografía; en segundo lugar, se comprueba la Farc…sa de Santos en su ‘negociación’ con esta organización criminal, llevando a pensar que fue siniestramente planeada por la izquierda, por los capos de las Farc y por el jefe de gobierno, para posicionar políticamente a los delincuentes y justificar la impunidad de los cabecillas; otra realidad es el engaño a la justicia y la traición al pueblo colombiano por parte de los bandidos, ya que están disfrutando libremente la riqueza que amasaron como producto de sus crímenes.
El análisis de lo sucedido con varias organizaciones criminales que han ‘negociado’ con el gobierno de turno su retorno a la sociedad, nos muestra que los bandidos no han tenido la verdadera intención de rehabilitarse, sino que los diálogos son la vía para fortalecerse en armas, incrementar el reclutamiento, expandir su influencia criminal, lograr impunidad frente a sus crímenes (incluyendo los de lesa humanidad), obtener libre tránsito de las drogas por los corredores de movilidad, inmovilizar a la fuerza pública para que los bandidos puedan actuar libremente, probablemente contando con la complicidad del gobierno, que en aras de lograr la famosa paz total, entrega la soberanía del Estado a los facinerosos y decreta los infames ceses bilaterales de fuego que solo son cumplidos por la fuerza pública.
Los grupos delincuenciales no cesan en sus actividades criminales, pues como resultado de las negociaciones se desdoblan para incrementar sus capacidades; los cabecillas, con la aprobación del gobierno salen de la selva, lugar donde corren permanentemente para evitar la acción de la fuerza pública que tiene el deber constitucional de perseguirlos, para disfrutar de libertad de movimiento, acompañados de una interminable caravana de protección. Mientras que otros, bajo la designación de disidencias, cambian la razón social de la organización delictiva para salvaguardar ‘el buen nombre de la empresa’ y continúan cometiendo crímenes, atemorizando, extorsionando, asesinando, incrementando los cultivos de coca y la depredación de las selvas, así como produciendo mayor cantidad de cocaína, motor de la corrupción y la violencia que afecta al país.
Lo que se conocía acerca de las inmensas riquezas de las Farc, como producto del delito continuado, ha sido confirmado por el cabecilla de las disidencias recientemente entrevistado; los grupos delincuenciales desmovilizados no entregan la totalidad de las armas, ni tampoco de los bienes que han adquirido en forma ilegal, lo cual se podría utilizar para indemnizar y reparar el daño de las víctimas, aunque —cínicamente— los bandidos mienten afirmando que devuelven todo lo ilegal. Con sus cómplices, situados en diferentes niveles de la sociedad y en las famosas bodegas de seguidores pagos, les hacen eco y amplia publicidad para que el pueblo crea que son buenecitos y merecen perdón y reconocimiento. Es una muestra de que realmente estos no contribuyen al logro de una verdadera paz que sea estable y duradera.
Es increíble que la fuerza pública esté entregando hasta su propia vida en defensa de los colombianos, mientras que la impunidad frente al delito crece cada día en nuestras narices y no hay pronunciamientos legales para combatir este mal que afecta no solo la credibilidad en la justicia, sino que promueve la corrupción. Los bandidos mienten y la justicia les cree. Gran parte de los delitos denunciados públicamente no son objeto de acción judicial, mientras que otros procesos son obstruidos para que no prosperen.
Robos, violaciones, secuestros, asaltos, extorsiones, captación de dineros ilegales, masacres, narcotráfico y otros delitos, forman parte del menú diario y no se observa la acción contundente de la justicia; crece la inseguridad y nadie se pronuncia, se viola la voluntad del pueblo desconociendo el plebiscito y nadie dice nada del Nobel de Paz que no logró la paz. Colombia permanece adormilada por los zurdos que nos llevan al precipicio y nadie se quiere dar por enterado.
Es increíble que las instituciones del Estado no hayan ejecutado sus presupuestos, posiblemente guardando el dinero para comprar conciencias. El nefasto poder de la billetera del Estado para las elecciones del 2026 puede causar un daño irreparable en nuestra democracia y por consiguiente en la pérdida de todas las libertades. Los egos y ambiciones políticas de tantos precandidatos pueden ser la causa para que el comunismo siga en el poder y empuje a Colombia hacia el abismo. La unión es el único camino hacia el progreso y la prosperidad.