Cuesta aceptarlo: la decisión de Felipe López de retirar la columna de Daniel Coronell es una equivocación que muy seguramente va a afectar la reputación de una revista como SEMANA, reconocida por haber sido el medio que destapó escándalos de la talla de los falsos positivos, las chuzadas del DAS, y que se la jugó por la paz.El retiro de la columna de Daniel Coronell lo convierte a él en una víctima de la libertad de expresión de manera innecesaria, y a Felipe López, en un censurador, un cargo inmerecido porque desde que fundó SEMANA, López siempre se ha caracterizado por respetar no solo la independencia de los columnistas, sino la de sus directores. Absurdo.Le puede interesar: Donde manda capitán...SEMANA pierde por partida doble porque se queda sin un gran columnista y porque ante su audiencia queda con la mácula de ser un medio que bota a sus columnistas cuando uno de ellos le pide una explicación.También se equivocó Alejandro Santos, el director de la revista, al darle largas a la historia que mostraba cómo se estaría reviviendo la política del body count, que funciona presionando a las tropas a que doblen su número de desmovilizaciones, capturas y muertes en combate a cambio de beneficios; la misma que terminó abriéndole el camino a los falsos positivos, una práctica macabra que acabó con la vida de cerca de 5.000 jóvenes colombianos.Con los documentos que ya tenía la revista era suficiente para hacer la publicación, y solo se requería una declaración del comandante del Ejército –y no la del secretario general de Palacio– para darle la voz a la contraparte, como de hecho lo hizo el periodista del New York Times. Así entendí la columna de Daniel de la semana pasada en la que pide explicación sobre por qué no se publicó esa investigación, como una importante llamada de atención hecha por un gran periodista que además es director de Univision, con el propósito de que la revista asumiera los correctivos del caso. Le puede interesar: Los intocablesSin embargo, creo que Daniel Coronell se equivocó en la manera arrogante y soberbia con que inició esa cruzada. Si su objetivo era ese, el de mostrar que hoy las salas de redacción deben ser aún más transparentes y que nada puede hacerse en la penumbra, no había para qué retar al director ni al dueño, ni convertir una necesaria discusión periodística en una pelea de poder que puede llevarse de calle a SEMANA.Si la cruzada para mejorar la transparencia de la sala de redacción de SEMANA pasa por incendiar la publicación, no creo que se haya hecho una gran contribución a la causa. Pero además no entiendo su obsesión por escudriñar lo que sucede en la revista, cuando hay tantos temas que nos agobian y que requieren de la mirada escrutadora de periodistas expertos como Daniel.Me preocupa también la dictadura de las audiencias en esta era de las redes y lo manipulable que resulta la verdad en estos tiempos. El dictamen de las redes, luego de la consternación que produjo la noticia de que la columna de Daniel no iba a aparecer más, es que había que acabar a SEMANA. Mucha gente me escribió para decirme que me cuidara, que la próxima iba a ser yo, y que debería renunciar en solidaridad con Daniel. En medio de semejantes calenturas, ninguna lógica vale y toda explicación sobra. Así funciona la dictadura de las redes.La verdad, si es que interesa en estos momentos, es que pese a que no estoy de acuerdo con la manera como salió Daniel Coronell de SEMANA, no creo que la solución sea acabar con la revista ni inmolarme con Daniel. Durante mis 15 años de columnista nunca Felipe López ni Alejandro Santos me han increpado por alguna de mis columnas ni me han llamado para ver a quién invito o no invito en el programa de Semana en Vivo que dirijo. A esta revista le debo por lo menos eso: la oportunidad para que de esta crisis salga fortalecida, asuma los correctivos y hable con las investigaciones.Opinión: DerrotaAhora bien: si algo deja la columna de Daniel es la necesidad de hacer un debate sobre la ética periodística y la toma de decisiones de los directores de medios, pero con humildad y sin hablar desde pedestales morales; un debate que aborde, de una vez por todas, los conflictos de intereses de los medios y cómo estos se reflejan en la información.En un país como Colombia, los periodistas independientes no podemos terminar acuchillándonos entre nosotros mismos, porque quienes terminan ganando son los que se sienten expuestos con nuestras plumas. No nos podemos dar ese lujo. Como tampoco hay que ceder ante la dictadura de las redes que nos elogian un día para destrozarnos al día siguiente. Ellos, los que se creen intocables, deben estar frotándose las manos en estos momentos.Yo, por mi parte, no les voy a dar ese gusto.