Le pido perdón, señor intendente Luis Carlos Bonilla. Ofrendó su vida para nada. Así de crudo. Lo sabría usted durante el tiempo que permaneció al frente de la estación de policía en Teorama: desdibujamos de tal manera las fronteras entre el bien y el mal que desconocemos los límites, todo nos parece normal. Y ni digamos en el Catatumbo, donde el Estado es irrelevante y la ley la imponen el ELN y las Farc, únicas autoridades de la región desde hace demasiados lustros.

Imagino que desde el cielo habrá llorado de dolor e impotencia. No solo por dejar un vacío irremplazable en su familia. También porque no entenderá que no se le caiga la cara de vergüenza a su director y a su ministro. Y cómo es que no corrieron a presentar su dimisión.

La sola imagen de su cadáver cargado en una carreta, como si fuese un bulto desechable, provocaría la indignación en un país que respetara el valor de la vida y no viviera arrodillado. Esa nación, que por desgracia no es Colombia, presionaría al Gobierno para que abandonaran el cargo el máximo dirigente de la Policía Nacional, general William René Salamanca, y su superior, el ministro Iván Velásquez, por respeto a quien comandó una estación de zona roja hasta su asesinato.

Era una fotografía tan aberrante, que en un primer momento creí que se trataba de un burdo montaje, tan frecuentes en las redes sociales. Ante las dudas que algunos expresamos, circularon videos grabados in situ que demostraron su veracidad, dejaron en evidencia al Gobierno y pusieron sobre la mesa el grado de descomposición social que padecemos.

No solo causa estupor observar la soledad institucional de un puñado de policías enviados al Catatumbo sin capacidad alguna para actuar, con la única misión de hacer el ridículo y servir de carne de cañón. También duele en el alma la indiferencia de una población que no tuvo el valor de evitar tamaña humillación al suboficial que acababa de morir por el disparo de un francotirador.

Si en lugar de mirar el paso de la carreta con una hiriente falta de solidaridad, hubiesen salido decenas de vecinos a arropar al policía que lo llevaba a usted tragándose la rabia, la decepción y la tristeza, otra habría sido la historia. Sería un carro fúnebre el que transportara sus restos mortales y el ELN tendría que haberlo aceptado.

Nadie pide que los nativos se pongan una lápida encima, soy consciente de que un solo ciudadano podría jugarse la vida o el desplazamiento en represalia a la osadía de ayudar a un policía muerto. Pero con las JAC y un grupo de vecinos exigiendo la funeraria, no habría pasado nada.

Por supuesto que podrían contestarnos que no les pidamos solidaridad con usted cuando al propio ministro de Defensa y al director de la Policía Nacional les vale cinco su subalterno.

Y no solo miraron para otro lado ante la infame fotografía de la carreta y sus restos mortales, sino que ahora el exmagistrado al frente de Defensa amenaza al resto de policías con dejarlos aún más desprotegidos en esa otra Colombia que el Palacio de Nariño contempla con desinterés. Como el buen vasallo que es, Velásquez salió enseguida a demostrar a su emperador que él también está muy enfadado con el Senado por rechazar la famosa “ley de financiamiento”.

De ahí que, con un cinismo insultante, Velásquez se disfrazó de ministro encolerizado y advirtió que se vengaría con los uniformados: “El hundimiento de la ley de financiamiento en el Congreso tendrá consecuencias directas en las capacidades de la fuerza pública, como la reducción del presupuesto destinado al mantenimiento de las flotas y aeronaves, impactando la operatividad naval, fluvial, aérea y terrestre”.

Es decir, intendente Bonilla, solo habrá plata para helicópteros de fin de semana de la vicepresidenta y para alquilar jets privados al jefe de Estado, que no se fía de los aviones de la FAC. De pronto teme que los pilotos militares revelen secretos inconfesables de Gustavo Petro cuando se pierde en Colombia y en el exterior.

Por tanto, ese ministro que pone todo su empeño en debilitar a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional, informó a los desamparados uniformados de Teorama, El Tarra, Convención, El Carmen, entre otros municipios del Catatumbo, que ya ni plata habrá para carretas. Al próximo asesinado por algún futuro congresista del ELN deberán echárselo al hombro o arrastrarlo por el piso. Total, para lo que les preocupa su memoria.

NOTA: El nombramiento de un pedófilo en la embajada de Tailandia, país que lucha contra el turismo sexual de depravados, como el propio Mendoza, es una bofetada a esa nación asiática y a sus niños. Y la ignominiosa defensa que hizo Petro de semejante elección demuestra que tiene un serio problema psicológico o de adicción al café. Debería mirárselo. Cada día está peor.