María es vendedora de rosas. Todos los días madruga, prepara los ramos y toma el bus que la lleva a su lugar de trabajo, un semáforo de un exclusivo barrio de la capital. El trayecto dura casi dos horas, y pocas veces consigue puesto. Es una mujer sencilla, trabajadora e inteligente. Como otras mujeres de su generación, María decidió que no quería tener hijos. Y aunque aún es bastante joven, piensa en su vejez. “Por cada diez ramos de flores que vendo, uno lo ahorro. Con eso me voy a comprar un local en el barrio y esa va a ser mi pensión”.
Recientemente, María se enamoró. La sedujo un hombre charlatán, dado a gastar más de lo que tiene. Un vago. Entrado en confianza, el vago notó que María ahorraba religiosamente lo ganado con uno de cada diez ramos de flores. Como suele vivir alcanzado, se le ocurrió proponerle a María que, en lugar de ahorrar esa venta, le dé ese dinero a él. “Yo le prometo que se lo pago”, aseguró. María pensó en su vejez: en el día en que no tenga energía para tomar dos horas de bus, abrirse espacio entre la multitud y cargar los ramos de rosas. Y le respondió “¿Pero si se va a gastar esa plata, de dónde va a sacar después para pagarme?”. El vago, al no encontrar respuesta, enfureció. “¿Acaso no me quiere? Además, el banco donde usted ahorra esa plata la está robando”, sentenció.
María retomó la calma y preguntó si quería esos recursos para él o para su mamá. María no tenía buena relación con la señora, ya que, en su opinión, le acolita la vagancia. El vago respondió: “Tranquila, que lo que usted me dé me lo gasto en mí. El mercado me está saliendo caro. Con lo que usted me dé, yo pago el mercado y lo que estoy usando para el mercado sí se lo doy a mi mamá. O sea, nada de lo que usted me dé va para mi mamá”.
Como María, la mayoría de los colombianos aún es joven, y está en edad de trabajar, pero ha decidido tener pocos hijos o no tenerlos. Eso quiere decir que debemos construir ahorros para garantizar ingresos durante la vejez. Más allá de que sea una empresa pública o privada (que no es el punto de fondo), los aportes que se hacen en Colpensiones no se convierten en ahorro real, sino que se gastan. Esto contrasta con los aportes que se hacen a los fondos de pensiones, donde la cotización se ahorra. Al llevar los aportes a Colpensiones, el déficit de Colpensiones se reduce de la misma forma en que el vago usa lo que le da María para pagar el mercado. Nos dicen que se liberan unos recursos para financiar subsidios ciertamente loables, pero como los recursos que el vago le daría a su madre, hay un paganini: el ahorro pensional de María, y el ahorro pensional de los colombianos. ¿Y cuando seamos mayores, de dónde se pagarán las pensiones?
La propuesta del Observatorio Fiscal
La semana pasada en esta revista, Eduardo Lora expuso una propuesta que denominó “La reforma pensional que es posible hoy”. La propuesta tiene virtudes, en particular se propone que quienes no se pensionen en Colpensiones recibirán un reconocimiento justo por los aportes que hicieron durante su vida, incluyendo los intereses. Eso corrige una de las mayores injusticias que tenemos hoy: cuando una persona no se logra pensionar en Colpensiones, las devoluciones no reconocen intereses. También elimina los subsidios a las pensiones altas en Colpensiones, otra virtud. Sin embargo, tiene un defecto importante. Con su propuesta, María accedería a darle lo del décimo ramo al vago. Al menos eso sucedería para ocho de cada diez trabajadores colombianos.
Los lectores tal vez se sorprendan de que en Colombia ocho de cada diez colombianos que cotizan en el sistema de pensiones lo hacen por menos de dos salarios mínimos. Pero si uno piensa por un momento en el día a día de las actividades en los barrios populares, los centros poblados, etc., se dará cuenta de que así es nuestro país. En la propuesta de Lora, toda esa población va a hacer sus aportes a Colpensiones, donde se anota la contribución, pero se gasta de inmediato. Sí, se crea una promesa de que se hará un pago justo más adelante. Pero como en la promesa del vago, no hay un ahorro real que respalde esa promesa.
Se argumenta que lo anterior no es un problema porque la propuesta elimina los traslados a Colpensiones. Cuando una persona se traslada, todo el ahorro que había construido durante la vida se pasa a Colpensiones, que lo gasta completo en seguida. Por supuesto que los traslados se deben solucionar. No por ello es buena idea que los aportes se dejen de ahorrar. Todo lo contrario: los países que lo están haciendo bien en materia pensional tienen enormes ahorros pensionales, superiores a 200 por ciento del PIB. En Colombia, en los últimos 20 años pasamos de 5 por ciento a 30 por ciento. Si queremos llegar a 200 por ciento debemos mantener el esfuerzo por seguir ahorrando, como también debe seguir haciéndolo María.
Esta columna de opinión no compromete la posición editorial de SEMANA.