En las elecciones mexicanas de este domingo, el pueblo ha elegido a la coalición de izquierda liderada por Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en cabeza de Claudia Sheinbaum, una mujer científica de origen judío.
A la mente de muchos colombianos vendrán preocupaciones por esta elección, por el riesgo de que en Colombia se elija a un candidato de la cuerda de Gustavo Petro en 2026. Sin embargo, a pesar de que la nueva presidenta es la sucesora de AMLO, el escenario mexicano es completamente distinto al colombiano.
Primero, hay que recalcar que el enfoque y los resultados de AMLO con respecto a la economía mexicana difieren completamente de los de Petro en la colombiana. El gasto público de los manitos corresponde a menos del 25 % del PIB, mientras en Colombia se acerca peligrosamente al 33 %. El ingreso per cápita en ese país es el doble del de los colombianos y el desempleo en México bordea el 3 %, mientras en Colombia es de más del 10 %. En México, AMLO no destruyó el sistema de salud y la inversión desde 2022 creció más del 30 %, mientas en Colombia, bajo el Gobierno Petro, ha caído más del 15 %. A AMLO y a México los inversionistas les creen, a Petro no.
Tal vez más diciente es la comparación de perfiles entre la presidente Sheinbaum y Gustavo Petro. La ideología de ambos se basa en mejorar el ingreso de los más desfavorecidos, pero el mandatario colombiano prioriza una combinación de subsidios (gasto público) y decrecimiento como modelo económico, mientras su homóloga mexicana, ganadora el Premio Nobel de Paz como parte de un colectivo que estudió los efectos del cambio climático, no menosprecia el bienestar de sus congéneres y le da importancia al crecimiento económico.
Factor primordial de la comparación es también su manera de afrontar los problemas. Sheinbaum, graduada en física, entiende y aplica el método científico, en que la relación causa consecuencia y el rigor analítico es de vital importancia. Gustavo Petro, por su lado, adolece de deshonestidad intelectual; su manipulación de los hechos y su argumentación basada en sofismas son para él válidas, con tal de soportar sus tesis. Ejemplos de esto último sobran, como sus explicaciones del fracaso del nuevo modelo de salud del Gobierno, construido sobre las ruinas del anterior que él destruyó y que funcionaba bien.
Otra gran diferencia entre el Gobierno Petro y el gobierno mexicano es su popularidad. AMLO contaba en México antes de las elecciones con más del 60 % de popularidad, mientras Petro en Colombia apenas pasa del 30 %, ambos como resultado de la gestión que han realizado. Gran impacto de la corrupción en el Gobierno Petro se refleja en este indicador.
Por último, el gobierno colombiano, ante sus múltiples escándalos, adolece de un mecanismo sano para limpiar sus filas. Petro ha premiado en vez de castigar a los funcionarios que se han visto inmiscuidos en corrupción u otras conductas ilegales, a la vez que no reconoce su responsabilidad en los nombramientos de su gobierno, como en el caso de Ernesto Samper, todo es a sus espaldas. A Laura Sarabia, responsable del escándalo de su exniñera Marelbys Meza, la ha premiado con múltiples posiciones de alta responsabilidad; a Armando Benedetti lo envió de embajador de la FAO en Italia, donde no puede ser perseguido por la consecución ilegal de fondos para la campaña del Pacto Histórico por su nacionalidad italiana, y Juan Carlos Montes, protagonista del episodio en el que Petro recibió dinero en efectivo en bolsas, se encuentra refugiado en Suiza.
Esta columna no pretende dirimir si la izquierda mexicana es buena o mala o si es mejor que la derecha de su país. Simplemente, pretende dar a entender que la ideología no lo es todo y los resultados son lo que más importa. En ese sentido, la izquierda mexicana que subió al poder con Sheinbaum es una izquierda diferente a la colombiana. A diferencia de la primera, el Gobierno Petro está acabando con el bienestar de su gente con reformas inconvenientes, aprobadas ilegalmente con presuntas mordidas a miembros del Congreso, gastando el presupuesto que no tiene y ahogando la economía para poder entregar subsidios que le permitan ganar votos. Los indicadores macro reflejan que la izquierda mexicana, con su ideología, sigue creando valor para sus compatriotas y no destruyendo sus instituciones y sumiéndolos en la pobreza. Gran diferencia.