No deja de ser una paradoja que el país más machista de América Latina, y casi que del hemisferio occidental, tenga ahora una mujer como presidenta.
Claudia Sheinbaum es pupila de López Obrador. Algo parecido a lo que pasó con Juan Manuel Santos ungido por el presidente Uribe. Sin embargo, Claudia va a ser fiel a los postulados de su patrocinador, lo que no sucedió en el caso colombiano.
Siguió con la exigencia de AMLO de que el rey de España se debía excusar por las atrocidades cometidas por los españoles con los aztecas en la conquista de México. Como el rey no lo hizo, Claudia no lo invitó a la transmisión del mando presidencial como estaba previsto. Generó así una inútil animadversión con España que ha estado unida tradicionalmente a México.
Sabemos lo que les hicieron algunos españoles en todo el continente a los indígenas, con el apoyo de clérigos y frailes. Aquéllos, ya en el potro del tormento o prendida la hoguera para ser quemados vivos, debían pedir ser bautizados. Exigir 500 años después que el rey se excuse es populista y demagógico. Sin embargo, la presidenta no censuró a Estados Unidos, que se apropió de los territorios mexicanos de Texas, Nuevo México y Alta California.
Seguramente pensó que tiene que afrontar el problema de la migración, que ha sido uno de los principales temas de la campaña electoral en Estados Unidos. Incluso con el riesgo de que una presidencia de Trump podría ser la debacle para los mexicanos.
Sabe también que en 2026 deberá renegociar el tratado de libre comercio con Estados Unidos, en el marco del cual el 80 % de las exportaciones mexicanas van hacia el país del norte. Muchas críticas se han expresado al tratado tanto por republicanos como por demócratas.
Continuará también la señora Sheinbaum con la implementación de la ley que López Obrador hizo aprobar en el congreso sobre la elección de los jueces por voto popular. No solamente con fuertes reacciones en México, por la posible infiltración de delincuentes y narcotraficantes, sino también por la aprehensión que esa disposición ha generado en círculos norteamericanos que ven con temor que algunas causas en las que tienen intereses pudieran caer en manos de jueces de dudosa ortografía.
El mayor problema que enfrenta ahora México es el de la inseguridad, que a López Obrador se le salió de las manos con su programa Abrazos, No Balazos, y que incluyó las negociaciones con los narcos, lo que algunos están sugiriendo que se haga en Colombia.
La supuesta acción conjunta de Colombia, con Brasil y México, que nunca existió, para actuar como mediadores en Venezuela, se evaporó definitivamente, ya que México, siguiendo su tradicional política, anunció que no se meterá en Venezuela, mientras que Maduro rechazó frontalmente la posición colombiana de que no habrá reconocimiento hasta no conocer las actas.
Petro ha afirmado reiteradamente, aun contrariando lo que han dicho sus excompañeros de armas, que la nueva presidenta es del M-19, lo que no le debe gustar mucho a doña Claudia. Pero si así fue, ojalá que Petro logre que a los colombianos que viajan a México en busca de las playas, de la música o de la comida, no los sigan maltratando las autoridades aduaneras y migratorias mexicanas.