Las relaciones entre Colombia y Venezuela, desde la disolución de la Gran Colombia en 1830 hasta el momento actual, se asemejan a una montaña rusa, en la que se alternan la fraternidad y la memoria del Padre de la Patria, con las crisis al borde de un conflicto. Incluyendo el refugio y apoyo que ofrece el régimen venezolano en su territorio a delincuentes y grupos armados colombianos, y el absurdo “desembarco” cerca de Caracas de unos aventureros que afirmaron se habían entrenado en Riohacha y en la Alta Guajira. Dentro de ese desafortunado “sube y baja” se recuerda el incidente de la corbeta “Caldas” en agosto de 1987, cuando Venezuela estuvo al borde de invadir a nuestro país. Lo que se olvida es que años antes estuvimos igualmente muy cerca del conflicto armado, por un hecho similar y también en el golfo de Venezuela. En 1970 se habían iniciado las negociaciones sobre la delimitación marítima en el golfo de Venezuela, en medio del rechazo de múltiples sectores venezolanos encabezados por el senador y periodista Miguel Ángel Capriles, que se dedicó a incendiar a su país contra Colombia. Venezuela comenzó a imponer unilateralmente dentro del golfo la exclusión de las embarcaciones colombianas que pescaban, aun dentro del mar territorial colombiano. Entre el 26 de marzo y el 7 abril de 1971 se presentó una grave situación que nos llevó al borde del conflicto armado, cuando submarinos y aviones de guerra de Venezuela hostigaron a los buques de la Armada colombiana “Córdoba” y “Almirante Tono”, que trataban de interferir la entrada masiva y deliberada de 15 pesqueros venezolanos al mar territorial colombiano. El ministro de Defensa de Colombia informó al presidente Misael Pastrana Borrero sobre la situación y le pidió instrucciones sobre cómo proceder. Pastrana dispuso que, si el hostigamiento continuaba, los buques de guerra colombianos dispararan contra los aviones y las unidades navales venezolanas, que captaron el mensaje. Los aviones, el submarino y las demás unidades navales abandonaron el área. Las Fuerzas Militares colombianas mantenían en ese entonces un fuerte dispositivo a lo largo de la frontera y las unidades que se encontraban en el área mantenían siempre un alto grado de alistamiento. Ese incidente dio lugar a una reunión de todos los generales y almirantes de Venezuela con su presidente para exigirle la compra inmediata de todo tipo de equipos militares de la más alta tecnología, y le advirtieron que no tolerarían que el incidente en el golfo se volviera a repetir. Venezuela inició una desaforada adquisición de armamentos que incluso dio lugar a versiones sobre una ola de corrupción sin precedentes por “las comisiones” que recibían los militares venezolanos. El armamentismo venezolano continuó. Hasta el punto de que años más tarde, según una versión de la revista inglesa “South”, el presidente Barco había afirmado que el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, le había comentado que, para evitar un conflicto entre los dos países, lo mejor era que se les dieran “las comisiones” a los militares, pero que no se compraran los armamentos. Los dos presidentes negaron la versión. (*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.