Según datos del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES), en el 2016, 285 833 personas accedieron a educación privada, mientras en el 2017 fueron 255 462, lo que evidencia una reducción aproximada del 10%. Al mismo tiempo, Colombia cuenta con un acceso a la educación superior significativamente bajo en comparación con estándares internacionales. En el país, solo el 22% de las personas entre 25 y 64 años cuentan con un título universitario, un porcentaje muy inferior al promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que es de 38%, tal como lo mencionan en su investigación ‘Education at a Glance 2018’. Además, la desigualdad en el acceso a la educación en las regiones del país es realmente crítica. De acuerdo al SNIES, en el 2017 se encontró una concentración mayor en Bogotá de los estudiantes que accedieron a la educación superior, mientras que en departamentos como Amazonas, Chocó y Arauca este porcentaje fue significativamente menor. En este orden de ideas, la paradoja se evidencia en un excedente de personas que quieren estudiar y no tienen el dinero para pagar su formación y, al mismo tiempo, en “sillas vacías” en las universidades privadas por la caída en las matrículas. Se estima que, entre los factores asociados a esta disminución, se tiene la influencia del modesto crecimiento económico de Colombia, (1.8 % en 2017, 2.7 % 2018 y una  perspectiva todavía incierta del 3.0 % para 2019) junto con un desempleo creciente del 10.5% para el mes de mayo de 2019, de acuerdo con el DANE. Lo anterior, disminuye sustancialmente la capacidad y disposición a pagar por parte de los jóvenes y sus familias. Otro factor a tener en cuenta es el envejecimiento creciente de la población. Tal como afirmó el director del DANE, Doctor Juan Daniel Oviedo, en el Simposio de Envejecimiento y Longevidad de la Universidad del Rosario (2019) el 13.4% de la población en Colombia tiene más de 60 años. En este sentido, se ve una disminución de la población en edad productiva interesada en ingresar a la educación superior. Pero, ¿por qué las universidades privadas no se dieron cuenta de esta tendencia? Una explicación puede ser el número de matrículas crecientes como resultado del programa Ser Pilo Paga que financió cerca de 40 mil estudiantes desde el año 2014. Ahora bien, esta paradoja nos plantea tres interrogantes adicionales a las universidades privadas. 1. ¿Es realmente compatible el sueño de una “educación universitaria para todos sin restricciones de acceso”, con la necesidad de inversión creciente que realizan las universidades privadas comprometidas con estándares de alta calidad nacional e internacional? La respuesta para un modelo universitario de ingresos con dependencia superior al 85% de las matrículas no puede ser afirmativa, razón por la cual se requiere del diseño de nuevas formas de financiación en donde la alianza Universidad - Empresa - Estado sea fundamental para convertir este sueño en realidad, siempre y cuando se cumpla con el supuesto de la equidad, es decir, que la ayuda realmente la reciba quien la necesita.  2. ¿Una disminución de precios en las matrículas genera un desplazamiento de la demanda?  La respuesta, por supuesto, es negativa. Para muchos jóvenes que han nacido a principios del Siglo XXI y que ahora se están incorporando a la universidad, tener un título universitario ya no es garantía de un trabajo decente con los criterios establecidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Los jóvenes realmente están buscando nuevos escenarios de formación con mayor pertinencia a nuestra realidad. En este sentido, se hace evidente la necesidad de una innovación pedagógica con programas que desafíen esquemas tradicionales de las universidades, con una mayor proximidad a los verdaderos protagonistas que son los jóvenes universitarios  3. ¿Se justifica el gasto creciente que realizan las universidades en su proceso de atracción, en medio de una competencia feroz por quedarse con los estudiantes?  La inversión promedio puede representar entre 5% y 7% de los ingresos, bajo el supuesto que lo asume la institución y no el estudiante, con un costo de oportunidad importante para la docencia, investigación y extensión. El sector de la educación está cambiando y los supuestos con que trabajaban las universidades privadas ya no son los mismos. Las megatendencias plantean la necesidad de una cooperación mayor entre todos los actores de la educación superior, para ofrecer un servicio educativo de talla mundial en un escenario de incertidumbre.  Esta paradoja se convierte en un gran reto para las universidades privadas en Colombia, quienes deben plantear nuevos lineamientos y escenarios de formación, teniendo en cuenta las necesidades de los jóvenes y los nuevos modelos pedagógicos. Adicionalmente, es fundamental proponer nuevos instrumentos de financiación para facilitar el acceso a la educación superior para todos. *Rector de la Universidad del Rosario