El llamado de atención de la vicepresidenta Francia Márquez, la situación del Cauca y de nuestros uniformados en todo el país, contrastan con los paseos alegres y reposados del presidente Petro por Times Square y Brodway. Es curioso ver cómo nuestro mandatario sonríe y posa frente a las cámaras, mientras el país se encuentra en una de las peores situaciones de orden público de su historia reciente.
La seguridad nacional está bajo amenaza. Se da por hecho por parte de varios expertos y analistas que hacen presencia en los territorios que en algunas zonas del país, como la cordillera nariñense, varios municipios del Cauca (muy especialmente los costeros), el departamento del Chocó, el Catatumbo, Arauca y algunos municipios del Bajo Cauca Antioqueño, entre otros, organizaciones al margen de la ley tomarán un control total del territorio, pues harán que se elijan sus candidatos en alcaldías y juntas.
Ganar las elecciones les da a estas bandas delincuenciales un poder inmenso. Recuerdo con claridad a un personaje bastante oscuro, Juan Carlos Martínez Sinisterra, quien en su momento se decía manejaba medio país desde la cárcel. Aun tras las rejas, tenía gran influencia electoral, al punto de aspirar a elegir 5 gobernadores y 106 alcaldes.
Martínez Sinisterra, todo un gamonal político, en su momento dijo una frase que aun me inquieta “es mejor negocio la política que el narcotráfico”. Posiblemente, esto mismo lo han entendido las bandas criminales y, por esta razón, ahora no solo pretenden tener un control parcial de sus zonas de influencia, sino uno completo e integral a través de los candidatos que están auspiciando.
El exsenador Martínez nació en Timbiquí, uno de los 42 municipios del departamento del Cauca. Se movía como pez en el agua en la dinámica política de la región Pacífica, la cual no ha cambiado mucho en 20 años. Los problemas que azotan a la región siguen siendo los mismos, con el agravante de que allí jamás la institucionalidad se había visto tan amenazada.
El disminuir la capacidad de respuesta por parte de la fuerza pública dentro del contexto de la ‘paz total’ ha sido uno de los peores errores que ha podido tomar este Gobierno. Recuperar el control territorial va a ser una labor casi imposible, que junto con el fortalecimiento de las guardias indígenas, campesinas y cimarronas -las cuales respeto en su espíritu inicial, pero que hay que admitir actualmente se encuentran permeadas por bandas criminales- harán que el sino trágico de esta región se alargue por tiempo indefinido.
La respuesta del comandante de las Fuerzas Militares frente a las observaciones de Francia Márquez fue oportuna y expedita. En una carta dirigida a todos sus generales y almirantes, afirmó que algunos grupos terroristas “no tienen ninguna intención real de paz y, por el contrario, su único interés es el de continuar lucrándose de las economías ilícitas a costilla de los hombres y mujeres más humildes de nuestra patria”. Ojalá esto logren captarlo en el Gobierno.
Si en la Casa de Nariño son mínimamente conscientes de la responsabilidad que tienen por la grave situación de orden público, su deber es actuar prontamente y replegar a los delincuentes y no a la fuerza pública, que es lo que han hecho hasta ahora. Fortalecer nuestras Fuerzas Militares y de Policía no es aumentar las bonificaciones como hicieran hace pocos días, sino respetar las líneas de mando y no destituir decenas de generales y almirantes de manera arbitraria.
Petro tan pronto llego al Gobierno desmanteló a la cúpula militar. Más de 52 generales fueron removidos de sus cargos, situación que ha continuado durante su mandato. Si alguien ha debilitado a la Fuerza Pública, tanto o más que las organizaciones criminales, ha sido el presidente Petro desde su cómodo despacho en la Casa de Nariño.
El regaño que dio Francia Márquez a las Fuerzas Armadas ha debido dárselo al presidente y al comisionado de Paz. Ojalá el Gobierno entre en razón y cree otros lineamientos en materia de política de seguridad, pues de seguir así la situación en el Pacífico, al igual que en otros territorios del país, jamás habrá ‘paz total’, sino más bien guerra total.